Discursos dados por Sai Baba
{SB 57} Lluv. 6 (31 disc. 1979)
( Impreso en castellano en Lluvias de verano Tomo 6 cap. 15 ) El Yoga de la Meditación (Dhyana Yoga) 1979 ¿Cómo podría pensar en vencer a sus enemigos externos aquel que se rinde ante los internos? El hombre se vuelve bendito cuando aprehende la Verdad. La mente recibe su nombre sánscrito de Manas debido a que está continuamente enfrascada en el proceso de Manana o pensar. Los impulsos son generados en la mente. Es frecuente, sin embargo, que la mente se vea desviada por impulsos en conflicto que se generan en ella. La voluble naturaleza de la mente actúa como un impedimento para el progreso espiritual del hombre y es por ello que resulta imperativo que cada aspirante espiritual logre control sobre su mente, si anhela bañarse en el deleite de su Alma. La mente viaja con mayor velocidad, incluso que la del viento. En la misma forma en que tenemos que aplicar los frenos para detener un vehículo que va a gran velocidad, así también debemos refrenar el flujo de nuestros pensamientos. Arjuna le rogó a Krishna que le enseñara el arte del control mental, en respuesta a lo cual Krishna se explayó sobre el tema. La mente es fuerte y poderosa. Lleva en sí las tendencias acumuladas a través de innumerables nacimientos y, debido a ello, trata de conseguir el dominio sobre el Alma. Es obvio que con una mente así que está frenética de deseos, le resulta imposible al hombre alcanzar la Divinidad. La mente es como una abeja. Pese a que el tamaño de una abeja es reducido, puede abrirse paso a través de la madera e incluso a través del cuerpo humano, como sucediera en el caso de Karna. Esta abeja, sin embargo, cuando se posa sobre un loto para libar la dulce miel que contiene, queda atrapada entre los delicados pétalos de la flor cuando ellos se cierran sobre ella, y le es imposible escapar. De manera similar, el intento que hagamos por conquistar a la mente será inútil a menos que la dirijamos hacia la forma de Loto del Señor, en donde quedará eternamente atrapada. El capítulo sexto del Gita se titula "El Yoga del control del Alma. Esta constituye una denominación errónea, ya que no resulta necesario ni posible controlar a esta inmaculada y eterna encarnación de la Verdad que es el Alma. En este capítulo del Gita se ha hecho uso de la palabra Alma para significar a la mente. En el Yoga del control del Alma se trata en detalle del arte del control mental. Y aquí se menciona al Dhyana o meditación como el principal medio para lograr el control sobre la mente. En este Yoga, Krishna enfatiza la necesidad de mantener una absoluta limpieza en el lugar en el que se practique la meditación. Mas no es ni vuestra casa ni la selva las que habrán de ser conservadas pulcramente aseadas, sino el entorno inmediato del lugar en que vayan a practicar la meditación. El individuo mora en el cuerpo, en tanto que el Señor reside en el corazón. Por ende, como la meditación no se lleva a cabo en el medio exterior sino dentro del corazón puesto que se trata de un proceso interno lo vital consiste en liberar al corazón de impurezas para convertirlo en una morada apropiada para Dios. En la vida diaria, cuando tenemos que sentarnos en alguna parte, elegimos un lugar aseado y cubrimos el suelo con un pañuelo o un diario. Si ponemos este cuidado en ubicar un lugar limpio para sentarnos, cuánto más importante será mantener limpio el corazón para sentar en él al Señor y alcanzar así el propósito de la meditación. La necesidad de que el hombre limpie su corazón nace del hecho de las manchas de "tamas" y de "rajas", la inercia y la pasión, que han estado asociadas con él a lo largo de varios nacimientos. Hay tres estados que se relacionan con la mente: vacío, atracción simultánea de múltiples pensamientos y la unidireccionalidad centrada. Estos tres estados se refieren a los tres gunas que existen en el hombre y también surgen de ellos. La indolencia