A veces, cuando nada marcha de acuerdo con lo esperado, y la preocupación es quien reina.
Cuando el quebranto de lágrimas inunda nuestros ojos, y todo parece ser inútil.
Solo una cosa puede ahuyentar las lágrimas que queman y ciegan; alguien que suavemente te eche el brazo por encima y susurre: No te preocupes.
Nadie ha logrado descifrar por qué esas palabras traen tanto consuelo, o por qué tal susurro hace que nuestras preocupaciones...