Historia de Shikhidhvaja y Chudala
Erase una vez dos amantes que se habían reencarnado a la vez a causa del divino amor que sentían el uno por el otro.
Rama preguntó entonces a su maestro:
¿Cómo es posible, señor, que una pareja que han vivido como marido y mujer, vuelvan a renacer otra vez en la misma condición en una vida posterior?.
Vasistha respondió con su habitual dulzura:
Así es la sutil disposición del orden natural, querido Rama. Algunas cosas vuelven a aparecer en abundancia una y otra vez, otras surgen una vez y no vuelven a ocurrir y otras aparecen en esta vida sin que antes se hayan manifestado en otra anterior. Lo cierto es que algunas cosas que han ocurrido antes, vuelven a ocurrir después de la misma forma. Lo mismo ocurre con las olas del océano: algunas son semejantes y otras completamente distintas y originales. Pero déjame que te cuente esta historia.
En el reino de Malva había un rey llamado Shikhidhvaja, dotado de todas las virtudes que pueden adornar a un personaje regio. Era recto y noble, valeroso y cortés. Aunque había perdido a su padre a edad muy temprana, había sido capaz de gobernar con firmeza su reino ayudado por ministros honrados e inteligentes.
Era primavera y el amor palpitaba en el aire. El joven monarca comenzó a soñar con una compañera ideal. Su corazón suspiraba noche y día por su imaginada amante. Los perspicaces ministros se dieron cuenta del estado de ánimo que embargaba a su rey. Fueron a la región de Saurashtra y pidieron para su rey la mano de una de las princesas de aquel reino. Y de este modo, el rey Shikhidhvaja se desposó con la bella Chudala.
Shikhidhvaja y Chudala estaban tan enamorados uno de otro que eran un sólo jiva en dos cuerpos diferentes. Tenían todas las aficiones comunes y solían entretenerse juntos en los jardines de palacio. Como el sol derrama sus rayos sobre la flor de loto para que su capullo se abra feliz y arrogante, el rey colmaba de amor a su amada e intentaba complacerla con todos los medios a su alcance.
Compartían todos los conocimientos, de modo que ambos estaban versados en las más diversas ramas del saber. Cada uno de ellos ocupaba luminosamente el corazón del otro. Parecía como si el Señor Vishnu y su esposa hubieran venido a la tierra para cumplir una misión determinada.
Vivieron así durante algunos años sin que la menor contrariedad enturbiara su profunda devoción mutua. Pero nadie puede detener el paso del tiempo. La vida surge y desaparece como un truco de magos. El placer, cuando se le persigue, huye de nosotros como la flecha que sale del peligroso arco del cazador. El dolor se alimenta de los pensamientos como los buitres se nutren de los cadáveres más abyectos. La pareja real pensaba: ¿Qué existe en este mundo que libre a la mente de todo sufrimiento?.
Reflexionando en estas cosas se decidieron a estudiar con suma atención las obras espirituales y llegaron a la conclusión de que lo único capaz de superar el dolor es el autoconocimiento y lo buscaron con todo su corazón. Recurrieron a la compañía de los sabios y les rindieron el culto apropiado. Se dedicaron todo el tiempo a meditar sobre el autoconocimiento y a estimularlo mutuamente.
Vichara de Chudala
Después de analizar detenidamente todos los medios que conducen al autoconocimiento, la reina comenzó a pensar lo siguiente:
Me miro a mí misma y me pregunto: ¿Quién soy yo? ¿Cómo puede surgir la ilusoria ignorancia del ser? Este cuerpo físico es inerte y ciertamente no es el ser. Sólo podemos sentirlo a causa de los pensamientos que acompañan el movimiento del prana. Los órganos de acción no son más que partes de este cuerpo y por tanto también son inertes, puesto que son órganos del cuerpo que también lo es. Los órganos de los sentidos dependen de la mente y también son inertes, pues considero que la mente es inerte e insensible. La mente (manas) piensa y presenta ideas o nociones incitada por el entendimiento (buddhi) que es el agente que la determina a ello. Pero este entendimiento también es inerte porque está dirigido por el sentimiento del ego (ahamkara), que también es inerte e insensible puesto que ha sido imaginado por el jiva del mismo modo que un fantasma es imaginado por un niño asustado y perplejo. El jiva no es más que conciencia pura que parece manifestarse cubierto por la fuerza vital (prana) y reside en la sede del corazón (hridayam).
¡Ahí está, date cuenta de ello! El ser es conciencia pura que se manifiesta como jiva cuando esa conciencia se hace consciente de sí misma como su propio objeto. Este objeto es insensible e irreal, pero cuando el ser se identifica a sí mismo con ese objeto, se recubre ilusoriamente con su inconsciencia o inercia y abandona aparentemente su naturaleza esencial de conciencia, aunque en realidad no puede abandonarla en absoluto. Porque esa es precisamente la naturaleza de la conciencia: parece transformarse en todo lo que concibe, sea real o imaginario, abandonando aparentemente su naturaleza. Por esa razón, aunque el ser es conciencia pura, se imagina a sí mismo inconsciente o inerte, mientras está percibiendo objetos de ese tipo.
Después de contemplar estos pensamientos durante largo tiempo, Chudala alcanzó la iluminación. Entusiasmada por su descubrimiento del ser, la reina exclamó:
¡Por fin he realizado el estado supremo! Ahora no tengo duda alguna. La mente y los sentidos no son más que reflexiones de la conciencia, absolutamente irreales cuando se les concibe como algo independiente de la propia conciencia. Lo único que existe es la conciencia. Esta es la verdad suprema limpia de toda impureza y perfectamente equilibrada y desprovista de todo sentimiento del ego. Cuando comprendemos y realizamos esta verdad, la conciencia brilla sin descanso en nuestro corazón.
Soy conciencia pura, todopenetrante y desprovista de ego, que no conoce nacimiento ni muerte, pues, como el espacio, no está sujeta a la destrucción. Estoy libre de toda ilusión. Estoy en paz. Estoy en nirvana, sin la menor agitación mental, pues he comprendido que todo esto, tanto lo sensible como lo insensible, no es más que pura conciencia. No hay eso, ni yo, ni otro, no hay ser ni no ser. Sólo hay paz, el vacío inmóvil.
Después de comprender y realizar todo esto, día tras día la reina profundizaba más y más en su iluminada introversión, gozando cada vez más de la felicidad del ser, completamente libre de deseos y apegos. Sin buscar nada ni abandonar nada, se comportaba de modo natural y sus acciones eran espontáneas y libres. Todas sus dudas habían desaparecido por completo. Había rebasado el océano del devenir y permanecía en un incomparable estado de tranquilidad. En un breve espacio de tiempo había alcanzado la profunda comprensión de que este mundo desaparecería del mismo modo que había surgido ante ella y resplandecía en la luz del autoconocimiento.
Al verla tan radiante y tranquila, Shikhidhvaja le preguntó:
Pareces haber recuperado tu juventud y brillas con extraordinaria belleza, querida mía. Nada te preocupa ni te distrae y no sientes deseos por nada. Pero al mismo tiempo eres completamente dichosa. ¿Acaso has bebido ya el néctar de los dioses? Pareces haber alcanzado algo muy difícil de conseguir.
