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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Los primeros turistas

Los primeros turistas *

 

 

 

 

Marco A. Almazán

 

Fue hacia el año 25,000 antes de Cristo que los habitantes de Ulan Bulak —un floreciente estado que se extendía a orillas del lago Baikal, entre Mongolia y Siberia— empezaron a interesarse en los viajes al extranjero, especialmente cuando las compañías de transportes decidieron ofrecer excursiones mediante un corto enganche y cómodos abonos mensuales.

 

En las losas que servían de periódicos, aparecían grandes e incitantes anuncios desplegados: "Viaje Ahora y Pague Dentro de Dos Milenios", "Sacúdase el Complejo de no Conocer los Continentes Surgidos Durante el Plioceno", "El Oriente le Espera con los Volcanes Abiertos"... Para los ciudadanos de Ulan Bulak, el Oriente —como habrá adivinado el sagaz lector— era nada menos que América: un hemisferio virgen, libre de "smog", de embotellamientos de tránsito, de manifestantes, de centrales obreras, de falsificadores de títulos agrarios, de radios de transistores, de telenovelas, de oficinas gubernamentales. En fin, una delicia de continente.

 

No es de extrañar, por lo tanto, que la familia de los Ul Mec, una de las más antiguas y respetables de Ulan Bulak, decidiera empeñar hasta el último pedernal para inscribirse en una de estas excursiones. Los atraía principalmente la llamada "Vacaciones en Patagonia", que por un módico pago inicial y letras hasta el final de la época cuaternaria, ofrecía un fantástico recorrido a todo lo largo del nuevo continente, desde el helado estrecho de Behring (que en aquellos tiempos no era estrecho, sino lo suficientemente ancho para que pudieran pasar por él los grupos turísticos), hasta los imponentes picachos de la Tierra del Fuego, en el extremo meridional de hemisferio.

 

La gira, con todos los gastos pagados, incluyendo propinas, comprendía una temporada de esquí en Alaska y las Montañas Rocallosas; cacerías de bisontes en las planicies de Texas; una rápida visita a Disneylandia y luego el maravilloso recorrido a través de lo que, andando el tiempo, sería México lindo, con escalas en Pátzcuaro, Xochimilco y Acapulco. La segunda etapa incluía las risueñas tierras de Centroamérica, con sus trámites de aduana y migración cada quince minutos, para luego seguir a lomo de llama y de guanaco a todo lo largo de la cordillera de los Andes. Por una moderada suma adicional, los excursionistas tenían derecho a cruzar la selva amazónica para asistir al carnaval de dinosaurios en Río de Janeiro.

 

Durante varias semanas se estuvo anunciando "Vacaciones en Patagonia", con el resultado de que, al comenzar el verano, quedó integrado un grupo de veinte familias de lo más granado de Ulan Bulak, entre las cuales los Ul Mec ocupaban sitio distinguido.

 

 

La familia Ul Mec estaba integrada por papá, mamá, una abuelita, doce hijos, una tía solterona y dos parientes arrimados. Todos ellos eran muy unidos entre sí, todos tenían marcados rasgos mongólicos, y todos se caracterizaban por ser muy impuntuales. Desde el día de la salida, llegaron a la agencia de viajes con dos horas de retraso.

 

 

Esta maldita costumbre de los Ul Mec de llegar tarde a todos los sitios, bien pronto constituyó la desesperación de los guías del grupo turístico. Como se comprenderá, en un recorrido tan largo el éxito de la excursión dependía dela habilidad para hacer y deshacer maletas en tres minutos, de la puntualidad necesaria para estar a la hora exacta en un sitio determinado y de la suficiente disciplina para obedecer las instrucciones del conductor. Y todo ello estaba manifiestamente reñido con el carácter y temperamento de la familia Ul Mec.

 

A las 7 de la mañana —decía el programa— desayuno a orillas del río Yukon. A las 7.20, visita al cráter del volcán que surgió anteanoche. A las 8.10, recorrido del pantano sulfuroso para ver cómo ponen sus huevos los braquiópteros. A las 9.05, combate de megaterios en la floresta de Minikiwani. A las 10.15, emprender la marcha hacia el sur. A las 12, almuerzo a base de chuletas de mamut a orillas de un río de lava. A las 12.45, abordar los diplodocos para llegar a la frontera de Oregón...

