EL DESPERTAR SAI
EL DESPERTAR SAI. : El GITA UN TORRENTE DE SABIDURÍA - CAPÍTULO XXIII El GITA UN TORRENTE DE SABIDURÍA - CAPÍTULO XXIII - EL DESPERTAR SAI.

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domingo, 27 de octubre de 2024

El GITA UN TORRENTE DE SABIDURÍA - CAPÍTULO XXIII

 

El GITA

UN TORRENTE DE SABIDURÍA

DIVINO DISCURSO

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

Prashanti Nilayam

CAPÍTULO XXIII

Las tres gunas, satva, rajas y tamas, sufren varios cambios, combinaciones, modificaciones, y se manifiestan como toda esta Creación, este Universo, esta Naturaleza (Prakrithi). Por tanto, la Naturaleza está sujeta a cambios; no es fija ni verdadera. Pero el Atma es la conciencia (caitanya) que es fulgor puro; por eso no está expuesta a manchas ni a modificaciones. El cuerpo es Naturaleza (Prakrithi); el intelecto (buddhi) y la mente (manas) también pertenecen a la Naturaleza y por esta razón, también difieren según el grado de exceso o falta en una u otro de las gunas.

La cualidad de satva es constante, pura, desinteresada, ligera; de ahí que quienes posean esta característica no tengan ni deseos ni necesidades y estén listos para adquirir el Conocimiento del Atma. Aquellos con la cualidad de rajas estarán ocupados en actos matizados con un dejo de ego. Podrán tener el impulso de servir a los demás, pero ese impulso los empujará hacia adelante para ganar fama y enorgullecerse de sus logros. Anhelarán su propio bien a la par que el bien de los demás. Aquellos que están dotados de la cualidad de tamas están subyugados por las tinieblas de la ignorancia, y así andan a tientas, sin saber lo que es correcto y lo que es erróneo.

Cualquiera de estas tres gunas, hace a la persona incapaz de realizar la más elevada Realidad que libera al individuo fusionándolo con lo universal. Puesto que la persona está inmersa en la Naturaleza, cree que está experimentando las gunas que constituyen la Naturaleza. Pero eso es una ilusión, y para destruir esa ilusión se hace necesario inquirir sobre la calidad y las características del campo (kshetra) o Naturaleza. Para el principiante y el aspirante, la investigación del Conocimiento y de lo conocido es esencial; pero el sabio (jñani) tiene que prestar más atención a estas gunas. Lo conocido es la realidad, la experiencia de la divina base de todo.

Arjuna escuchó con atención todo esto y al final preguntó: ¡Oh, Señor! ¿Cuáles son las cualidades que debe tener un sabio? Krishna contestó: ¡Partha! Debe tener las veinte virtudes en buena medida. Preguntarás cuáles son. Te las diré; escucha. Pero no concluyas por esto que teniéndolas todas se alcanza la meta. La meta es la inmortalidad (amrita tattva) y sólo puede alcanzarse mediante la propia visión de Dios (Brahmasakshatkara), el experimentar a Dios (Brahman) como 'todo esto en verdad es Brahman' (Sarvan Khalvidam Brahman). Cuando el Conocimiento es pleno, el conocedor se convierte en lo conocido (Brahmavid Brahmaiva Bhavati).

Para esta consumación, hay que purificarse por medio de las virtudes. Entonces lo conocido puede ser experimentado y la realización alcanzada. Por ello, primero te hablaré de esto: la virtud primero, luego la victoria. ¡Cuán espléndido sendero! ¡Buscar a Brahman sin asegurarse primero de una vida moral y virtuosa es como desear una llama de luz sin tener lámpara ni mecha ni aceite! Adquiere estos tres elementos y luego enciende la lámpara y así obtendrás la luz. De igual modo se obtiene la luz del Conocimiento o realización de Dios.

