EL DESPERTAR SAI
EL DESPERTAR SAI. : ¿Deberíamos preocuparnos por los avances tecnológicos? ¿Deberíamos preocuparnos por los avances tecnológicos? - EL DESPERTAR SAI.

PLATICAS DE SATHYA SAI BABA

DIOS ES AMOR

Dynamic Glitter Text Generator at TextSpace.net
EN VISTAS DINÁMICAS ABRE MÁS RÁPIDO LA PÁGINA

miércoles, 8 de enero de 2020

¿Deberíamos preocuparnos por los avances tecnológicos?

¿Deberíamos preocuparnos por los avances tecnológicos?


George Orwell, autor de 1984, nos avisa de lo siguiente: " Llegará un momento en que la gente no se rebele. No levantarán los ojos de las pantallas el tiempo suficiente como para darse cuenta de lo que está sucediendo". La historia de la humanidad ha ido evolucionando desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta la gran revolución científico/tecnológica actual, en que la biotecnología, la robótica y la Inteligencia Artificial (IA) están teniendo una gran importancia. En este artículo la idea es elaborar algunas reflexiones sobre el futuro, especialmente en base a los avances tecnológicos, pero sin seguir un orden específico. Empecemos diciendo que la Inteligencia Artificial ya plantea algunos motivos de preocupación. Con los progresos futuros seguramente surgirán más, así que la ansiedad sobre los peligros de la IA a largo plazo no está totalmente fuera de lugar. En concreto, hay que prestar atención también a sus efectos a corto plazo. Ya el filósofo francés Jean Paul Sartre nos advertía de que: «El desorden es el mejor servidor del orden establecido. Toda destrucción confusa debilita a los débiles, enriquece a los ricos, aumenta el poder de los poderosos». Por ello debemos tener en cuenta que hay temas sobre los que es prácticamente imposible ofrecer una visión alternativa a la oficial, sin correr el riesgo de la más absoluta marginación social y de recibir ataques en las redes sociales, pues en las sociedades tecnológicamente avanzadas se ha pasado de la violencia física a la violencia digital, que puede tener efectos todavía más perniciosos para el que la padece. Entre las funciones perversas para las que se emplea el ciberespacio, con Internet como elemento principal, está la de conseguir influir psicológicamente en la gente, provocando emociones, difundiendo relatos interesados y manipulando sus mentes. El propósito último es doblegar a las poblaciones y conseguir su adhesión, de modo que sean ellas las que fuercen a sus respectivos gobiernos en la dirección deseada por los Grandes Poderes. La conclusión a la que se puede llegar es que todas las grandes potencias, e incluso algunas más pequeñas, nos intentan manipular constantemente, de forma más o menos encubierta.

Actualmente nos podemos hacer varias preguntas: ¿Cómo podemos protegernos de las guerras, de los cataclismos ecológicos que nos anuncian o de las nuevas tecnologías, encabezadas por la Inteligencia Artificial? ¿Qué podemos hacer contra la propagación de la post verdad, con las fake news, o contra la amenaza del terrorismo? ¿Qué debemos enseñar a las nuevas generaciones en un mundo tan cambiante? ¿Cómo debemos enfrentarnos al constante y desorientador cambio acelerado que estamos viviendo? ¿Somos todavía capaces de entender el mundo que hemos creado? Se considera que los seres humanos tenemos básicamente las capacidades física y cognitiva. Mientras que en el pasado las máquinas competían con los seres humanos, sobre todo en las capacidades físicas, los seres humanos todavía teníamos una enorme ventaja sobre las máquinas en lo que respecta a cognición. Sin embargo, la Inteligencia Artificial (IA) ahora está empezando a superar a los seres humanos, cada vez más, en estas capacidades cognitivas, incluyendo la comprensión de las propias emociones humanas. Se ha descubierto que todas las elecciones que hacemos en nuestra vida, son el resultado del trabajo de miles de millones de neuronas de nuestro cerebro, que calculan probabilidades en una fracción de segundo. Pero la IA puede superar los humanos incluso en tareas que en teoría exigen «intuición», sobre todo en tareas que requieren intuiciones sobre otras personas. Muchos tipos de trabajo, como prestar dinero a otros o negociar un acuerdo, exigen la capacidad de evaluar correctamente las emociones y los deseos de las otras personas involucradas. La IA no sólo está a punto de suplantar a los seres humanos y de superarlos en lo que hasta ahora eran habilidades típicamente humanas, sino que también posee capacidades exclusivamente no humanas, lo que hace que la diferencia entre un algoritmo de IA y un trabajador humano sea también de tipo, no simplemente de grado. Por ejemplo, dos capacidades no humanas importantes de la IA son la conectividad y la capacidad de actualización, que no es algo muy propio del ser humano sin ayuda tecnológica. Al menos a corto plazo parece improbable que la IA y la robótica acaben con industrias enteras, pero los puestos de trabajo que requieran especialización en una estrecha gama de actividades rutinarias con toda seguridad se automatizarán. Pero posiblemente a corto plazo será mucho más difícil sustituir los humanos por máquinas con algoritmos de IA en tareas menos rutinarias, que exijan el uso simultáneo de un amplio espectro de habilidades, y que impliquen tener que afrontar situaciones imprevistas.