Chudala le contestó amorosamente:
He abandonado este vacío que parece tener forma y permanezco firmemente arraigada en la verdad. Por eso estoy tan radiante. He abandonado todo esto y he encontrado algo distinto que es al mismo tiempo real e irreal. Es algo pero no es nada, lo conozco tal como es. Experimento el gozo de estar establecida en la realidad que brilla en el corazón. Soy esto y no soy esto, en realidad soy y no soy, soy todo y no soy nada. No busco placeres ni riquezas ni poder ni ninguna otra forma de existencia. Vea lo que vea con los ojos y sienta lo que sienta con los sentidos, capte lo que capte con la mente, en realidad no veo nada más que la única verdad que contemplo claramente en mi interior.
Incapaz de comprender las palabras de la reina, Shikhidhvaja rompió a reir burlándose de su comportamiento, que juzgaba demencial.
Chudala pensó "Es una pena que el rey no pueda comprenderme", y continuó realizando sus tareas. Pasó el tiempo y, aunque no ambicionaba nada en absoluto, la reina adquirió poderes psíquicos que le permitían aumentar de tamaño o disminuirlo. Recorrió el cielo, penetró en los más profundos abismos del océano y atravesó la tierra de parte a parte sin abandonar la compañía de su esposo. Penetró todo tipo de sustancias, madera, rocas, hierba, cielo y agua, sin encontrar ningún obstáculo en ello. Se movió entre los seres divinos y entre los sabios liberados y conversó con ellos de todos los temas conocidos.
Pero, aunque hacía todo lo que podía por iluminar a su esposo, el rey seguía en la ignorancia y ella comprendió al fin que era absurdo exhibir ante él sus poderes psíquicos.
Shikhidhvaja abandona el mundo
Desprovisto de autoconocimiento, el rey Shikhidhvaja seguía cegado por la ilusión. Estaba hundido en un dolor que nada en el mundo podía mitigar. Al cabo del tiempo, buscó la soledad y se limitaba a cumplir los deberes reales que los ministros le recomendaban. Se hizo muy caritativo y practicó diversas penitencias. Pero nada de esto podía despejar su ilusión y librarle del sufrimiento. Después de pensar en todo esto, un día Shikhidhvaja dijo a su reina:
Querida mía, he disfrutado de la monarquía y he experimentado todos los placeres que un hombre puede concebir. Pero la mente del sabio no se preocupa por el placer o por el dolor, por la prosperidad o la adversidad. Este pues no es el camino, ahora quiero retirarme al bosque y practicar el ascetismo para intentar alcanzar ese estado. El hermoso bosque que tanto se parece a ti, deleitará mi corazón como tú lo haces. Déjame partir, pues una buena esposa nunca se opone a los deseos de su esposo.
Chudala respondió al momento:
Señor, esta acción solo es oportuna cuando se realiza en el momento adecuado: las flores se abren en primavera y los frutos maduran en otoño. La vida ascética en el bosque es propia de la vejez, no de la juventud. A tu edad te corresponde vivir en familia. Cuando envejezcamos, los dos nos retiraremos al bosque. Además, tus súbditos lamentarían mucho tu abandono del gobierno.
Shikhidhvaja insistió:
Querida mía, no pongas obstáculos a mi partida. ¡Nadie podrá impedir que me retire al bosque! Tú eres todavía muy joven y no estás en disposición de acompañarme y padecer una vida ascética llena de privaciones. Quédate aquí y gobierna el reino.
Esa misma noche, cuando la reina aún dormía, el rey dejó el palacio con el pretexto de recorrer la ciudad. Caminó un largo trecho y encontró un espeso bosque en los montes Mandara. Estaba lo suficientemente lejos de su reino y había signos de que había sido ocupado anteriormente por otros santos brahmanas. Construyó una cabaña y recogió todo lo que consideraba necesario para la vida ascética: un bastón de bambú, un plato para comer, un odre de agua, una bandeja para las flores, un rosario, un abrigo que le protegiera del frío y una piel de ciervo para sentarse sobre ella. Así comenzó su vida de sanyasin. La primera parte del día la dedicaba a la meditación y al japa o repetición de los mantras sagrados. La segunda parte del día la empleaba en recoger flores, luego tomaba un baño y rendía culto a los dioses. A continuación, tomaba un frugal alimento a base de raíces y frutas. El resto del tiempo lo pasaba recitando mantras. Así pasó mucho tiempo en aquella cabaña sin acordarse para nada de su reino.
Chudala sintió un escalofrío y despertó descubriendo que su esposo había abandonado el palacio. Se sintió muy desdichada y decidió que su puesto estaba junto a su esposo. Abandonó inmediatamente el palacio por una pequeña ventana y voló hacia el cielo buscando a su marido. Pronto lo descubrió merodeando por el bosque. Pero antes de aproximarse a él, contempló los futuros acontecimientos por medio de su visión sobrenatural y vió todo lo que iba a suceder de forma inevitable. Rindiéndose a la evidencia, regresó a palacio por el mismo camino aéreo que había utilizado para salir de él.
Chudala anunció que el rey había abandonado la corte con una misión muy importante y desde ese momento se puso a dirigir por sí misma las tareas de gobierno. Durante dieciocho años permaneció en palacio y el rey en el bosque, sin verse el uno al otro. Por esa época el rey comenzaba a mostrar signos de vejez.
Cuando Chudala vió que la mente de su esposo había madurado convenientemente, pensó que podía ayudarle a alcanzar la liberación. Después de decidir esto, abandonó el palacio por la noche y voló hacia el lejano bosque donde estaba su marido. Sin detenerse llegó a los montes Mandara. Desde su prominente ubicación vió a su esposo y casi no pudo reconocerlo, pues se había vestido como un asceta y estaba muy delgado. Chudala se sintió muy deprimida al ver a su rey cubierto con un tosco paño, los cabellos enmarañados, demacrado, solitario y con un color tan oscuro que parecía salir de un baño de barro. En un primer momento, pensó:
¡Qué desgracia, este es el resultado de su locura! Sólo un loco puede encontrarse en este estado, después de recluirse tantos años en este horrible lugar. Le prepararé ahora mismo para alcanzar la liberación. Me acercaré a él disfrazada, para que no sospeche.
Chudala se disfraza de Kumbha
Temerosa de que Shikhidhvaja rechazara otra vez sus enseñanzas por considerarla una ingenua muchacha, Chudala se transformó en un joven asceta brahmana y apareció ante su esposo. Shikhidhvaja se sintió muy feliz al ver a aquel joven, tan radiante que el rey lo tomó por un ser divino y se postró a sus pies para adorarlo. Chudala aceptó la reverencia y dijo:
¡He corrido mucho mundo y conocido a muchos sanyasin pero nunca me habían adorado con tanta devoción! Admiro tu serenidad y tu austeridad. Cuando abandonaste tu palacio para encerrarte en este bosque, escogiste un camino tan peligroso como el filo de una navaja.
Shikhidhvaja contestó con devoción:
¡Tú debes saber todas las cosas, hijo de los dioses! Tu mera presencia derrama néctar sobre mí. Tengo una esposa muy querida que en estos momentos gobierna mi reino y te pareces mucho a ella. ¡Por favor, díme quién eres y por qué he merecido el honor de tu visita!