Hay un punto aquí que los aspirantes tienen que notar cuidadosamente. La lámpara, la mecha y el aceite tienen que estar en proporción. Si la mecha es demasiado grande para la lámpara o demasiado pequeña, si el aceite es demasiado o muy poco para la mecha, si la lámpara es demasiado pequeña o grande para el aceite o la mecha, la llama no arderá con el brillo necesario para producir una luz intensa.

Puede obtenerse una luz clara y constante solamente cuando los tres componentes están en la proporción adecuada. Las tres gunas también deben estar en equilibrio para rendir el máximo resultado, el resultado de la Liberación. Estas gunas son ataduras; el hombre está atado por ellos como una vaca con las patas delanteras y traseras amarradas y con el cuello y los cuernos sujetos por una tercera cuerda. Las gunas son como esas tres ataduras. ¿Cómo podría la pobre bestia moverse libremente estando así sujeta? El satva es una cuerda de oro, rajas una cuerda de cobre y el tamas una cuerda de hierro; las tres atan con efectividad a pesar de la diferencia en el costo del material del que están hechas. Como ataduras, las tres son obstáculos para la libertad de movimientos.

Arjuna preguntó: ¡Oh, Señor! Tú dijiste que veinte virtudes eran esenciales para merecer el Conocimiento. ¿Cuáles son? Por favor, descríbemelas con algún detalle. Krishna dijo: ¡Arjuna! Estoy muy complacido por tu interés. Escucha.

La primera virtud es la carencia de orgullo, la humildad (amanitva). Mientras tengas orgullo no podrás obtener el Conocimiento. La conducta del hombre debería ser como la conducta del agua: cualquiera que sea el color del recipiente donde se vierta, lo absorberá sin hacer valer nunca su propio color. Es humilde y sin presunción. Pero la conducta del hombre es muy otra. Cuando hace el más pequeño servicio o dona la más pequeña suma, inmediatamente siente ansias de que la gente lo sepa. Para esto, él mismo se encarga de andarlo pregonando por ahí o de que otro lo publique. La carencia de tal orgullo y ambición es lo que se considera humildad.

Ahora, la segunda: la modestia o ausencia de vanidad (adambhitvam). Esta es una gran virtud en el hombre. Significa la carencia de toda pretensión, pompa, alarde de ser grande cuando no se es; no sostener que uno tiene poder cuando no tiene nada y que tiene autoridad cuando no posee tal atributo.

Aquí los lectores notarán un punto relevante. El mundo de hoy está lleno de esta falsa pretensión, de esta hipocresía. Sea cual fuere el campo de actividad que observemos, descubriremos este lamentable defecto. Los gobiernos de las naciones están en manos de gente que simula autoridad, poder y capacidad. Aquellos que no tienen ningún conocimiento pretenden saberlo todo. Los que no tienen a nadie en su casa, ni siquiera para que les ayuden, presumen de tener un séquito enorme.

En toda actividad, la hipocresía es el paso primerísimo. Esto arruina al hombre en todos los campos, igual que la plaga destructora de la siembra. Si ésta se elimina por completo, el mundo se salvará del desastre. El fingimiento te hará perder este mundo y el siguiente. Resulta dañoso en todo tiempo y en todo lugar. No le queda bien ni al hombre común; ¿cómo podría entonces ser bueno para el que aspira a la vida espiritual?

La tercera virtud es la No Violencia (ahimsa). Esta es también una virtud importante. La violencia (himsa) no es simplemente física; significa aún más: la constituyen también el dolor mental que se inflige, la ansiedad o la preocupación que se causa a otros con nuestras acciones y palabras. Si te abstienes de causarles dolor físico a los demás, no puede considerarse que sólo por eso poseas esa cualidad. Tus actividades no deben causar ningún sufrimiento; deben ser altruistas tus pensamientos, palabras y obras y deben estar todos exentos de cualquier intención de causar dolor.