 

La discusión sobre si la mente es un tipo de máquina biológica implica que no haya obstáculos para que se diseñe una IA a nivel humano, posiblemente con excepción de la conciencia fenoménica, que sigue alimentando el debate en numerosas cuestiones que hunden sus raíces en el clásico problema filosófico de la mente de los demás y la privacidad de los estados mentales. La cuestión es si es probable que se dé en la IA en la práctica. Pero aún hay infinidad de cosas que la IA no puede hacer. Muchas requieren un sentido humano de la relevancia, la capacidad humana de distinguir aquello que es relevante, es decir, que resulta fundamental, trascendente o substancial. Además, la IA se ha centrado en la racionalidad intelectual y hasta ahora ha ignorado la inteligencia social y emocional. La Inteligencia artificial fuerte es aquella inteligencia artificial que iguala o excede la inteligencia humana promedio. Supone que la inteligencia de una máquina puede realizar con éxito cualquier tarea intelectual de cualquier ser humano. Es un objetivo importante para la investigación sobre inteligencia artificial y un tema interesante para la ciencia ficción. Una Inteligencia Artificial Fuerte (IAF) capaz de interactuar plenamente con el mundo necesitaría también las capacidades derivadas de la riqueza prodigiosa de la mente humana y la necesidad de buenas teorías psicológicas y computacionales sobre cómo funcionan. Los gobiernos ahora mismo están dedicando grandes recursos a la transferencia mental, una expresión acuñada por la corriente filosófica transhumanista y utilizada en el contexto de la ciencia ficción para referirse al hipotético proceso de codificación de una mente real para su posterior transvase a un sustrato artificial. Pero la financiación necesaria para construir mentes humanas artificiales sería aún mayor. Un siguiente paso sería la Singularidad (IAS), aunque la IAS requiere primero de la IAF. La singularidad tecnológica es el advenimiento hipotético de inteligencia artificial general e implica que un equipo de cómputo, red informática o un robot podrían ser capaces de auto mejorarse recursivamente, en el diseño y construcción de computadoras o robots mejores que él mismo. Se dice que las repeticiones de este ciclo probablemente darían lugar a un efecto fuera de control, una explosión de inteligencia, donde las máquinas inteligentes podrían diseñar generaciones de máquinas sucesivamente más potentes. En este caso la creación de inteligencia sería muy superior al control y la capacidad intelectual humana. Pero los que creen en la Singularidad (IAS) ignoran las limitaciones que todavía tiene la IA actual. Aunque los avances se realizan en progresión geométrica.

 

Ada Lovelace, matemática, precursora de la informática y escritora británica, ya predijo la IA en la década de 1840, nada menos que en pleno siglo XIX. Más concretamente, predijo parte de ella. Al no haber todavía atisbos de las redes neuronales ni de la IA evolutiva o dinámica, se centró en los símbolos y en la lógica. Tampoco sentía inclinación por el objetivo psicológico de la IA, ya que su interés era puramente tecnológico. Dijo, por ejemplo, ya en aquella época, que una máquina "podría componer piezas musicales elaboradas y científicas de cualquier grado de complejidad o extensión" y también que podría expresar "los grandes hechos de la naturaleza" y haría posible "una época gloriosa para la historia de las ciencias".  Así que no le habría sorprendido ver que, casi dos siglos más tarde, los científicos utilizasen big data y trucos de programación diseñados especialmente para mejorar los conocimientos en genética, farmacología, epidemiología, etc… La máquina que Ada Lovelace tenía en mente era la Máquina Analítica. Este dispositivo de engranajes y ruedas dentadas, que nunca se terminó de construir, lo había diseñado su gran amigo Charles Babbage, matemático y científico de la computación británico, en 1834. A pesar de estar concebida para el álgebra y los números, en lo esencial era equivalente a una computadora numérica polivalente. Ada Lovelace reconoció la potencial generalidad de la Máquina Analítica, así como su capacidad para procesar símbolos que representasen "todas las materias del universo". También describió varios fundamentos de la programación moderna, como programas almacenados, subrutinas anidadas jerárquicamente, direccionamiento, microprogramas, estructuras de control, sentencias condicionales y hasta los bugs (errores de software). Pero no dijo nada sobre cómo podrían implementarse la composición musical o el razonamiento científico en la máquina de Babbage. La IA era posible, sí, pero cómo llegar a ella seguía siendo un misterio. Los que creen en la Singularidad (IAS) predicen un avance tecnológico exponencial en la IA, biotecnología y nanotecnología y en la cooperación entre ellas. De hecho, ya está pasando. Se están utilizando análisis de big data para avanzar en ingeniería genética, en desarrollo de medicamentos y en otros muchos proyectos de base científica, tal como ya indico Ada Lovelace. Del mismo modo, la IA y la neurociencia se están combinando para emular un cerebro completo, con la participación de tecnólogos, filósofos, neurólogos, psicólogos, etc….

 

Situándonos en la actualidad, pensemos, por ejemplo, en la atención sanitaria,. Muchos médicos se ocupan de manera casi exclusiva en procesar información tal como recabar datos médicos, analizarlos y emitir un diagnóstico. Las enfermeras, en cambio, necesitan también buenas habilidades motrices y emocionales para administrar una inyección dolorosa, cambiar un vendaje o calmar a un paciente agresivo. Junto con el cuidado a las personas, la creatividad plantea también obstáculos particularmente difíciles para la automatización. Utilizando bases de datos biométricos masivos, obtenidos de millones de personas, el algoritmo podría saber qué botones bioquímicos pulsar para producir determinada música que hiciera que todos se lanzaran a las pistas de baile. Si el arte trata en verdad de inspirar (o manipular) las emociones humanas, pocos músicos humanos o pintores tendrían la posibilidad de competir con un algoritmo de este tipo, porque no serían capaces de igualarlo a la hora de comprender el principal instrumento con el que están operando: el sistema bioquímico humano. A un nivel aún más profundo, los sensores biométricos y las interfaces directas cerebro-ordenador pretenden erosionar la frontera entre las máquinas electrónicas y los cuerpos orgánicos, y meterse literalmente bajo nuestra piel. La pérdida de muchos puestos de trabajo en todos los ámbitos, desde el arte a la atención sanitaria, se verá posiblemente compensada parcialmente por la creación de nuevos trabajos humanos. Los médicos de cabecera que se ocupan de diagnosticar enfermedades conocidas y de administrar tratamientos comunes serán sustituidos probablemente por IA médicas. Pero justo por eso, habrá muchos más dinero para pagar a médicos humanos y ayudantes de laboratorio para que realicen investigaciones punteras y desarrollen nuevos medicamentos o procedimientos quirúrgicos. La IA podrá colaborar en la creación de puestos de trabajo humanos de otro modo. En lugar de que los humanos compitan con la IA, podrían concentrarse en su mantenimiento y en su uso.