o tamo guna produce un vacío en la mente, el rajo guna o cualidad que induce a la acción animada, provoca en la mente el vagar de un punto al otro. El satva guna o la cualidad que fomenta los aspectos sagrados de la vida humana, aquieta la mente en una contemplación centrada y puntual. Resulta de ahí que únicamente aquellos que poseen el satva guna pueden dedicarse con facilidad a la meditación. Cuando nos referimos a la meditación, hay tres cosas implícitas: en primer lugar, está la persona que medita: el dhyata; en segundo, el objeto de la meditación: el dhyeya, y en tercero, está el proceso mismo de la meditación: el dhyana. En la verdadera meditación, estos tres deberían fusionarse. La persona que medita debería identificarse por completo con el objeto de la meditación y debería perder la conciencia incluso del hecho de estar meditando. Cuando medita, su atención debería fijarse hasta tal punto en el objeto de la meditación, como para que llegue a perder su propia identidad y a olvidar también su compromiso en la acción de la meditación. Es frecuente que se interprete equivocadamente la "meditación" pensando que es lo mismo que concentración. La concentración es algo esencial para las percepciones sensoriales comunes y es algo que debemos utilizar para llevar a cabo los actos más comunes y rutinarios. Por ejemplo, nos concentramos cuando leemos un libro, escribimos una carta, conducimos un coche o comemos nuestro alimento. La concentración se produce naturalmente en el proceso de percibir a través de los cinco sentidos y no se requiere para ella ningún esfuerzo en particular ni ninguna práctica especial. Por lo tanto es incorrecto hacer equivaler a la concentración con "meditación", en la cual sobresalen únicamente los adeptos espirituales. La meditación es un proceso que se produce en un plano muy superior al de la percepción sensorial humana. Tratándose de un proceso mental que involucra ver a través de los sentidos, se podría considerar a la concentración como situada por debajo o dentro del ámbito de los sentidos, en tanto que la meditación se sitúa más allá o por encima del mundo de los sentidos. Si la meditación fuera tan fácil como la concentración, los grandes rishis (santos) del pasado no habrían necesitado practicar austeridades rigurosas ni someterse a innumerables dificultades en lo profundo de las selvas. Lamentablemente, sin embargo, hoy en día, debido a la influencia de Kali (la Era del Mal) la meditación, que constituye el sagrado medio para lograr la unión con Dios, ha llegado a ser considerada como una alternativa similar a la aspirina para curar un dolor de cabeza... ¡Qué desaire representa esto para la cultura india! Para quien desee practicar la meditación, resulta aconsejable que tome una luz como objeto de su meditación y no una forma de la Divinidad, como la de Rama, Krishna o Iswara, porque también estas formas están sujetas a cambios y perecen en última instancia. La luz no perece ni cambia. Además, una llama puede encender millones de otras sin extinguirse y es, por ende, inagotable. En este proceso de la meditación en la luz, la progresión debe ir de la inquietud a la serenidad y de la serenidad al Resplandor Divino. Uno habrá de sentarse con las piernas cruzadas y la espalda erecta, para asegurar un fluir fácil de la fuerza divina desde el Muladara Chakra (centro energético inferior) al Sahasrara Chakra (centro energético superior), a través del Sushumna Nadi (columna vertebral). El aspirante deberá fijar su mirada en la suave llama e ir gradualmente cerrando los ojos, absorbiendo o transfiriendo la llama hacia su corazón, por así decirlo. Entonces, habría que imaginar como si el loto del corazón estuviera abriéndose en una resplandeciente belleza, que disipe con su radiante brillo las fuerzas oscuras de la vida. Entonces, uno habría de imaginar que de su corazón así iluminado, salen rayos de luz para bañar gradualmente