Chudala, disfrazada de muchacho brahmana, le dijo:
El sabio llamado Narada creó a Kumbha, su hijo, y le instruyó en la más alta sabiduría. El joven era idéntico a su padre y brillaba como un sabio perfecto. Más tarde, Narada llevó al joven ante Brahma el creador, que era el padre del propio Narada. El creador confirmó a Kumbha en la sagrada sabiduría. Yo soy ese muchacho, Kumbha, nieto de Brahma, que recorro el mundo por simple distracción, ya que nadie puede proporcionarme nada en absoluto. Camino por este mundo, pero mis pies no tocan el suelo.
El rey preguntó al falso brahmana:
Verdaderamente, yo he debido obtener el privilegio de tu compañía por mis buenas acciones realizadas en vidas pasadas, y por eso he merecido beber el néctar de tus palabras. ¡Nada en el mundo puede proporcionar la paz que se consigue en presencia de un santo!
El fingido Kumbha dijo:
Ahora te ruego que me digas quién eres y qué estás haciendo aquí. ¿Cuánto tiempo llevas en este lugar? Háblame con sinceridad, porque los ascetas no mienten jamás.
Shikhidhvaja contestó de buen grado:
¡Oh, hijo de los dioses!, aunque ya lo sabes todo, te contaré brevemente mi historia. Soy el rey Shikhidhvaja y he abandonado mi reino porque sentía un gran temor por este samsara en el que se experiencia continuamente el placer y el dolor, el nacimiento y la muerte sin fin ni sentido alguno. Aunque he recorrido muchos lugares y he practicado infinidad de penitencias, no he encontrado la paz y la verdadera tranquilidad. Mi mente no encuentra descanso. No hago nada en absoluto ni pretendo obtener ninguna cosa, estoy solo y totalmente desapegado del mundo, pero me siento tan seco y vacío como antes. He practicado todos los kriyas conocidos sin descanso, pero voy de una tristeza a otra mayor y en mi boca hasta el néctar sabe a veneno.
El joven Kumbha dijo al rey muy serio:
Una vez pregunté a mi abuelo Brahma: ¿Qué es mejor, kriya o atma-jñana? Y mi abuelo me dijo:
Por supuesto atma-jñana es superior a cualquier kriya, porque por medio del jñana comprendemos el Uno que es lo único que existe. Las diversas kriyas han sido descritas en términos atractivos como un simple entretenimiento. Cuando uno no posee jñana debe recurrir a las kriyas, como el que no tiene buenos vestidos debe recurrir a un saco para librarse del frío.
El ignorante está preso en el resultado de sus acciones a causa de sus vasanas. Pero cuando ha superado estas, la acción se convierte para él en no-acción, tanto si convencionalmente es considerada buena como si se juzga que es mala. En ausencia de la autolimitación o volunta individual, las acciones no producen ningún resultado, porque las acciones no dan fruto o reacción por sí mismas, sino que son las vasanas o voliciones individuales las que hacen que la acción tenga un resultado. Igual que un niño que cree ver un fantasma lo ve realmente, el ignorante que concibe la idea de dolor lo sufre de modo inexorable.
Pero ni las vasanas ni el sentimiento del ego que propicia la acción voluntaria, tienen una entidad real y solo surgen a causa de la insensatez y la locura. Cuando el jiva se libera de esa locura, comprende que todo es Brahman y que no hay autolimitación alguna. Cuando hay vasanas hay mente, cuando las vasanas cesan hay autoconocimiento. El que alcanza el autoconocimiento no vuelve a nacer jamás.
Eso es lo que me contestó mi abuelo Brahma. Si el autoconocimiento es superior a cualquier otra práctica, ¿por qué permaneces entonces en la ignorancia? ¿Por qué sigues pensando que esta es tu cabaña y este tu bastón para seguir sumido en la ignorancia? ¿Por qué no te preguntas: quién soy yo? ¿o: cómo ha surgido este mundo? ¿Por qué no buscas la iluminación por la indagación? ¿Por qué malgastas tu vida en inútiles penitencias y otros kriyas semejantes? Puedes alcanzar el autoconocimiento cultivando la compañía de los sabios, sirviéndoles humildemente y preguntándoles a ellos todas estas cosas.
En ese momento Shikhidhvaja dijo:
¡Me has despertado por completo, sabio! He quedado libre de esta insensata ignorancia. Eres mi maestro y yo soy tu discípulo. Te ruego que me enseñes lo que sabes y me liberes de todo pesar.
El falso brahmana dijo:
Te instruiré debidamente si me escuchas con atención y deseas oir mis palabras. La enseñanza que uno da a otro en respuesta a una pregunta superficial no tiene ninguna utilidad si el que hace la pregunta no está dispuesto a recibir, valorar debidamente y asimilar la instrucción con sincera devoción.
Historia de la chintamani o joya del autoconocimiento
Después de recibir de Shikhidhvaja la garantía que aseguraba su buena predisposición y madurez para recibir la enseñanza, Chudala añadió:
Escucha con mucha atención. Voy a contarte una historia que se parece mucho a la tuya.
Había una vez un hombre en el que se daba una combinación de riqueza y sabiduría muy difícil de encontrar en este mundo. Estaba dotado con todas las excelencias, era inteligente en sus decisiones y conseguía todo lo que ambicionaba, pero no tenía conciencia del ser. Comenzó a practicar penitencias con la pretensión de adquirir la joya celestial conocida como chintamani. Puso tanto esfuerzo en su propósito que en muy corto espacio de tiempo la joya apareció ante él. ¡No hay nada imposible para el que hace un esfuerzo sincero y decidido! El que se aplica a fondo en la tarea que ha elegido, sin parar mientes en esfuerzos ni en dificultades, alcanza lo deseado aunque carezca de toda riqueza para conseguirlo.
Nuestro hombre vió la joya ante él, fácilmente a su alcance, pero no podía creer que fuera la verdadera joya que deseaba y comenzó a meditar con su mente debilitada y confusa por el prolongado esfuerzo realizado:
¿Será la verdadera chintamani, o no lo será? ¿Debo cogerla o no debo hacerlo? Si la toco, tal vez se esfume y desaparezca de mi vista. ¡No es posible que la haya conseguido en tan breve espacio de tiempo! Las escrituras dicen que solo puede alcanzarse después de una vida entera de sacrificio. Seguramente sufro alucinaciones a causa de mi ambición y mi debilidad. ¿Cómo he podido tener la suerte de obtenerla en tan poco tiempo? Sólo los grandes hombres pueden alcanzarla, y yo soy un pobre hombre que he realizado un esfuerzo despreciable para merecerla. ¿Cómo habría podido obtenerla en estas condiciones?.
Confundido y perplejo por estos pensamientos, no fue capaz de coger la preciada joya. Sin duda no estaba destinado a ser su dueño. Solo obtenemos lo que merecemos y en el momento en que lo merecemos. Aunque la joya celestial estaba ante él, aquel loco no pudo hacer nada con ella. La joya, al ser ignorada, desapareció. Los poderes psíquicos o siddhis proporcionan muchas cosas a quienes los buscan, pero después de haber destruido su sabiduría, huyen de su propietario con la misma facilidad con que vinieron. Y aquel hombre siguió practicando penitencias para conseguir la chintamani sin saber que ya la había encontrado y perdido. Era hombre esforzado y no abandonaba fácilmente una decisión. Después de algún tiempo, descubrió un trozo de vidrio que los seres celestiales arrojaron juguetonamente ante él, y pensó que aquella era la verdadera chintamani. Engañado, lo recogió del suelo muy complacido y alegre. Confiado en que con aquella joya podría alcanzar todo lo que quisiera, abandonó a su familia, sus posesiones y todo lo que tenía y se retiró al bosque. Allí sufrió lo indecible a causa de su insensatez. La vejez, la muerte y las mayores calamidades no son comparables a lo que sufrió aquel hombre por su engaño demencial. ¡De hecho, la locura es la responsable de todos nuestros sufrimientos y calamidades!.