 

Si fuese así, bien podría ocurrir que el mercado laboral de mediados del siglo XXI estuviera caracterizado por la cooperación humano-IA en lugar de por la competición entre uno y otro. En ámbitos que van desde la vigilancia hasta las operaciones bancarias, equipos de humanos más IA quizás superen tanto a los humanos como a los ordenadores. En consecuencia, crear nuevos puestos de trabajo y volver a formar personas para que los ocupen no será el único esfuerzo. La revolución de la IA no será un único punto de inflexión crucial tras el cual el mercado laboral llegará a un nuevo equilibrio. Más bien será una cascada de disrupciones tecnológicas cada vez mayores. Hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida. Una mirada más atenta en el mundo del ajedrez podría indicar hacia donde irán las cosas a largo plazo. Es cierto que durante varios años, después de que la máquina Deep Blue ganara a Kasparov, la cooperación humano – ordenador irrumpió en el ajedrez. Pero en los últimos años, los ordenadores son tan buenos jugadores de ajedrez que sus colaboradores humanos han perdido su valor, y pronto podrían ser totalmente irrelevantes. Hacia mediados del siglo XXI podría surgir una clase «inútil», debido no simplemente a una falta absoluta de trabajo o una falta de educación pertinente, sino también a una resistencia mental por parte de la gente. Nadie puede saber con seguridad qué tipo de impacto tendrán el aprendizaje automático y la automatización, basados en la IA, así como la robótica, en las diferentes profesiones del futuro, y es muy difícil evaluar el calendario de los eventos relevantes, sobre todo porque dependen tanto de decisiones políticas y de tradiciones culturales como de descubrimientos puramente tecnológicos. El reto que la infotecnología, que incluye la IA, y la biotecnología plantean a la humanidad en el siglo XXI es sin duda mucho mayor que lo que en épocas anteriores supusieron las máquinas de vapor, los ferrocarriles y la electricidad. La fusión de la infotecnología y la biotecnología puede hacer que muy pronto miles de millones de humanos queden fuera del mercado de trabajo y, por lo tanto, se socaven tanto la libertad como la igualdad.

 

Una amenaza primordial es el desempleo por causas tecnológicas. Muchos trabajos manuales y administrativos de nivel bajo ya han desaparecido. Otros les seguirán, aunque los trabajos manuales que requieren destreza y adaptación no desaparecerán a corto plazo. La mayoría de la carga y transporte en los almacenes la pueden efectuar los robots y los vehículos sin conductor eliminarán diversos puestos de trabajo. Los puestos medios de gestión administrativa también peligran. Muchos profesionales ya utilizan sistemas de IA como asistentes. No falta mucho para que algunos trabajos, como los de derecho y contabilidad, que requieren mucho tiempo de investigación sobre las regulaciones y precedentes, puedan ser en gran parte asumidos por la IA. Algunas tareas más exigentes, incluidas muchas de medicina y ciencia, no tardarán en verse afectadas. Los trabajos, aunque no se pierdan, necesitarán menos cualificación y la formación profesional se resentirá. Aunque algunos trabajos en el campo legal serán redundantes, los abogados saldrán ganando con la IA, porque en el campo legal acechan multitud de trampas legales. Si algo saliera mal, ¿quién será el responsable: el programador o el usuario? ¿Y se podría demandar alguna vez a un profesional humano por no usar un sistema de IA? Si se ha demostrado, ya sea matemática o empíricamente, que el sistema era altamente fiable, sería muy probable un litigio. Aparecerán sin duda nuevos tipos de trabajo, pero es dudoso que vayan a ser equivalentes en cuanto a cantidad, formación asequible y/o poder adquisitivo, como sucedió tras la revolución industrial. Se avecinan serios desafíos sociopolíticos. Los cargos públicos están menos amenazados, pero también se verán comprometidos. En un mundo ideal, la oportunidad para multiplicar y mejorar las actividades que ahora están infravaloradas, como cuidar a gente mayor, sería acogida con entusiasmo, pero esto no está garantizado. Por ejemplo, la educación está empezando a incluir asistentes de IA personales y/o por internet, que reducen el nivel del trabajo de muchos profesores humanos. Ya se dispone de psicoterapeutas computerizados, a un coste mucho menor que los terapeutas humanos. Algunos son sorprendentemente útiles, por ejemplo, para reconocer la depresión. No obstante, no tienen regulación alguna. Y el cambio demográfico estimula la investigación en el campo potencialmente lucrativo de los "cuidadores" artificiales para ancianos y de "niñeras robot".

 

Al margen de los efectos que tendrá en el empleo, el uso de sistemas de IA sin la empatía necesaria en contextos esencialmente humanos, es tan arriesgado en la práctica como éticamente dudoso. Muchos "acompañantes computerizados" están diseñados para ayudar a ancianos y/o personas con discapacidad que tienen un contacto mínimo con los pocos seres humanos con los que se encuentran. Están destinados a ser fuente no solo de ayuda y entretenimiento sino también de conversación, convivencia y consuelo emocional. Incluso si a la persona vulnerable le hiciese más feliz dicha tecnología, se estaría traicionando su dignidad humana de manera insidiosa. Además, las diferencias culturales son importantes en este caso, ya que, por ejemplo, la actitud hacia los robots difiere ampliamente en Japón y en Occidente. A los ancianos les puede gustar hablar de sus recuerdos con un acompañante artificial, pero ¿sería eso una conversación de verdad? Podría ser un recordatorio gratificante que desencadenase reconfortantes momentos de nostalgia. No obstante, se puede proporcionar ese beneficio al usuario sin inducirle la ilusión de la empatía. Muchas veces, incluso en terapias emocionalmente tensas, lo que la persona desea por encima de todo es que se le reconozca su valentía y/o su sufrimiento, pero que surja de un entendimiento mutuo de la condición humana. Estamos estafando a la persona al ofrecerle solo un simulacro superficial de comprensión. Incluso si el usuario padece de demencia moderada, su expectativa del acompañante de IA probablemente será mucho más rica que la que el acompañante, algoritmo de IA robotizado, obtenga del modelo humano. ¿Qué pasaría entonces si el agente de IA no reaccione según lo que se espera, o que se necesita, cuando la persona recuerde alguna pérdida personal dolorosa? Las expresiones convencionales de comprensión del acompañante no humano no ayudarían y podrían causar más mal que bien. Mientras, se habría provocado que la persona se afligiera sin poder obtener consuelo inmediato. Otra inquietud es si el acompañante debería callarse algunas veces o contar una mentira piadosa. Si dijese verdades implacables o tuviesen lugar silencios súbitos podría molestar al usuario, pero la diplomacia requeriría procesamiento de lenguaje natural muy avanzado, más un modelo sutil de psicología humana. En cuanto a los robots niñeras, dejando aparte los problemas de seguridad, el uso excesivo de sistemas de IA por parte de bebés y niños pequeños podría alterar su desarrollo social y/o lingüístico.