Luego tenemos la paciencia o tolerancia (kshama) como la cuarta virtud (también se la llama kshanthi o sahana). Debes considerar como irreal el mal que otros te hagan, la pérdida que por ellos sufras, el odio que te demuestren. Juzga estos hechos como juzgarías un espejismo. Es decir, debes desarrollar ese grado de paciencia o fortaleza. No se trata de soportar impotente el mal que otros te hacen nada más que por estar imposibilitado para desquitarte, sino de mostrar un comportamiento exterior que sea la expresión de la paz que reina en el corazón (kshanti). Es verdad que mucha gente soporta el daño que otros le ocasionan porque carece de apoyo físico, económico o popular; su sufrimiento no puede considerarse como verdadera indulgencia (kshama).

Enseguida consideremos la quinta: la Rectitud, la integridad, la sinceridad (rijutvam). Significa la concordancia entre acción, palabra y pensamiento; esto se aplica tanto a la actividad secular como a la espiritual. Esta es una faceta de la segunda virtud, la modestia.

La sexta es el servicio reverente ofrecido al maestro espiritual (acharyopasana). Promoverá el afecto por el discípulo y este último se beneficiará grandemente. Pero el maestro que no tenga una meta sólo desviará al discípulo hacia la perdición. El maestro debe derramar su gracia sobre el discípulo tan libre y espontáneamente como la vaca ofrece su leche al becerro. La enseñanza del gurú es la fuente y el sostén del discípulo para alcanzar a Dios y lograr la Liberación.

La séptima virtud es la pureza de corazón (soucham), no sólo la pulcritud externa, sino la interna. ¿Y qué es la pulcritud interna? La ausencia de apego, de odio, de deseo, de descontento, de lujuria y de ira; y la presencia de cualidades buenas, es decir, divinas. El agua lava el cuerpo, la verdad limpia la mente; el conocimiento limpia la facultad razonadora; el individuo es purificado por la penitencia y la disciplina.

La octava virtud se llama constancia, firmeza de la fe, ausencia de volubilidad o de vacilación (sthairyam). El aspirante debe aferrarse a aquello en lo cual ha puesto su fe como algo conducente a su progreso espiritual. No debe brincar de un ideal a otro, cambiando de meta día a día. A esto también se le llama completa, exclusiva dedicación a Dios (diksha). La volubilidad es producto de la debilidad, una debilidad que debe evitarse escrupulosamente.

La novena en la lista es el control de los sentidos (indriyanigraha). Convéncete de que los sentidos deben servir a tus intereses superiores, no de que tú debes servir a los intereses de los sentidos. No seas el esclavo de los sentidos; mejor hazlos tus esclavos.

Enseguida, la décima virtud: el desapego (vairagyam), la renunciación, la pérdida del apetito por el sonido, el tacto, la forma, el sabor, el olor, etc. Los sentidos se precipitan tras estas sensaciones, pues les causan placer y les proporcionan un goce temporal. Pero a los sentidos no les interesa el deseo por la Liberación de tipo sublime. El Atma puede ser descubierta únicamente mediante la búsqueda de lo sublime.

La undécima virtud es el altruismo (anahamkara). El egoísmo es el criadero de todos los vicios y faltas. El individuo egocéntrico no presta atención alguna a lo recto o lo erróneo, a lo bueno o lo malo, a lo divino o lo perverso; no le interesan, ni quiere saber nada de ellos. Es completamente ignorante de la Rectitud (Dharma) y la moral. No se atendrá a la justicia. Estar desprovisto de esta venenosa cualidad significa estar dotado de generosidad (anahamkara). El ego es un enemigo disfrazado de amigo.

La siguiente virtud (12) consiste en saber darse cuenta del inevitable ciclo de nacimientos y muertes, de la senilidad y la enfermedad, del sufrimiento y el mal, así como de otras señales de la temporalidad de este mundo y de la vida que transcurre en él. Aunque la gente observa que estas cosas les suceden a ellos mismos tanto como a los demás, no investigan las razones de por qué suceden ni los métodos para escapar de ellas. Ese es el gran misterio, lo inexplicable.