 

Los Ul Mec sencillamente estaban física y espiritualmente impedidos para cumplir tales rigideces. A las siete de la mañana papá Ul Mec aún dormía, pues la noche anterior se había ido de juerga con unos amigos, aunque tales frivolidades no estaban incluidas en el programa de la excursión. A las ocho, mamá UI Mec, auxiliada por la tía solterona, empezaba la eterna batalla de vestir y darle el desayuno a la prole, lo cual era más dilatado que una cola para comprar estampillas fiscales. A las nueve, había que calentarle el pocillo de atole a la abuelita. Después venía el complicado proceso de hacer las maletas, alguna de las cuales siempre andaba extraviada. A las once se despertaba papá Ul Mec y ponía en movimiento a toda la familia, pues pedía chilaquiles para el desayuno y mandaba a uno de los parientes arrimados a que le trajera algún brebaje fermentado para curarse la cruda que le había producido el aguardiente de gingidio de la noche anterior. Total, que cuando la tribu de los Ul Mec trataba de reincorporarse al grupo excursionista, éste ya se encontraba a varias leguas de distancia.

 

 

Durante la peregrinación al sur, siempre hacia al sur, mamá Ul Mec continuó teniendo hijos, como era su costumbre, con el resultado de que al pasar por lo que ahora es California, la familia contaba ya con otros siete miembros adicionales. Más aún, una de las hijas solteras se escapó con tino delos guías, pero a los diez meses se reintegró al seno de la rezagada familia con un par de robustos mellizos, que le tocaron de premio. Y como si la explosión demográfica fuera poca, sin saber cómo, ni por qué medios, ni con la intervención de quién, la abuela también dio a luz al entrar en lo que ahora es el estado de Sonora.

 

Ya para entonces el núcleo excursionista había llegado a Panamá y se disponía a cruzar el canal mediante un puente de lianas que después se utilizaría en la América del Sur para salvar los tremendos abismos de los Andes. El jefe de la excursión optó por seguir adelante, sin esperar a los Ul Mec, ya que de otra manera llegarían a la Patagonia para la Segunda Guerra Mundial, y después de todo tenían el tiempo limitado. A todos sus mensajes, los Ul Mec contestaban con un optimista "orita los alcanzamos".

 

Los turistas continuaron su viaje por el riñón del continente sudamericano, en tanto que los Ul Mec, pasito a paso, apenas iban por la actual Sinaloa llenándose de hijos y llegando tarde a todas partes. Cruzaron la Sierra Madre Occidental, descendieron por los fértiles campos del Bajío, pasaron las posadas en el valle de México y siguieron adelante. Poco a poco fueron enamorándose del país, de su clima ideal y de su espacio ilimitado. Atravesaron lo que ahora es el estado de Veracruz y llegaron a tierras de Tabasco deteniéndose a orillas del río Tonalá en espera de que llegara la panga de Caminos y Puentes Federales de Ingresos. Pero como nunca llegó, pues alguien se había robado una importante pieza de la maquinaria, los viajeros decidieron quedarse.

 

Fundaron un pueblo que al correr de los años se llamaría La Venta. La abuelita murió en ese lugar, y a papá Ul Mec lo picó un mosquito tabasqueño que le puso la cabeza como un globo. A sus hijos les hizo tanta impresión, que decidieron reproduciría en piedra, para que las futuras generaciones se cuidaran de las picaduras de insectos tropicales. Tal fue el origen de las famosas cabezas olmecas que se han encontrado en aquellas zonas.

 

El Clan de los Ul Mec nunca regresó a Mongolia, ni logró alcanzar al grupo turístico que eventualmente llegó a la Patagonia. Se quedaron para siempre en las risueñas costas del Golfo de México, y con el correr de los siglos dieron origen a una portentosa cultura, la cultura olmeca, que está considerada como una de las primeras que florecieron en nuestro país. De paso nos legaron el hábito de la impuntualidad y la costumbre de tener hijos a montones.

 

 Música de fondo: "Apache", tema de rock norteamericano de los años 60's.

 

 

 Fuente: "Marco A. Almazán", escritor y diplomático mexicano 1922 - 1991. Humorista de sátira fina y aguda.

      Columnista del periódico "Excélsior", de la Ciudad de México y de "El Porvenir" de la ciudad de Monterrey, N.L.

      Tomado de "Episodios Nacionales en Salsa Verde".

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