 

Las parejas sexuales artificiales, además de protagonizar películas, ya se están comercializando, sobre todo en Japón. Algunas tienen reconocimiento de habla y pueden hablar y moverse seductoramente. Son una influencia más, y aumentada, de las que ya nos brinda internet para vulgarizar la experiencia sexual humana, reforzando la cosificación sexual de la mujer. Muchos opinadores, incluyendo a algunos científicos especializados en IA, han escrito sobre sus relaciones sexuales con robots en unos términos que revelan un concepto del amor íntimo sumamente superficial que se presta a la confusión con la lujuria, la obsesión sexual y una mera familiaridad cómoda. No obstante, es poco probable que estas advertencias sean efectivas. Dada la enorme rentabilidad de la pornografía en general, hay pocas esperanzas de impedir los futuros "adelantos" en muñecas sexuales dotadas de IA. Por otro lado, los algoritmos de reconocimiento facial son la parte del código de IA más valioso del mundo y probablemente la más peligrosa. Ofrecen un sistema de reconocimiento involuntario e invisible, diseñado para identificar personas sin que se den cuenta, sin su permiso y sin que puedan ofrecer resistencia, porque son traicionados por las características de su físico. Cada vez que usamos estas aplicaciones o subimos fotos a la nube, estamos entrenando los mismos algoritmos que usan las empresas para abrir la puerta a sus empleados, los sistemas de transporte para cobrar un viaje o los que usan los cajeros como identificación para sacar dinero. Y nos identifican aunque no queramos, tanto si lo sabemos como si lo ignoramos. En China un ciudadano que cruza en rojo puede ser multado instantáneamente en su cuenta bancaria. También puede verse inmortalizado en un vídeo cruzando indebidamente, para escarnio propio y de su familia. Si comete infracciones, como aparcar mal, criticar al Gobierno en una conversación privada o comprar más alcohol del necesario, podría perder el empleo, el seguro médico y encontrarse con que ya no puede conseguir otro trabajo ni coger un avión. Así es como funcionará el nuevo sistema de crédito social chino, programado para entrar completamente en vigor el año 2020. Los ciudadanos chinos llevan años entrenando las mismas tecnologías que ahora los vigilan, y ahora estas tecnologías los entrenan a ellos con un sistema de castigos y recompensas que parece un videojuego. Una nueva y modernizada mezcla de 1984 de Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley, con el ojo que todo lo ve siempre vigilante. Y tengo la intuición de que el sistema chino es un piloto para luego extenderlo a nivel mundial.

El sistema de crédito chino depende de más de cuatrocientos millones de cámaras que vigilan permanentemente a la población, todas conectadas a servidores con sistemas de reconocimiento facial en tiempo real. Forma parte de un programa llamado Sharp Eye, pero en realidad cualquier cámara, micrófono o sensor de cualquier dispositivo chino, como los móviles, en cualquier lugar, forma parte del sistema de vigilancia del Gobierno. Además de sacar dinero presentando el rostro en lugar de la tarjeta, la mayor parte de la población cobra, presta y gasta a través de aplicaciones móviles como Alipay. La digitalización total de las transacciones es fundamental para el registro y control del Gobierno. Como dice la protagonista en El cuento de la criada, de Margaret Atwood, el salto de la democracia a la dictadura será fácil cuando todo el dinero sea digital. Todo el proyecto se sostiene gracias a un ecosistema de empresas tecnológicas dominado por tres gigantes: Baidu, Tencent y Alibaba. Hubo un tiempo en que no eran más que copias sin personalidad de las páginas populares estadounidenses. Pero todo ello cambió el día que el presidente de la República Popular de China Xi Jinping vio como una inteligencia artificial extranjera los ganaba al juego del Go, juego mucho más complejo e intuitivo que el ajedrez, y decidía dar la máxima prioridad a la investigación en Inteligencia Artificial. En efecto, el surcoreano Lee Sedol, dieciocho veces campeón del mundo de Go fue derrotado por el algoritmo de inteligencia artificial de la máquina AlphaGo en marzo de 2016. Un año más tarde, el chino Ke Jie, considerado el mejor jugador de la historia del Go, perdió de manera apoteósica contra la misma máquina en el congreso Future of Go en Wuzhen, China. Entre una partida y otra, el salto cualitativo de la máquina jugando contra sí misma fue tan significativo que pasó de una categoría de 9 dan, la máxima hasta entonces, a una de 20 dan. En un solo año había abierto una brecha insalvable entre su habilidad y la de un jugador de carne y hueso.