todas las partes del cuerpo, inundándolo todo con luz e imbuyéndolo de santidad y pureza. Como esta luz ha bañado sus manos, el individuo no deberá ya llevar a cabo ningún acto inicuo; como brilla en sus ojos, no puede dirigirlos hacia vistas indeseables. Del mismo modo, como la luz ha bañado sus oídos, no habrá de prestar atención a malas conversaciones. Tampoco sus pies habrán de tomar por sendas impías, puesto que han sido llenados por la luz. Es así que este tipo de meditación ayuda a ennoblecer al hombre y a que escale con firmeza hasta grandes alturas espirituales. Si mantenemos ocupada a la mente por este medio, llevando luz a todas las partes del cuerpo, no andará errante y se mantendrá estable. Todo el proceso toma entre veinte a treinta minutos para completarse. Este tipo de meditación no ha de considerarse como un ejercicio de la fantasía. No cabe duda de que la imaginación participará en un comienzo, pero con la práctica constante se convertirá en una poderosa onda de pensamiento que creará una impresión indeleble en el corazón, conducente a la unión con Dios. La meditación no debiera terminar con el individuo visualizando la luz en sí mismo. Habrá de verla en sus amigos y parientes e incluso en sus enemigos. Habrá de ver a la Creación toda bañada en la resplandeciente Luz de la Divinidad. Esto debe llevarle a vivir una vida llena de Amor y de felicidad. Si lo desearan, en las etapas iniciales pueden imaginar la forma de Dios que veneren dentro de la llama en la que meditan. Sin embargo, habrán de darse cuenta de que, tarde o temprano, la luz habrá de disolver la forma. No deben tratar de confinar a la Divinidad a ninguna forma en particular; deben ver a Dios en su forma todo penetrante, como el Uno que reside en el corazón de todos los seres divinos. Algunos creen que sólo Rama, Krishna y Sai Baba son Dios. Esto no se puede atribuir más que a la ignorancia. También ustedes son Dios. Y es para hacerles tomar conciencia de que todos los seres son Divinos, que todos son encarnaciones del Ser Supremo, que Dios viene como Avatar. Yo he asumido esta Forma para hacer que todos ustedes se den cuenta de su Divinidad innata. Y ustedes habrán de lanzarse con alegría y ardor hacia la vida espiritual, al reconocer este propósito de cumplir con la misión por la cual vienen los Avatares. Hay seres que se fingen ebrios de divinidad y que dan la impresión de encontrarse a punto del estado trascendental del Samadhi (Bienaventuranza), pero tan pronto se les para un mosquito o una hormiga en el cuerpo, ¡reaccionan instintivamente para matar al pobre insecto! Hay otros que se sientan tranquilos a meditar por un minuto y luego, ¡le gritan de inmediato a sus sirvientes por una nimiedad! Nada de esto debería ser la actitud de quien desea meditar sinceramente. A Ramana Maharshi se le preguntó una vez sobre la duración del período en que habría de meditarse diariamente. El sonrió y respondió que uno debía meditar hasta que se olvidara de lo que está haciendo. Hemos de proceder a la meditación de manera nada ostentosa y sin ser observados por nadie. Los pescados se venden en el mercado por montones, los diamantes, en cambio, se guardan celosamente en la tienda del joyero y se muestran únicamente a los clientes dignos. De manera similar, si nos sentamos a meditar en cualquier lugar, indiscriminadamente, llamando la atención pública, estaríamos reduciendo la meditación a un exhibicionismo barato. Krishna le dijo a Arjuna que uno habría de estar solo mientras medita. El cuerpo no debe tocar la tierra ni tampoco otro cuerpo. Esto se debe a que el contacto con la tierra hace que el individuo descargue y pierda la divina corriente que se genera en él durante la meditación. La meditación logrará más sentido si son restringidos los deseos. Un mínimo de equipaje resulta más cómodo y hace más placentero el viaje. Menos deseos hacen que el viaje de la vida se facilite y sea más feliz. |