¡La verdadera esclavitud es la insensatez, hombre santo! El esclavo loco, en su locura piensa que es libre. Aunque todo lo que existe en los tres mundo no es más que el ser, para el que está convencido de su ignorancia sólo es la proyección de su propia ignorancia.
Shikhidhvaja pidió:
¡Explícame el significado de esa historia, te lo ruego!
El joven Kumbha le dijo muy pacientemente:
El hombre instruido y acaudalado que fue al bosque en busca de la joya chintamani eres tú mismo. Conoces perfectamente las escrituras pero no has encontrado la paz. Chintamani es la renunciación total con la que se consigue todo lo que se desea. ¿Cómo podemos compararla con cualquier joya celestial? Has sido capaz de abandonar tu imperio y tus posesiones, has renunciado a casi todo y has venido a este bosque a hacer penitencias. Pero eso indica que hay una cosa a la que todavía no has renunciado: tu sentimiento del ego. Cuando el corazón abandona la mente y el movimiento del pensamiento, se produce la realización del absoluto, pero tu sigues obsesionado por el pensamiento de renunciación que tu propia renunciación ha provocado en ti. Y eso es justamente lo que te impide disfrutar de la dicha que proporciona la renunciación. El que lo abandona todo, no puede estar preocupado por nada. Si el viento puede mover las ramas de un árbol, este no puede considerarse totalmente inmóvil.
La mente no es otra cosa que esas preocupaciones, que son las que mueven realmente los pensamientos y reciben distintos nombres: nociones, conceptos, etc... Si estos pensamientos siguen actuando, ¿cómo podemos considerar que hemos renunciado a la mente, que sólo es esos pensamientos? Cuando la mente es agitada por los pensamientos y las preocupaciones, los tres mundos aparecen inmediatamente en ella. Mientras estos pensamientos sigan en pie, ¿cómo podemos hablar de una renunciación pura? Cuando tales pensamientos y emociones surgen en tu corazón, la renunciación lo abandona, como la chintamani abandonó a aquel hombre cuando no la reconoció. Puesto que no has conocido el verdadero espíritu de la renunciación y no lo has valorado de modo suficiente, él te abandona llevándose consigo tu libertad.
Cuando fuiste abandonado por la joya o por el espíritu de renunciación, encontraste un trozo de cristal, que son estas penitencias y todo lo que estás haciendo aquí, y comenzaste a apreciarlo a causa de tu ilusión. Para tu desgracia, has reemplazado la conciencia infinita, incondicional y libre, por la práctica de vanas penitencias que lamentablemente tienen un principio y un fin. El que abandona una joya de infinito valor por creer que la ha obtenido demasiado fácilmente y se dedica a la búsqueda de lo imposible, es un loco suicida con menos sesos que un cerdo. Caíste en la trampa de este bosque de la vida, por no esforzarte en mantener el espíritu de renunciación hasta el final. Abandonaste el palacio y todas tus posesiones, pero te esclavizaste a esta vida ascética y atroz. Ahora estás atormentado por el frío, el calor, el hambre, etc... y por tanto estás más esclavizado que cuando eras rey. ¡Pensaste con mente insensata que habías encontrado la chintamani cuando solo habías hallado un pedazo de cristal coloreado!.
¿Por qué no escuchaste, rey, las sabias palabras de tu esposa Chudala, que era una conocedora de la verdad? Ella conoce realmente el ser y no hay contradicción alguna entre sus palabras y sus hechos. Lo que ella te decía es la verdad, y merecía la pena ponerlo en práctica. Cuando oíste sus palabras, ¿por qué no conseguiste una renunciación total?
La verdadera renuncia o vairagya
Shikhidhvaja contestó abrumado:
Renuncié a mi reino, a mi palacio, a mi país y a mi esposa, ¿cómo dices que no renuncié a todo?
El joven brahmana contestó sonriendo:
La riqueza, la esposa, el palacio, el reino y la sombrilla regia, no eran realmente tuyos, querido rey. ¡Renunciar a todo eso no es renunciar a nada propio! Hay algo que tienes mucho más cerca y a lo que no has renunciado, esa es la verdadera renunciación o vairagya. Cuando renuncies totalmente a eso, sin reservas de ningún tipo, alcanzarás la iluminación.
Shikhidhvaja dijo entonces:
Si el reino y todo lo que había en él no era mío, abandonaré también este bosque y todo lo que hay en él.
El rey renunció mentalmente al bosque y a todo lo que le rodeaba. Pero como el brahmana le había dicho que esas cosas no eran suyas y no tenía ningún sentido renunciar a ellas, Shikhidhvaja pensó:
Sin duda esta humilde cabaña es algo que me pertenece, es mía. También la abandonaré.
Al pensar esto, limpió su corazón de la propiedad de la miserable cabaña y pensó de inmediato:
¡Ahora sí que he renunciado a todo!
Pero el joven brahmana le advirtió:
Todo eso tampoco era tuyo. ¿Para qué renuncias a ello? Todavía hay algo a lo que no has renunciado: eso es lo más importante. Si renuncias a ello, obtendrás la liberación.
Shikhidhvaja gimió angustiado:
¡Si la cabaña no era mía, abandonaré también mi bastón y la piel de ciervo en donde me siento a meditar!
Diciendo esto se levantó de su asiento y, bajo la compasiva mirada del joven brahmana, recogió todos los pobres utensilios que había en la cabaña e hizo un fuego con ellos, al que arrojó incluso su rosario, diciendo:
Ya estoy libre del pensamiento de que la repetición de los mantras es un rito sagrado y por tanto no te necesito para nada. Cuando la piel de ciervo y todo lo demás había quedado reducido a cenizas, dió su kamandalu (pequeña jarra de barro para beber agua) al joven brahmana, porque ese objeto no podría arder en la hoguera. Y se dijo a sí mismo:
He abandonado todo lo que se puede abandonar para no ser capturado de nuevo por el cepo de la ignorancia. Ya lo he quemado todo.
Después de hacer esto, Shikhidhvaja le dijo al brahmana:
¡Me has despertado, hijo de los dioses, y he abandonado todas las ideas que mantuve durante tanto tiempo! Ahora estoy firme en el puro y dichoso conocimiento del ser. La mente se ha soltado de todo lo que motivaba su esclavitud y permanece en equilibrio. He renunciado a todo. Estoy libre de la esclavitud. Estoy en paz. Soy feliz. He vencido. El espacio es mi vestido, el espacio es mi morada y yo soy como el espacio. ¿Hay todavía algo a lo que debo renunciar, hijo de los dioses?
El supuesto brahmana contestó muy lentamente:
Tú no has renunciado a nada, rey. ¡No te comportes, pues, como si estuvieras disfrutando de la dicha de la suprema renunciación! Todavía hay algo a lo que no has renunciado en absoluto, y es lo único que merece la pena abandonar. Cuando lo sueltes por completo y sin reservas, alcanzarás el estado supremo, libre de sufrimientos.