 

La apuesta de la inteligencia artificial es que la única manera de imitar lo que el cerebro hace es imitando exactamente lo que es. No de manera simbólica sino literal, simulando neuronas. Y no enseñándole de manera semántica, programando la lógica de las estructuras del pensamiento como se programa una máquina, sino a partir de ejemplos, cómo se enseña a un niño, y utilizando algoritmos de inteligencia artificial. La máquina de jugar al ajedrez ya no aprendería las reglas de cada pieza para calcular todas las permutaciones posibles y elegir la que proyectara el mejor resultado. En su lugar, estudiaría una base de datos con todas las jugadas que han conseguido más ventaja en partidas anteriores y las aplicaría en el contexto apropiado, aprendiendo de sus propios éxitos y fracasos, ajustando  luego el juego con la experiencia acumulada por el propio algoritmo hasta alcanzar una perfección imbatible. En el verano de 2017 Facebook puso a dos inteligencias artificiales a negociar. Su objetivo era intercambiar una serie de objetos con un valor pre asignado, como sombreros, pelotas o libros. Sus programadores querían ver si eran capaces de mejorar sus tácticas de negociación sin que nadie les dijera cómo. Casi inmediatamente las dos inteligencias artificiales estaban enfrascados en una discusión incomprensible; no porque no tuviese sentido sino porque mientras trataban de ponerse de acuerdo, cada vez más rápido, habían conseguido «evolucionar» su inglés original a un dialecto inventado por ellos, completamente ininteligible incluso para los humanos que los habían diseñado. Los anuncios son únicamente una excusa. El negocio no es vender productos a los usuarios, sino vender los usuarios como productos a una industria hambrienta de captar la atención. Para que el negocio funcione, hay que mantener a los usuarios entretenidos mirando una página el mayor tiempo posible. «El algoritmo analiza toda la información disponible para cada usuario, De hecho, decide cuál será la información más interesante y publica una pequeña historia para ellos», explica Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook. Es tu propia ventana al mundo, decorada por un algoritmo misterioso en una plataforma digital. Después llegó el botón de like, el último grito en lubricante social. El like era más sobrio y elegante, y menos emocional. «Conecta con un like», repetía Mark Zuckerberg. Los like hicieron que la gente se sintiera escuchada, valorada y atendida, por lo que empezaron a hacer más cosas para conseguir más. Por fin habían encontrado un medidor interno para la plataforma, que les permitía evaluar quién era quién dentro de sus propios círculos y qué comportamientos generaban interés en otros usuarios, como se generaban los grupos, quien ejercía influencia sobre los demás y qué clase de contenidos producían más interacción. Patrones que podían revelar la inminente explosión de una moda, una tendencia o un movimiento social y que podían ser imitados por un buen algoritmo de recomendación.

 

Los data brokers son empresas que se dedican a la compraventa de bases de datos personales. Su trabajo es reunir bajo una sola identidad toda la información dispersa que existe sobre cada persona. Relacionan su nombre completo, dirección, teléfono y número de la Seguridad Social con los datos de su tarjeta, matrícula, seguro médico, los informes de su empresa, las liquidaciones de su banco, las compras con sus tarjetas, viajes, suscripciones, multas, tarjeta del casino, factura del veterinario, licencia de armas, currículum académico, series y películas favoritas, antecedentes penales, afiliación religiosa, estado civil, pruebas de ADN , etcétera. Si los datos existen, los compran donde estén, también en el mercado negro. Después las re empaquetan en detallados grupos socioeconómicos para que resulten útiles a clientes o campañas concretas. La integración de todos estos datos en el algoritmo de Facebook disparó sus beneficios en un tiempo récord. En el momento de salir a bolsa, Facebook sabía todo lo que se podía saber de sus usuarios y de mucha más gente. Podía segmentar a un tercio de la población mundial por edad, raza, estado civil, barrio o estatus socioeconómico; pero también separarlos por sus valores, miedos, preferencias sexuales, o su grado de satisfacción laboral. Y los habían estado estudiando con pequeños experimentos. Descubrieron que los usuarios eran mucho más propensos a compartir cosas que habían sido compartidas por otros, independientemente de su interés, y que los anuncios funcionan mejor cuando llevan algunos like de conocidos. El efecto tribal es intenso en las comunidades digitales. La conclusión principal es que somos especialmente susceptibles al contenido emocional desplegado en las redes sociales, que ofrecen una visión de «lo que está pasando» y que está diseñada para nosotros de manera única por un algoritmo optimizado para estimular la interacción. El algoritmo mezcla las noticias, los comentarios de los amigos, los vídeos y las fotos para conseguir cosas de nosotros, aunque sólo sea más interacción. La realidad virtual será el nuevo Netflix, una realidad alternativa en la que refugiarse de un mundo cada vez más complicado. Cuando lo usamos para hablar con nuestros seres queridos, como si estuviéramos juntos en la misma habitación, sabrá cosas que nosotros no sabemos. Por ejemplo, ¿qué es exactamente lo que hace que tu hermano te saque tanto de quicio o como te manipula un maltratador?. Sin duda, es información valiosa que podría ayudar a mejorar nuestra vida. De hecho, la realidad virtual ya se usa para tratar estrés postraumático e incluso operar sin anestesia. Pero lo más probable es que sea utilizada por multinacionales y grupos políticos para explotar nuestras vulnerabilidades y manipularnos hasta someternos sin tener que sacarnos de casa. Probablemente porque ya lo hacen .

 

Hay un chiste que dice: «"Nunca pensé que los leopardos se comerían mi cara!", Llora la mujer que votó por el Partido de los Leopardos que Devoran Caras». Una mujer de Indiana que votó por el presidente Donald Trump se quedó helada al descubrir que su marido sería deportado inmediatamente en base a la propia política de Trump en relación a los inmigrantes. Hasta las personas que se han dejado manipular con argumentos racistas, clasistas, machistas o directamente fascistas necesitan saber que fueron manipuladas para votar en contra de sus propios intereses. Sobre todo cuando el fenómeno se sigue repitiendo cada vez que se convocan elecciones en cualquier lugar del mundo. La industria de la manipulación política ha invadido el proceso democrático, creando campañas clandestinas en canales de comunicación cifrados para murmurar al oído de millones de personas. A cada uno le cuenta algo diferente, dependiendo de lo que cada uno quiere oír. El 26 de mayo de 2016, en la puerta de una mezquita de Houston, Texas, se encontraron cara a cara dos manifestaciones antagonistas: una contra la «islamización de Texas» y otra para «salvar el conocimiento islámico». Los primeros habían sido convocados por una página de Facebook llamada Heart of Texas. Los segundos habían sido convocados por otra página de Facebook titulada United Muslims of America. Por suerte, nadie murió. Si el día merece un lugar especial en la historia es porque más tarde se descubrió que ambas páginas habían sido creadas mediante cuentas falsas gestionadas desde un ordenador de la Internet Research Agency rusa. También había creado y promocionado las dos manifestaciones a la vez. Una sola persona con una conexión a la red desde otro continente había logrado enfrentar a dos centenares de personas utilizando un puñado de cuentas falsas, un ejército de bots y doscientos dólares en publicidad segmentada. Un bot (derivado de robot) es un programa informático que efectúa automáticamente tareas repetitivas a través de Internet, la realización de la cual sería imposible o muy tediosa por parte de personas. Algunos ejemplos de bots son los rastreadores web de los motores de búsqueda de Internet, que recorren los sitios web de forma automática y recopilan información de los mismos de manera mucho más rápida y efectiva de lo que lo haría una persona. Los bots "maliciosos" se utilizan, por ejemplo, para recopilar direcciones de correo electrónico con fines publicitarios, para hacer copias masivas no autorizadas de contenidos web o para espiar de manera sistemática las vulnerabilidades del software de los servidores, con el objetivo de penetrar en ellos. En las redes sociales, los bots se utilizan para simular la interacción humana, inflando artificialmente el número de visitas o seguidores, o automatizando respuestas para posicionar mensajes o influir en debates.