Si vas a la raíz del problema, te darás cuenta de que por más que logres evitar muchos sucesos, no podrás escapar a la muerte. Lo que el hombre ahora concibe como felicidad es, en realidad, sólo desdicha disfrazada. Así que comprende la verdad de estas cosas y reflexiona sobre las fallas del razonamiento que te mantiene engañado. Luego, como resultado, se fortalecerá el desapego, y mediante eso, alcanzarás el Conocimiento. Por tanto, ¡oh, Arjuna! Libérate del nacimiento, la muerte, la senilidad, la enfermedad y la pesadumbre. Así habló Krishna exhortando aArjuna con mucho afecto.

Luego habló del (13) desinterés por los objetos, de la carencia de anhelos (asakti o anasakti). La codicia por poseer las cosas que se presentan a la vista es motivada por el egoísmo. 'He de tener esto'. 'He de ser orgulloso dueño de esta cosa tan valiosa'. Así es como el egoísmo incita. Es como una cuerda que lo ata a uno fuertemente a los objetos. Retiren la mente de ellos y considérenlo todo como diversas manifestaciones de la gloria del Señor.


 

Amen todas las cosas como expresiones de Su gloria, pero no se engañen con la creencia de que el poseerlas los hará felices. Eso es una ilusión. No les dediquen su vida; utilícenlas sólo para satisfacer sus necesidades según y cuando sea necesario; eso es todo. El que esa clase de impulsos malsanos los motiven será un gran obstáculo en su progreso hacia la Liberación. Todo lo que hayan adquirido como su propiedad tendrá que ser abandonado algún día. No podrán llevarse consigo en la última jornada ni siquiera una hojita de hierba o una pizca de polvo. Mantengan esta verdad siempre presente en la mente y entonces podrán alcanzar la realidad.

Antes de nacer, no se tiene ninguna relación con este mundo ni con sus objetos materiales. Después de la muerte, tanto éstos como los amigos y los parientes también desaparecen. La estancia aquí es sólo un juego que se juega en un intervalo. El fascinarse con esta feria de tres días es en verdad una tontería. El deseo mancha la mente y vuelve al hombre incapaz de logros superiores. Los aspirantes que buscan la Liberación y la Realización deben (14) sustraerse al deseo, pues como la grasa, se queda adherido y resulta difícil de quitar una vez que se tuvo contacto con él.

Después de esto, tiene que prestarse atención también a otra (15) virtud: el estado de ecuanimidad, de serena paz en la alegría y el pesar, en la prosperidad y en la adversidad, en la felicidad y en el sufrimiento (samatvasthiti). Esta es la decimoquinta virtud del que ha alcanzado el Conocimiento. El sentirse exaltado o deprimido por el éxito o la derrota, por la ganancia o la pérdida, por el honor o el deshonor, es una actitud inútil.

Acéptenlo todo por igual, como proveniente de la Gracia de Dios como Su ofrenda. Así como usan zapatos para caminar sobre las espinas, o sostienen el paraguas para no mojarse con la lluvia, o duermen dentro de un mosquitero para evitar las picaduras de los insectos, así también ármense de una mente inconmovible que confíe en la Gracia del Señor y soporten con ecuanimidad tanto la alabanza como la censura, la derrota como la victoria, el placer como el dolor. Para vivir con gallardía, se considera esencial tener una mente inalterable.

La siguiente (16) cualidad es la devoción sin ningún otro pensamiento o sentimiento (ananyabhakthi). Cuando el sufrimiento te domina, entonces corres hacia Dios. Cuando te acosa el peligro (sankata) buscas refugio en el Señor de Venkata (otro nombre de Vishnu). Cuando la alegría vuelve, entonces lo echas por la borda.

Cuando te encuentras vencido por la fiebre, con el apetito perdido y la lengua amarga, sientes el deseo por algún encurtido picante; pero cuando la fiebre cede y vuelves a la normalidad, ya no gustas del mismo encurtido.

La devoción no es un bálsamo temporal. Es la ininterrumpida contemplación de Dios sin que ningún otro pensamiento o sentimiento se interponga. Cualquiera que sea la actividad, diversión o plática, debe estar saturada de amor a Dios (ananyabhakthi).