Shikhidhvaja dijo entonces muy confuso:
Solo me queda una cosa, hijo de los dioses, que es mi propio cuerpo, la morada de esas temibles serpientes que son los sentidos, formada por sangre, carne y huesos. También lo abandonaré y lo destruiré, si es preciso, para alcanzar la renunciación suprema.
Cuando estaba a punto de hacer lo que había anunciado, el joven brahmana le advirtió:
¿Por qué te empeñas ahora, rey, en destruir ese inocente cuerpo? ¡Abandona ese odio! Ese cuerpo atormentado por el ascetismo es estúpido e inerte, como las demás cosas que has quemado en la hoguera. No te preocupes por él, ni te molestes en destruirlo, porque tampoco es tuyo. El cuerpo seguirá siendo lo que es, inerte y necio como un montón de huesos. Siempre es movido y puesto en funcionamiento por otro poder o energía y no es responsable de las experiencias de placer y de dolor. Destruirlo tampoco significa la renunciación total de la que estamos hablando y si lo haces, estarás malgastando algo que te puede ayudar a lograr la verdadera renunciación. Si eres capaz de renunciar a lo que pone en movimiento ese cuerpo y lo agita sin cesar, habrás abandonado todas tus culpas y serás un supremo renunciante. Cuando se renuncia a eso, se renuncia a todo, incluido el propio cuerpo. En cambio, si ocultas temporalmente tus culpas y tus tendencias egoístas, que es lo que consigues matando el cuerpo, ellas volverán a surgir de nuevo más adelante.
Esa es la verdadera renunciación, porque esa es la causa de todo lo que hay y en donde habitan todos los objetos de este mundo.
Shikhidhvaja suplicó desesperado:
¡Díme, por favor, qué es eso a lo que debo renunciar!
El supuesto brahmana contestó con dulzura:
¡Cálmate, noble rey! La mente o chitta, que también recibe los nombres de jiva, prana y muchos más, que no es consciente ni inerte, es el responsable de este estado de confusión e ignorancia en el que surgen todas las cosas. Esta chitta o mente es la confusión misma, el ser humano, el mundo, todo. Es la semilla del reino, del cuerpo, de la esposa y de todo lo que crees poseer. Cuando se prescinde de esa semilla, se renuncia a todo lo que hay en el presente y a lo que habrá en el futuro.
El bien y el mal, el reino y el bosque, producen angustia en el corazón del que tiene mente y son pura felicidad para el que no la tiene. Como el árbol es agitado por el viento, el cuerpo es agitado por la mente. Las diversas experiencias de los seres, tales como la vejez, la muerte, el nacimiento y cosas por el estilo, no son más que modificaciones de esa mente. La mente es lo que algunos llaman buddhi (el entendimiento), otros llaman manas, otros sentimiento del ego, otros prana, y muchas cosas más. La renunciación total solo consiste en abandonar esa mente. Cuando se abandona la mente, la verdad se experiencia al instante, todas las nociones de unidad y diversidad desaparecen, y reina la paz.
En cambio, renunciando a lo que no consideras realmente tuyo, has creado una división en tu interior. Si uno renuncia a las cosas materiales, estas siguen existiendo en el vacío de la infinita conciencia. Cuando uno queda en el estado de total renunciación, como una lámpara sin combustible, resplandece con un brillo supremo. Aunque hayas renunciado al reino y a todo lo demás, sigues existiendo. Del mismo modo, cuando renuncies a tu mente, la conciencia infinita seguirá existiendo. Lo mismo que no has sufrido cambio alguno cuando has quemado todas las cosas que te rodeaban, cuando abandones tu mente tampoco habrá cambio alguno. El que ha renunciado a todo, no siente miedo a la vejez, ni a la muerte, ni a los demás acontecimientos de la vida. Esa es la suprema felicidad. Todo lo demás es sufrimiento e ignorancia. ¡OM! Capta esta verdad y haz lo que te plazca. En esta renunciación a la mente individual se halla la más elevada sabiduría, el autoconocimiento, como las joyas más valiosas descansan en el vacío del cofre. Por esta renunciación total, el Buddha Sakya Muni alcanzó el estado más allá de toda incertidumbre en donde reside firme y sin cambios. Por consiguiente, querido rey, después de abandonarlo todo, permanece en esa forma en la que ahora mismo te encuentras, abandonando incluso la idea de haber renunciado a todo, que es el estado de paz suprema.
Naturaleza de chitta
Shikhidhvaya preguntó entonces:
Por favor, explícame exactamente la naturaleza de chitta y cómo es posible deshacerse de ella para que no brote nunca más.
El brahmana Kumbha, que en realidad era Chudala disfrazada, contestó pacientemente:
La esencia o naturaleza de chitta son las vasanas, sutiles impresiones de las acciones pasadas que quedan a modo de tendencias latentes en nuestro corazón. De hecho, chitta y estas vasanas son realmente sinónimos. Renunciar a ellas es lo más fácil del mundo, más agradable que el gobierno de un reino y más hermoso que la más bella flor, aunque para un insensato es tan difícil renunciar a la mente como para un estúpido gobernar un reino.
La completa destrucción de la mente es la destrucción del samsara. Por consiguiente, desarraigar ese árbol cuya semilla es la idea de yo, que vive en el espacio del corazón con sus numerosas ramas, hojas y frutos.
El verdadero autoconocimiento o conocimiento del Yo es precisamente la semilla del árbol de la mente. Crece en el campo del ser supremo, que también es afectado por el poder ilusorio que conocemos como Maya. En ese campo aparece una división sujeto-objeto y entonces surge lo que denominamos experiencia. A partir de ahí, brota la facultad de determinación u objetivación de lo sensible, que se conoce como buddhi. Por supuesto no se trata de una forma distinta de aquel Yo inicial, pues solo es la forma desarrollada de aquella semilla. Su naturaleza (la de buddhi) es la conceptualización, que también puede ser conocida como mente o jiva.
El tronco de ese árbol es el cuerpo. El movimiento de su energía interior, que produce su crecimiento, es el efecto de las tendencias latentes o vasanas. Sus ramas, que son muy largas y se desplazan a enorme distancia, son las experiencias sensibles, que se caracterizan por ser y no ser al mismo tiempo. Sus frutos son la bondad y la maldad, el placer y el dolor, la felicidad y la desdicha.
Es un árbol nefasto. Tienes que procurar en todo momento talar sus ramas y cortar sus raíces, que tienen la misma naturaleza que las tendencias latentes, los conceptos y las percepciones. De ellas cuelgan los frutos de estas operaciones mentales que, como hemos dicho, son agradables y desagradables. La destrucción de estas ramas y sus frutos es secundario, lo esencial es cortar sus raíces.
¿Cómo podemos desarraigar totalmente este árbol? Por la continua indagación de la naturaleza del ser, que se expresa con la pregunta: ¿Quién soy yo? Esta indagación es el fuego que consume las semillas y las raíces del árbol conocido por el nombre de chitta.
La ilusión del mundo objetivo se consolida con su repetida afirmación. Solo comprendemos la verdad cuando somos capaces de despejar nuestra ignorancia, solo entonces se manifiesta el estado original del ser. Tú mismo eres el ser supremo. Ese cuerpo y esas formas se han manifestado a causa de la ignorancia y el conocimiento erróneo. Todas las criaturas del mundo no son más que apariencias, como el agua de un espejismo. Y esas decepcionantes apariencias se disuelven en cuanto nos preguntamos por su verdadera naturaleza.
