Las decisiones que tomo y, por ende, las acciones que cotidianamente ejecuto, sean grandes o pequeñas, están total y absolutamente condicionadas por un cúmulo de hábitos ya presentes en mi propio karma. Soy, en ese sentido, un títere, una verdadera marioneta de esos hábitos y condicionamientos.
Desde esta perspectiva, afirmar que “yo” hago, “yo” decido o “yo” actúo resulta absurdo. Por otra parte, los eventos con los que me veo abocado a interactuar en la vida, son la consecuencia inexorable de innumerables causas previas establecidas también porkarma, y tanto las causas como las consecuencias escapan a mi control.
Así, “mi” decisión, “mi” acción, es el resultado de la interrelación entre dos cúmulos de factores; mis hábitos y los eventos del mundo, que son independientes de mi voluntad. Siendo esto así, ¿dónde está mi libertad?¿Dónde mi libre albedrío?
Mi libertad, mi libre albedrío, radican en reaccionar de manera espontánea y natural a un presente que acontece en un marco de ausencia de identificación egoica y de apetencia de fruto por el resultado de la acción.
Esa es la acción libre, libre porque se desliga de todo karma previo (prarabdha karma) sin generar ninguno nuevo (agami karma). Esa es la única opción de libre albedrío que tiene el ser humano para cimentar su libertad.
Así pues, ¿qué necesidad hay de proyectar los acontecimientos propios, cuando cada presente se puede vivir intenso y coherente?
No existe un solo instante de futuro independiente de un pasado cercano o lejano.
Es imposible crear un futuro acomodado a nuestras propias necesidades personales, pues el resultado de la acción no es independiente de la causa que la generó.
La naturaleza de la consecuencia no puede ser diferente a la naturaleza de la causa que la engendra.
Basta tan solo que en el sujeto exista identificación con la acción que se realiza para que la acción se transforme en un acto potencial de futuro.