 

Los llamados bots conversacionales son sistemas de inteligencia artificial que simulan una conversación con una persona, cuando en realidad es un tipo de robot utilizando el lenguaje natural. El uso de bots malignos mantienen su porcentaje de tráfico, que ronda el 30% del tráfico web global. Quizás los más utilizados sean los spammers, encargándose de crear y propagar contenido basura en comentarios de blogs y webs competidoras o generando enlaces masivos y falsos. La compañía Damballa, especializada en seguridad, ha hecho público un informe relacionado con la infección de los ordenadores corporativos por los diferentes tipos de malware. Se indica que uno de cada veinte equipos está infectado por bots malignos, y tan sólo el 53% de estas secuencias de código es detectada por los antivirus el primer día que aparecen. Esto puede convertirse en un grave problema en el momento que alguno de estos códigos maliciosos sea suficientemente peligroso como para propagarse sin control. Millones de personas acceden a internet a través de las redes sociales porque no pueden pagar una tarifa de datos. Se conectan con tarifas especiales como Vodafone Pass, que por tres euros al mes permite acceso ilimitado a las portadas de Facebook, Twitter, Instagram, SNAPCHAT, etc … O a través de Free Basics, el servicio que Facebook ha creado para llevar internet al tercer mundo. Pero los usuarios sólo leen titulares. Para estos usuarios, Facebook es internet y todo lo que leen ha sido preseleccionado por su algoritmo. Rodrigo Duterte, Presidente de Filipinas, en las elecciones de 2016 aseguraba que el mejor momento para él fue darse cuenta de que sus fans podían distribuir mensajes de manera coordinada y gratuita a través de la aplicación Free Basics. Y ganaron las elecciones con noticias falsas, montajes fotográficos y acoso coordinado a la oposición. Vales, Macedonia, era la segunda ciudad más contaminada de la antigua Yugoslavia y con mucho desempleo. Pero, en 2016, un centenar de personas comenzó a ganar cinco mil euros al mes promocionando contenidos virales a través de las redes sociales. A los macedonios les daba igual el contenido. Su misión era ganar dinero, no destruir la estabilidad de los Estados Unidos. Se guiaban estrictamente por las métricas de Google para maximizar cada clic. Lanzaban todo tipo de titulares hasta que uno despuntaba, y entonces apostaban a este caballo ganador. Pronto descubrieron que inventarse las noticias era más fácil que encontrarlas y que cuanto más locas eran, más clics. Luego descubrieron el contenido más absurdo y viral de todos: Donald Trump, al que ayudaron a vencer a Hillary Clinton.

 

Las plataformas digitales son un medio de comunicación de masas diferente a la radio y la televisión, porque pueden elegir a su audiencia. Hace cuarenta años, un político tenía que convencer a toda una nación con un solo mensaje, mientras que ahora puede hablar al oído de millones de personas y decirle a cada una de ellas algo diferente. Un ejemplo de la utilización de la radio para manipular al pueblo se dio en la Alemania nazi. Pero ahora el mensaje no es emitido a través de un terminal genérico sino por el mismo canal por el que llegan los mensajes familiares, personales y privados de cada usuario por separado. Permite decirle a cada grupo exactamente lo que quiere oír, sin que los demás lo sepan. El plan de la empresa Cambridge Analytica no era manipular a todo el electorado estadounidense, de doscientos millones de personas, para que votara a Trump. El plan era usar un algoritmo de IA para crear un modelo del electorado y encontrar entre dos y cinco millones de las personas más susceptibles de ser convencidas en los Estados donde sólo se necesitaba un empuje del 1% a favor de Trump, para vencer y llevarse el 100% de los compromisarios de dichos Estados. En Brasil la victoria de Jair Bolsonaro no parecía probable. Y no sólo porque era un ex militar al que muchos han descrito como un híbrido de Donald Trump y el autócrata de Filipinas Rodrigo Duterte, sino porque era abiertamente racista, machista, homófobo y un nostálgico de la dictadura militar que sometió en Brasil de 1964 a 1985. Visto desde fuera, su acceso a los recursos de campaña parecía muy limitado y todo se confabulaba contra él. Pero la formación de opinión en Brasil no pasa hoy por los medios convencionales, sino que pasa por WhatsApp, Facebook y Twitter. La de Bolsonaro fue la primera campaña ejecutada exclusivamente en las redes sociales, y diseñada para «la nueva ciudadanía». Y asesorado por Steve Bannon, jefe de campaña de Donald Trump y cofundador de Cambridge Analytica. El equipo de Bolsonaro creó cientos de miles de chats que recibían un mínimo de mil mensajes diarios. También compró cientos de miles de números de teléfono en Estados Unidos para enviar los mensajes desde un origen desconocido. La campaña diseñó una estrategia combinada piramidal y en red, en la que los creadores generan contenido malicioso y lo envían a activistas locales y regionales, que luego pasan la información a muchísimos grupos públicos y privados. Desde aquí, los mensajes se diseminan aún más cuando las personas crédulas los comparten con sus propios contactos. El escándalo Cambridge Analytica tuvo el doble efecto de demonizar a la empresa pero popularizar sus servicios. Cambridge Analytica quebró en 2018, pero su tecnología es más popular que nunca. Después de asesorar a Jair Bolsonaro en su campaña clandestina, Bannon se volvió hacia Vox, el partido más reciente de la ultraderecha en España. Su enlace fue Rafael Bardají, quien había sido la mano derecha de José María Aznar y ex asesor de sus ministros de Defensa, Eduardo Serra y Federico Trillo. Tras la reunión, anunció que Bannon le había dado a Vox «su aparato tecnológico para movernos en las redes sociales con los mensajes adecuados, probar ideas y hacer una campaña electoral al estilo americano». Se une así a la liga de partidos reaccionarios a los que asesora Bannon en Europa.