Brahman o el ser supremo es uno y sin segundo, sin causa y sin efectos. No tiene motivo alguno para actuar ni para crear nada en absoluto. Por tanto no hay causa para tal creación ni, por consiguiente, para la existencia de un creador.
Tal cosa como la creación no existe. Tú no eres agente de ninguna acción ni disfrutador de experiencia alguna. Tú eres todo lo que hay, siempre en paz, no nacido y perfecto. Puesto que no hay razón alguna ni motivo para la creación, no puede haber un objeto como lo que llamamos mundo: este mundo aparente no es más que una ilusión.
Cuando la objetividad del mundo se contempla como algo irreal, ¿en qué consiste su apariencia y quién la sufre? Cuando no hay experiencia tampoco hay experimentador o sentimiento del ego. En ese momento eres puro y libre, la esclavitud y la liberación son meras palabras sin sentido.
Iluminación de Shikhidhvaya
Shikhidhvaya exclamó sinceramente sorprendido:
¡Señor, tus sabias y bien argumentadas razones me han despertado por completo! ¡Saludo a mi ser, como único objeto de mi propia conciencia!
Después de despertar espiritualmente, Shikhidhvaya entró en profunda meditación, de la que fue suavemente sacado por Kumbha, que le dijo:
Ya has sido debidamente despertado e iluminado, querido rey. Ahora tienes que hacer lo que hay que hacer, sin preocuparte para nada de que esta visión del mundo cese o continúe ante ti. Cuando la luz del ser se ha visto una sola vez, estás completamente libre de modificaciones mentales y permaneces liberado para toda la vida.
Shikhidhvaya, radiante por el autoconocimiento, reclamó del brahmana Kumbha un conocimiento más profundo todavía:
Si la realidad es una, indivisible e infinita conciencia, ¿cómo puede surgir en ella esta aparente división del espectador, lo visto y la visión?
El fingido Kumbha respondió de nuevo:
Todo lo que existe en este universo desaparecerá al fin de este ciclo, y solo quedará la esencia, lo que no es luz ni oscuridad, sino la pura conciencia que es la paz suprema e infinita. Está más allá de toda comprensión lógica e intelectual. Eso es Brahman o el nirvana, más pequeño que lo más pequeño, mayor que lo más grande y mejor que la más suprema excelencia. ¡Comparado con ello, lo que ahora ves solo es una partícula ridícula e infinitesimal!
Lo que no tiene causa y es indescriptible no puede ser causa de otro, nada puede nacer de ello. En el Brahman absoluto no hay creación alguna. Los términos mundo y ego no responden a realidad alguna. Este mundo objetivo, con esta forma o cualquier otra, solo existe en la conciencia infinita como las distancias solo existen en el espacio vacío sin ser sustancialmente distintas de él.
Cuando se comprende bien la realidad de este mundo, se descubre y se realiza en profundidad como el ser supremo. Una vez entendido esto, el veneno se transforma en néctar. Mientras no se comprende bien, es un mundo de sufrimiento y dolor. La conciencia solo es aquello que cree ser y cuando se ve a sí misma como un cuerpo y un mundo se engaña totalmente.
En este mundo el ser supremo brilla como lo que es, y todas las cuestiones sobre el mundo y el ego carecen de sentido. El mundo y el sentimiento del ego carecen de una existencia independiente del ser supremo. Esta ilusión objetiva ha sido producida por la energía de Brahman al combinar los cinco elementos, pero la conciencia permanece como conciencia y solo es comprendida y realizada por la conciencia. Puesto que no hay existencia material, tampoco existe el pensamiento. No hay un ego que ve el mundo, ni un mundo visto por el ego. Permanece firme en la paz y en el equilibrio, libre de tendencias mentales, sin preocuparte de si estás vivo o muerto, dentro de un cuerpo o fuera de él. Si se comprende la realidad de Brahman, no hay lugar para la ansiedad ni las preocupaciones.
Lo que conocemos como mente solo es el infinito Brahman, aunque la ignorancia de su verdadera naturaleza nos hace concebirlo como sujeto separado de su objeto. La mente no es otra cosa que un haz de pensamientos que determinan y dividen la verdad. Pero tal división implica y supone una divisibilidad que de hecho no existe, ya que la conciencia infinita es incapaz de dividir y limitar. Desde el punto de vista de la conciencia infinita, el fenómeno más sutil solo es un reflejo de la conciencia misma, y no hay un mundo fenoménico ni una mente que perciba ese mundo. Solo la ignorancia del ser nos hace ver todo esto como un mundo, desde una mente cuyos límites y determinaciones son falsos. Todo esto es la indivisible e indeterminable conciencia infinita, el reflejo de Brahman. No es la mente la que ve el universo, es el propio Brahman quien se conoce a sí mismo como universo y, durante un instante, se manifiesta como tal. La mente que cree ver esto no existe.
Shikhidhvaya exclamó:
Mi ilusión se ha desvanecido por completo. Por tu gracia he alcanzado la sabiduría. Mis dudas han desaparecido. Ahora sé lo que conozco. He cruzado el océano de la ilusión. Estoy en paz y la idea de "yo" no es para mí más que un puro pensamiento, y no el sentimiento de un ego individual actuante.
El joven Kumbha advirtió, no obstante:
Permanece en paz interior y ocúpate de las tareas que van surgiendo en cada momento, sin ninguna deliberación o volición por tu parte. Todo esto no es más que Brahman, que solo es paz. "Yo" y "mundo" son palabras sin sustancia. Cuando se comprende su insustancialidad, lo que ahora ves como mundo lo realizarás como Brahman. La idea "yo soy" da lugar a la esclavitud y la autodestrucción, es la fuente de toda angustia. La comprensión "yo no soy" conduce a la liberación. La propia esclavitud y la liberación tampoco son otra cosa que conceptos o ideas. La que es consciente de estas ideas es la conciencia infinita, lo único que realmente es. Cuando brota la conciencia pura, sin determinaciones, todos los pensamientos desaparecen. En la conciencia pura no rige la causalidad y por tanto no hay creación ni objetos creados. Cuando faltan los objetos, no hay percepción objetiva, ni el correspondiente sentimiento del ego que percibe esa experiencia. El que contempla el universo sin intervención de la mente está contemplando la verdad. Esta visión se conoce como nirvana.
La existencia del mundo como algo independiente es como el agua de un espejismo. El estado de confusión en el que esa irrealidad parece real se conoce como mente, que solo es ignorancia y desconocimiento de la verdad. El conocimiento correcto es el autoconocimiento y la autorrealización. La profunda comprensión de que el universo no es conciencia pura, sino la conciencia en movimiento que es conocida como mente, produce su inmediata autodestrucción, del mismo modo que la convicción de que el agua del espejismo no es agua real produce la perfecta comprensión del espejismo como tal espejismo.
Cuando se comprende que la mente es inexistente, se ve que el sentimiento del ego y el resto de sus funciones tampoco existen. Sólo existe una cosa: la conciencia infinita. Cuando cesan los pensamientos, se desvanece la falsa noción de mente. No existo yo ni los demás, ni tú ni todos los que nos rodean. Nadie en los tres mundos ha nacido ni muerto jamás. No hay unidad ni pluralidad, ni ilusión ni confusión de ninguna clase. Nadie se desarrolla ni perece, todas las cosas, incluso la energía que se manifiesta como deseo o aversión, son tu propio ser.
