Felicidad y desdicha, dones de Dios "Generalmente, el hombre busca sólo felicidad y alegría. ¡Nada le hará desear la desdicha y el dolor! Considera a la felicidad y a la alegría como sus más allegadas amigas, y a la desdicha y al dolor como sus enemigos declarados. Esto es un grave error. Cuando uno está feliz, el riesgo de sufrir dolor es grande; el temor de perder la felicidad lo obsesiona. La aflicción conduce a la indagación, al discernimiento, al autoexamen y al temor de cosas peores que es de suponer podrían ocurrir y despierta a uno de la pereza y de la fatuidad. La felicidad, en cambio, hace a uno olvidar las obligaciones para consigo mismo como ser humano y arrastra al hombre hacia el egoísmo y hacia los pecados que este egoísmo hace cometer. El pesar vuelve al hombre alerta y vigilante. "Así, el sufrimiento es un amigo de verdad, no así la felicidad, que agota la existencia del mérito que se había acumulado y despierta las pasiones más bajas. Por eso es en realidad un enemigo. En cambio, el sufrimiento en verdad abre los ojos e incita a pensar y a dedicarse a la tarea del propio mejoramiento. También proporciona a uno nuevas y valiosas experiencias. La felicidad, por el contrario, corre un velo sobre las experiencias que fortalecen la personalidad y le dan entereza. Por eso, las dificultades y las fatigas deben ser tratadas como amigas; o, por lo menos, no como enemigas y lo que es mejor, considerar ambas, felicidad y desdicha, como dones de Dios. Ese es el sendero más fácil para la propia liberación. "El no saber esto constituye la ignorancia básica. Una persona así de ignorante está ciega; en verdad, la felicidad y la desdicha son como el ciego, quien debe siempre hacerse acompañar por alguien que pueda ver. Cuando se le da la bienvenida al ciego, forzosamente tiene que recibirse también al hombre que tiene vista, puesto que es el constante compañero del ciego. Así también, la felicidad y la desdicha son inseparables; no puede escogerse solamente a una. Uno se siente feliz en contraste con la aflicción." Así dijo Krishna a Arjuna, para enseñarle lo insignificante de toda dualidad. Bhagavan Sri Sathya Sai Baba Extraído del libro: "El Guita". |