 

Tenemos un tipo de manipulación psicológica poco tecnológica, como podrían ser la tortura y la hipnosis. Tenemos un ejemplo de utilización de la hipnosis en la película La maldición del escorpión de Jade de Woody Allen. Pero tenemos otra manipulación mediante la tecnología, que nos expone Marta Peirano en su libro El enemigo conoce el sistema. En este libro nos explica que la red (Internet) es un conjunto de infraestructuras controladas por un pequeño número de grandes empresas. Pero su tecnología está oculta, sus algoritmos son opacos, y sus micro decisiones no se pueden rastrear. El enemigo conoce el sistema pero nosotros no. Se ha convertido en una máquina de vigilancia y manipulación de masas al servicio de regímenes autoritarios o pretendidamente democráticos. ¿Habéis oído hablar de Peter Thiel, Robert Mercer, o de Palantir Technologies? Peter Thiel es el fundador y propietario de Palantir, cofundador de PayPal y miembro de la llamada PayPal Mafia, el «clan» de ex alumnos de Standford y de la Universidad de Illinois, que acabaron fundando algunas de las compañías más poderosas de Silicon Valley, como Tesla, LinkedIn , Palantir Technologies, SpaceX o YouTube. Thiel también fue el primer inversor de Facebook , convirtiéndose en el mentor de Mark Zuckerberg y miembro destacado de su consejo de dirección. En 2004, Thiel fundó una empresa llamada Palantir Technologies Inc, la gran máquina de espionaje del Gobierno estadounidense, ya que todo dispositivo que se conecta a Internet está conectado a Palantir. El otro gran inversor de Palantir, de manera encubierta, fue la CIA. Su objetivo era hacer minería de datos para el control de la población. Y volvemos al simbolismo que tanto gusta a los Poderes. Un palantir es una piedra legendaria que permite observar a personas y momentos distantes en el tiempo y el espacio. Sauron lo usa en El señor de los anillos para vigilar a sus enemigos, ver cosas que ya han ocurrido y enloquecer a sus víctimas con voces fantasmagóricas. La piedra está conectada al anillo, que la «llama» cuando alguien la usa. Siguiendo con la analogía, todo dispositivo conectado a internet está conectado a Palantir. Por si faltara poco, Donald Trump ganó las elecciones con el apoyo público, técnico y financiero de dos personas: Peter Thiel y Robert Mercer, los respectivos propietarios de Palantir y Cambridge Analytica, además de la ayuda secreta rusa, que se ha podido demostrar. Hoy Palantir es conocido como el Departamento de Precrimen de Trump, porque su tecnología predictiva es utilizada por la policía para detectar «zonas de calor» donde podría estallar la violencia. También detecta grupos o personas «de interés», que hayan asistido a manifestaciones, participado en huelgas, tengan amigos en Greenpeace, usen tecnologías de encriptación o hayan apoyado a otros activistas en redes sociales.

 

Palantir Technologies tiene acceso a huellas y otros datos biométricos, archivos médicos, historial de compras con tarjetas, registros de viajes, conversaciones telefónicas, impuestos, historiales de menores, etc… Y se queda con todos los datos que procesa, para usarlos con otros clientes como las agencias de inteligencia de Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En Europa, es utilizado por al menos dos gobiernos, el británico y el danés. Pero sobre todo se ha convertido en un aliado de Trump para la detención y deportación masiva de inmigrantes sin antecedentes criminales. Todo está alojado en Amazon Web Services, que también usa Amazon Rekognition, su algoritmo de reconocimiento facial. Todo progresaba aparentemente de forma ordenada hasta que el mundo descubrió a Cambridge Analytica, la empresa que ayudó a Donald Trump a convertirse en el 45º presidente de Estados Unidos. Cambridge Analytica había usado los datos personales de millones de personas en Facebook para manipular con éxito los resultados de dos procesos aparentemente democráticos: el referéndum británico sobre el Brexit y las elecciones estadounidenses de 2016, en que triunfó Trump. El propietario de la empresa era Robert Mercer, una de las dos grandes fortunas detrás de la campaña de Donald Trump, y el arquitecto del proyecto era Steve Bannon, asesor de campaña del presidente y cofundador de Cambridge Analytica. En los últimos años el éxito de Facebook ha sido sorprendente y en la actualidad cuenta con más de 2.000 millones de usuarios activos en línea. Pero para poner en marcha su nuevo proyecto deberá salvar la brecha entre estar en línea, conectado, y fuera de línea. Una comunidad quizás comience como una reunión en línea, pero para fortalecerse de verdad también deberá enraizarse en el mundo fuera de línea. Zuckerberg dice que Facebook se ha comprometido «a seguir mejorando nuestras herramientas para proporcionarnos el poder de compartir nuestra experiencia» con los demás. Pero, ¿podrán los ingenieros de Facebook utilizar la Inteligencia artificial (IA) para crear una comunidad global que salvaguarde la libertad y la igualdad humanas? Parece difícil de creer, cuando Facebook está tan vinculado a los Poderes.