Espero que hayas despertado interiormente, que conozcas lo único que vale la pena conocer y veas lo único que merece ser visto.
Shikhidhvaya contestó emocionado:
Señor, por tu gracia he descubierto el estado supremo de conocimiento. ¿Cómo es posible que haya tardado tanto en comprender todo esto?
El falso Kumbha le dijo entonces:
Solo cuando la mente está completamente tranquila y uno ha abandonado sinceramente el deseo de placer, despojando a los sentidos de su propiedad de colorear y ocultar la realidad, pueden comprenderse correctamente las palabras del maestro. Eso no significa que los esfuerzos previos hayan sido inútiles, pues han facilitado tu maduración espiritual y te han permitido hoy destruir todas las impurezas. Cuando uno se ha liberado de todas las tendencias mentales, las palabras del maestro penetran en lo más profundo de nuestro corazón, como una flecha atraviesa el tallo del loto. Ahora has alcanzado el estado puro, mis palabras han conseguido iluminarte y tu ignorancia se ha despejado por completo.
Tu karma residual ha sido destruido por el satsanga (compañía de los sabios). Hasta este momento, a fuer de ignorante, estabas saturado de los conceptos de "yo" y "mío". Ahora que la mente ha sido arrojada fuera de tu corazón en virtud de mis palabras, has despertado por completo, porque la ignorancia perdura en tanto que la mente funciona unida al corazón. Ahora estás liberado, iluminado. Permanece en la infinita conciencia, libre de sufrimiento, de preferencias y de apegos.
Sobre satva, la no mente o mente pura
Shikhidhvaya exclamó:
Señor. ¿la persona liberada tiene también una mente? Si no es así, ¿cómo puede vivir y actuar sin mente?
El fingido brahmana respondió sonriendo:
En verdad los liberados carecen de mente, pues lo que se conoce como mente son las densas tendencias mentales que conducen a nuevos nacimientos y los liberados carecen de ellas. Los iluminados viven con ayuda de una mente no condicionada por dichas tendencias que no les conduce a una futura reencarnación, sus acciones no dejan huella (karma). La mente inerte e ignorante es mente en sentido estricto; la mente del iluminado se conoce como satva, pura luz de conciencia sin objetos iluminados y por ende sin huellas de tales objetos. El ignorante vive y actúa en su mente y desde la mente. Los liberados viven y funcionan desde esta luz (satva) y no desde la mente.
En virtud de tu suprema realización, has alcanzado el estado de satva, es decir, una mente incondicionada. Tu mente se ha purificado como el espacio infinito y has alcanzado el estado de total ecuanimidad que es la suprema perfección. Esa es la renunciación total, en la que todo es abandonado sin dejar huella.
¿Qué clase de felicidad puede alcanzarse con las más arduas penitencias? La suprema felicidad solo se alcanza por la total ecuanimidad. El que no posee el autoconocimiento intenta conseguir un tenue placer practicando ciertos rituales sagrados. ¡El que no dispone de oro debe conformarse con joyas de cobre!
En cierta época, querido rey, pudiste alcanzar fácilmente la sabiduría con ayuda de Chudala. ¿Por qué tuviste que caer en estas inútiles penitencias sin sentido? Puesto que tienen un principio y un fin, solo pueden brindar una felicidad pasajera, aunque en cierto modo estas penitencias te han conducido al despertar espiritual que ahora disfrutas. Las penitencias y los ritos sagrados son solo métodos indirectos, ¿por qué no recurrir al método directo del autoconocimiento?
Todo lo que causa sufrimiento en estos tres mundos, querido rey, solo surge de los deseos y esperanzas de la mente. Si permaneces firme en el estado de ecuanimidad permanecerás siempre en lo eterno.
Después de decir esto y mientras el rey buscaba flores para adorar al joven brahmana, Kumbha desapareció de su vista. Reflexionando sobre sus palabras, Shikhidhvaya entró en profunda meditación, completamente libre de deseos y expectativas, y firmemente instalado en el estado de ecuanimidad. Mientras tanto, Chudala abandonó su disfraz, volvió al palacio y siguió dirigiendo los asuntos del reino con su propio aspecto femenino.
Reflexiones de Chudala
Al tercer día volvió donde estaba Shikhidhvaya y observó con placer que seguía sumido en meditación. Entonces pensó:
Debería hacerle volver a la conciencia objetiva, ¿por qué ha de abandonar ahora su cuerpo? Que gobierne su reino durante algún tiempo, y más tarde abandonaremos los dos este cuerpo. Las instrucciones que le he dado no han caído en saco roto. Por la práctica del yoga le mantendré despierto y alerta todo este tiempo.
Rugió como un león una y otra vez, pero su esposo no abría los ojos. Empujó su cuerpo contra el suelo, pero él seguía inmerso en samadhi. Chudala pensó:
¡Desgraciadamente, está completamente absorto en el ser! ¿Cómo podré devolverle a la conciencia corporal? Por otro lado, ¿por qué he de hacerlo? ¡Le dejaré que abandone su cuerpo y abandonaré también el mío!.
Cuando se estaba preparando para abandonar su cuerpo, todavía pensó:
Antes de dejar mi cuerpo, quiero ver si en el suyo queda alguna vasana. Si es así, puedo despertarlo y viviremos algún tiempo como sabios liberados. Si carece por completo de vasanas y ha alcanzado la liberación final, abandonaré mi cuerpo con él.
Examinó su cuerpo y encontró huellas de su individualidad todavía presentes. El cuerpo de Shikhidhvaya estaba libre de movimientos mentales, pero todavía poseía rastros de satva y por eso no se disolvían sus elementos materiales. Al darse cuenta de ello, Chudala decidió entrar en la omnipresente conciencia cósmica y despertar aquel cuerpo.
Chudala abandono su propio cuerpo y penetró en el satva de Shikhidhvaya, agitándolo ligeramente para despertar su conciencia corporal. Después volvió a entrar en su cuerpo, convenientemente transformado en el del joven Kumbha, y comenzó a cantar himnos védicos. Al oírlos, el rey volvió a su estado de vigilia y contempló frente a él al joven brahmana. Se sentía muy dichoso y dijo a Kumbha:
Afortunadamente, he recuperado mi conciencia y tú has vuelto junto a mí a otorgarme tus bendiciones.
Kumbha respondió:
Aunque te he abandonado temporalmente, mi mente ha estado junto a ti todo el tiempo.
Shikhidhvaya dijo entonces:
Me considero absolutamente dichoso porque desees estar conmigo a pesar de ser un sabio iluminado y perfecto. Te lo ruego, ven a vivir conmigo al bosque.
El joven Kumbha replicó:
Díme, ¿te han asaltado ideas de diferencia o infelicidad? ¿Sientes todavía algún anhelo de felicidad no alcanzada?
Shikhidhvaya respondió al instante:
Por tu gracia, he alcanzado el otro lado del samsara y he conseguido todo lo que se puede conseguir. Solo existe el ser, y yo no deseo ninguna cosa conocida ni ignorada, como tampoco deseo alcanzar ni rechazar nada en absoluto, ni siquiera el puro satva. Permanezco en un estado incondicionado como el espacio infinito.
