Cuento espiritual: Día y Noche
Un Maestro hizo una pregunta abierta a sus alumnos: “¿Cuándo acaba la noche y comienza el día?”.
Uno de los discípulos, tras pensarlo brevemente, respondió: “Cuando miras a la distancia y puedes diferenciar a una vaca de un caballo”.
Otro, por su parte, dijo: “Cuando miras a un árbol a la distancia y puedes saber si es un cedro o un pino”.
El tercero agregó: “Cuando miras las páginas de un libro y puedes leerlo sin tener que encender una lámpara”.
Al final, el Maestro terminó diciendo: “En verdad, sigue siendo de noche si al mirar el rostro de los hombres y mujeres que se cruzan contigo en la calle, no logra reconocerse que ellos son nuestros Hermanos y Hermanas”.
En su obra “Die Tagesansicht gegenüber der Nachtansicht” (1879), el filósofo alemán Gustav Fechner se refería a dos formas de contemplar la realidad: una visión miope, superficial y separatista que denominó visión de noche, y otra visión lúcida, profunda y unificadora a la que llamó visión de día.
Mientras que una visión materialista nos inclina a contemplar un universo mecánico, compuesto de “cosas” que están “afuera” y separadas de nosotros, es decir: un mundo muerto, existe otra forma de ver el mundo, aceptando que todo está vivo, animado (lleno de “ánima”, de Alma).
Los antiguos indicaban que no es posible ignorar la existencia de un vínculo indisoluble entre el “Ánima Mundi” (Alma del Mundo) y el “Ánima Homo” (Alma humana), entre el Macrocosmos y el Microcosmos, por lo cual cada uno de nosotros no es ajeno a la totalidad sino que forma parte de este universo, del mismo modo que una célula está íntimamente relacionada con un organismo mayor. Por esto, la Filosofía Iniciática sostiene que “todos formamos parte del Uno” o, mejor aún que “todos somos Uno”.
Siendo así, la Fraternidad Universal no es un sueño de un puñado de idealistas con la cabeza en las nubes sino una Ley de la Naturaleza.