Después viene el vivir en soledad (17) (ekanthavasam). Debe a uno gustarle estar solo. Esto no significa mantener el cuerpo en algún lugar solitario, alejado de los sitios frecuentados por los demás hombres. Debe haber soledad y silencio en la mente; todos sus ocupantes deben ser obligados a desalojarla. La mente deberá quedar sin contenido, apartada del mundo objetivo.

La virtud décimoctava que ayuda a promover el Conocimiento se dice que es la ausencia de interés por la compañía de los demás; es decir, la ausencia del deseo de mezclarse con gente que se preocupa por los asuntos concernientes al mundo de los objetos. Se puede lograr ecuanimidad estando entre animales salvajes; pero es difícil lograrla mientras se está entre hombres de mentalidad mundana. La vida espiritual se verá afectada por la compañía que uno mantenga. Los hombres buenos te permiten conservarte bueno; los hombres malos te arrastran hacia la maldad.

Por supuesto, es difícil descubrir quiénes son buenos y quiénes malos, para luego establecerse entre los buenos. Por eso resulta aconsejable evitar a la gente y concentrarse cada uno en su práctica espiritual. La mente humana es como el hierro: si cae en el lodo, se enmohece y se desintegra; si cae en la lumbre, pierde la escoria y se vuelve puro.

Por lo tanto, es mejor aún que el hombre se asocie a la compañía de los sabios que permanecer en la soledad. Fíjense ustedes cómo Narada, que era hijo de una sirvienta, se convirtió en sabio (rishi) porque gozó de la compañía de hombres buenos, y Ratnakara (Valmiki), que era un cruel cazador, con la compañía de los siete sabios quedó transformado en 'el primero entre los poetas' (Adikavi). Las malas compañías son sumamente nocivas. Una esfera de hierro al rojo vivo puede causar más daño que la misma llama del fuego; un hombre pecaminoso debe ser eludido más enérgicamente que el pecado mismo. Los aspirantes tienen que ser cuidadosos de sus compañías.

La virtud décimonovena es darse cuenta de la distinción entre el 'Ser' (Atma) y el 'No Ser' (Anatma). Fijen su conciencia siempre en la realidad del Alma y descarten el cuerpo y los sentidos como entes irreales y perecederos. El Atma es lo eterno; así que establézcanse únicamente en eso y no en las ilusiones transitorias o en los objetos que no son átmicos. La vida es una lucha por alcanzar la victoria sobre la ilusión que nos obsesiona: "Soy el Atma eterna en ti y en todo. Así que fija la mente en Mí y entra a la lucha confiado en la victoria".

La vigésima y última virtud que hay que obtener es la visión de la verdadera naturaleza de "Eso" (tattvajñana darshanam), el Principio Universal respecto del cual lo particular es tan sólo una sombra. Significa que el aspirante debe tener un deseo intenso por visualizar lo Universal.

De las veinte virtudes mencionadas, si se hacen esfuerzos sinceros por lograr siquiera dos o tres, el resto le vendrá al buscador como natural consecuencia. Ningún esfuerzo especial es necesario para obtenerlas. A medida que se progresa en el sendero, uno adquiere no solamente las veinte antes mencionadas sino un número aún mayor de virtudes. Las veinte que se mencionan aquí son las más destacadas, eso es todo. La práctica basada en estas virtudes lo lleva a uno fácilmente hasta la meta ideal. Por eso las recalcó Krishna.

Equipado con ellas, uno puede realizar el Ser; no debe haber duda en ello, puesto que conducen al conocimiento de que el cuerpo, los sentidos, la inteligencia y la conciencia interna están afiliados al aspecto de la Naturaleza o Prakrithi. Y aquel que es distinto de todo es el conocedor (purusha). El conocedor es aquel que se da cuenta del campo (kshetrajña). Cuando uno se vuelve capaz de distinguir entre purusha y prakrithi, o lo que es lo mismo, entre el que ve el campo y el campo se convierte en testigo y queda libre de toda sombra de necesidad o de deseo.

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