Después de estar unas horas en aquel lugar, el rey y el falso Kumbha se internaron en el bosque y deambularon en total libertad durante ocho días. Kumbha sugirió luego que podían ir a otro bosque y el rey accedió de buen grado. Llevaban una vida sencilla. En sus corazones no brotaba ninguna idea de posesión o rechazo. En poco tiempo, el rey adquirió una belleza tan radiante como la de Kumbha.
Revelación de Chudala
A fin de probarle, Chudala hizo uso de sus poderes mágicos para que Shikhidhvaya contemplara frente a él a Indra, el rey de los dioses, acompañado de los seres celestiales. Sin asustarse por tan sorprendente aparición, el rey rindió culto a estos seres divinos y preguntó a Indra:
¿Qué he hecho para merecer esta bendición y ser digno de que os molestéis en aparecer ante mi humilde persona?
Indra respondió:
Hombre santo, hemos sido irresistiblemente traídos a tu presencia. En el cielo ya se canta tu gloriosa historia. Ven con nosotros al cielo, los seres celestiales que han escuchado tus méritos quieren conocerte. Te ruego que aceptes este emblema celestial que te permitirá atravesar el espacio como los sabios perfectos. Los seres liberados como tú no pueden rechazar esta felicidad que les sobreviene sin pretenderlo. Deja que tu presencia purifique el cielo.
Shikhidhvaya dijo a su vez:
¡Conozco las condiciones de vida en el cielo, Indra! Para mí el cielo está en todas partes y en ninguna. En cualquier sitio soy feliz porque no deseo nada en absoluto. Me siento incapaz de ir al cielo que tú ubicas en un lugar determinado. ¡No soy capaz de cumplir tu petición!.
Indra insistió y Shikhidhvaya permaneció en silencio.
Cuando Indra se disponía a partir, el rey añadió:
No voy ahora contigo porque todavía no es el momento.
Después de bendecir al rey y al falso Kumbha, Indra y su comitiva celestial desaparecieron de su vista.
Chudara, que había asistido a esta visión mágica, se dijo para sus adentros:
Afortunadamente el rey ya no se siente tentado por los placeres. Aunque aparentemente el propio Indra le ha visitado y le ha invitado al cielo, el rey ha permanecido inafectado y puro como el espacio.
Encantada con las reacciones de su esposo, abandonó su apariencia para tomar su forma original de Chudala. Shikhidhvaya exclamó sorprendido al verla:
¿Quién eres tú, encantadora mujer, y cómo has llegado hasta aquí? ¿Cuánto tiempo llevas a mi lado? ¡Te pareces mucho a mi esposa!
Chudala contestó al momento:
En efecto, yo soy Chudala. Desde el día en que abandonaste de forma insensata tu reino para hacer penitencias en el bosque, me he preocupado por tu despertar espiritual. Asumí la forma de Kumbha para instruirte. Ahora ya estás completamente despierto y sabes todo lo que hay que saber.
Al oir esto, Shikhidhvaya entró en meditación profunda y vió en su interior todo lo que había sucedido desde que abandonó por primera vez su palacio. Su amor por Chudala creció de forma incontenible y recuperando su conciencia corporal abrazó tiernamente a su esposa con más fervor del que se puede describir. Sus corazones desbordaban de amor y permanecieron un rato en un estado supraconsciente. Luego, Shikhidhvaya dijo a Chudala:
¡El amor de una esposa querida es más dulce que el néctar! ¡Cuántos pesares y disgustos has sufrido por mi culpa! El camino que has utilizado para redimirme del océano del sufrimiento no puede compararse con nada. Conozco muchas esposas ejemplares en nuestra tradición, pero ninguna puede compararse contigo. Las superas en todas las virtudes y nobles cualidades. Te has esforzado de forma inconcebible para que alcance la iluminación. ¿Cómo podré recompensarte? Si las mujeres amaran así a sus maridos, por su amor serían capaces de conseguir lo que los maestros, los mantras y las escrituras no pueden alcanzar. La esposa debe ser todo para el esposo: amiga, hermana, amante, sirviente, maestra, compañera, riqueza, sabiduría y felicidad. Una esposa así debe ser continuamente adorada y bendecida por su esposo. ¡Querida Chudala, eres la más grande de las mujeres de este mundo!
Al decir esto, Shikhidhvaya volvió a abrazar amorosamente a Chudala, que le dijo:
Señor, cuando ví que perdías el tiempo en inútiles penitencias, sentí mucha pena. Estar a tu lado y ayudarte a despertar, me sirvió de consuelo. Para mí ha sido un placer ayudarte. No tiene ningún mérito ni merece tu agradecimiento.
Shikhidhvaya contestó:
¡Ojalá desde ahora todas las esposas disfruten despertando espiritualmente a sus maridos, como has hecho tú!
Chudala dijo:
Ya no veo en ti aquellos mezquinos deseos, sentimientos e ideas que te atormentaban hace años. Por favor, díme quién eres en este momento, qué es lo que ves y dónde estás establecido.
Shikhidhvaya respondió con dulzura:
Querida, permanezco en lo que tú misma has sembrado en mi interior. No tengo apegos de ningún tipo. Soy como el infinito espacio indivisible. Estoy en paz. Estoy libre de ilusión y de confusión. No experimento dolor ni alegría. No puedo decir "Esto es" o "Esto no es". Me siento libre de todas las envolturas corporales y disfruto de un bienestar interior difícil de describir. ¡Sólo soy lo que soy! Es muy difícil expresarlo con palabras. Tú eres mi maestro, querida mía. Te saludo y me inclino ante ti. Por tu gracia, amada mía, he cruzado el océano del samsara y no volveré a caer en el error.
Chudala le dijo:
En tal caso, ¿Qué quieres hacer ahora?
Shikhidhvaya respondió inmediatamente:
No conozco mandatos ni prohibiciones. Sé que todo lo que hagas estará bien hecho. Haz lo que prefieras y yo te seguiré.
Chudala dijo entonces:
Señor, ahora estamos instalados en el estado de los sabios liberados. ¿Qué utilidad puede tener para nosotros la práctica del pranayama o de cualquier otro medio de liberación? Deberíamos ser lo que fuimos al principio y lo que hemos sido en todo momento: el rey y la reina. Volvamos a nuestro reino y compórtate como un gobernante sabio, firme y generoso.
Al día siguiente, con el poder de su pensamiento Chudala materializó un gran recipiente que contenía agua sagrada de los siete océanos. Con este agua bañó a su esposo y lo coronó emperador del mundo, diciendo:
¡Quiero que tengas la belleza de los ocho protectores divinos del universo!
Acto seguido, el rey coronó a Chudala como su reina y le sugirió que creara un poderoso ejército con su mágico poder. Ella así lo hizo. Encabezado por la real pareja, montada sobre el más temible de los elefantes, el gran ejército caminó hacia su reino. Por el camino, Shikhidhvaya mostró a Chudala varios lugares en donde había vivido en su época de asceta. Cuando llegaron a las proximidades de su reino, fueron recibidos con gran alegría por sus habitantes.
Asistido por Chudala, Shikhidhvaya gobernó el reino durante muchos años, y después alcanzó el nirvana sin retorno. Viviendo como el más afamado de los reyes, consumió los menores residuos de su satva y luego alcanzó el estado supremo. Sigue su ejemplo. Ocupándote de tu actividad cotidiana y espontánea, puedes alcanzar la liberación final.