Actualmente lo que llamamos la nube es un sistema global de poder y energía que aún es algo casi imposible de comprender para la mayoría de la gente. Nos conectamos a la nube, trabajamos en ella, guardamos y sacamos cosas de ella, pensamos con ella, pagamos por ella y sólo la sentimos cuando falla. Es algo que experimentamos todo el tiempo sin entender lo que es o cómo funciona. Es algo en lo que nos hemos acostumbrado a confiar sin tener la más remota idea de en que estamos confiando, y en quién. La gestión del tráfico de datos ofrece dos clases de poder. El primero es el poder de leer la información de las cabeceras de los paquetes de datos, para comprobar que cumplen los requisitos del protocolo. El segundo, el de regular su itinerario a través de la red. La suma de toda esta información se llama metadatos y tienen un enorme valor. Para que una red siga siendo descentralizada es crucial que los metadatos se dispersen. Actualmente Amazon tiene la mitad del negocio mundial de la nube. Es el negocio más lucrativo y poderoso de Jeff Bezos, el fundador de Amazon, aunque mucha gente piense que se ha convertido en el hombre más rico del planeta regentando una macro tienda de productos online. De todos los gigantes tecnológicos, Amazon ha sido sin duda el más discreto. Pero en sus servidores tiene alojado más de un tercio de internet. Hace tiempo que la nube es más que el almacén de Internet. Le siguen a Amazon, a creciente distancia, Microsoft Azure, Google Cloud e IBM Cloud. Pero su único competidor real es la empresa china Alibaba, que domina el continente asiático y en los últimos dos años ha comenzado una agresiva expansión. Si Internet se rompe en varios bloques, como ha sugerido uno de los fundadores de Google, en cuanto a poder económico las nubes de Amazon y Alibaba serían equivalentes a dos de los principales continentes de la Tierra. La semilla que plantó Tim Berners-Lee en su oficina del CERN, al crear Internet, ha sido devorada por un complejo sistema de procesamiento de datos, donde se está produciendo la gran carrera armamentística del siglo XXI: el desarrollo de la inteligencia artificial. Entre sus principales funciones está almacenar gigantescas bases de datos y procesarlos con algoritmos de aprendizaje automático (machine learning) y aprendizaje profundo (deep learning) para terceros. Cuanta más información de otros procesa, más aprende el algoritmo de Amazon y más poderoso es .

 

Actualmente el 70% del tráfico de internet pasa por Tysons Corner, en el condado de Fairfax, Virginia (Estados Unidos), en donde están ubicadas numerosas compañías como Intelsat , DXC Technology , Gannett , Hilton Worldwide , Cvent , Freddie Mac , Capital One y Booz Allen Hamilton. El primer 'punto neutro' de Internet, la infraestructura física a través de la cual los ISPs intercambian el tráfico de Internet entre sus redes, fue el MAE-East, localizado en la localidad de Ashburn (Virginia) en 1992. y se sabe que Virginia, cercana a Washington, está vinculada con las infraestructuras de comunicaciones desde la década de 1950. También en Virginia está ubicado el primer datacenter de Amazon Web Services, que gestiona una parte importante de la nube. ¿Por qué en Virginia y no en otro lugar? Durante la Guerra Fría con la URSS las agencias militares y de inteligencia escogieron un paraje deshabitado de este estado, conocido con Tysons Corner, lo bastante alejado de Washington como para permanecer a salvo en caso de ataque nuclear y lo bastante cercano como para permanecer accesible, y empezaron a localizar allí búnkeres subterráneos secretos e infraestructuras de comunicaciones. Más tarde, la alta concentración de contratistas de defensa y de empresas de servicios tecnológicos, favorecida por la cercanía con el aeropuerto internacionales de Dulles, convirtió la zona en la primera candidata para albergar el punto neutro MAE-East. La presencia de infraestructuras actuó como elemento de atracción para otras empresas, y esta zona de Estados Unidos se convirtió en un 'Silicon Valley del Este', por el que, a día de hoy, pasa el 70% del tráfico mundial de Internet, del que un tercio corresponde exclusivamente a Amazon Web Services. Esta infraestructura de Tysons Corner es tan opaca e infranqueable como una cámara acorazada, que no sólo se ocupa de conducir una gran parte del tráfico de datos sino que, para hacerlo, debe leer los datos. Debe recoger estadísticas sobre este tráfico en ordenadores cada vez más grandes, capaces de hacer cálculos cada vez más enrevesados para optimizar su gestión. Y debe emplear algoritmos de IA que analizan estas grandes cantidades de tráfico para encontrar los patrones de este tráfico y predecir su comportamiento. Y con él, el comportamiento de los mercados, los países y las personas.

 

Gracias a los avances de la tecnología, los sistemas de vigilancia masiva de hoy pueden registrar en tiempo real todas las metadatos de todas las comunicaciones que se estén dando en cualquier país, todo ello con un coste y un grado de complejidad tan accesible que está al alcance de literalmente cualquier gobierno del planeta. Esta acumulación de metadatos puede revelar una red completa de vínculos y asociaciones humanos, exponiendo cualquier interacción que pueda ser percibida como una amenaza para el régimen de poder establecido. Como consecuencia, la vigilancia masiva representa un arma contra aquellos pocos que deciden convertirse en fuentes de información periodística, porque revela sus identidades, sus estructuras de apoyo y sus lugares de residencia o de refugio. Es información que los gobiernos pueden usar para eliminar el riesgo de futuras revelaciones por parte de esta fuente. Sus métodos pueden variar. Por ejemplo, una citación judicial en Estados Unidos puede tener tanto éxito (para el poder), como la utilización de la fuerza, siendo el impacto sobre la fuente y el periodismo de investigación prácticamente el mismo. Edward Snowden se puso en contacto con un periodista de The Washington Post llamado Barton Gellman. Fue este periódico el que tuvo la exclusiva de Prism, un programa de la NSA mediante el cual las grandes empresas de Internet habían dado acceso a sus servidores a la misma NSA y al FBI, incluyendo audio, vídeo, búsquedas, correos, fotos, mensajes y archivos. Entre los documentos publicados por el Post y el Guardian hay un documento powerpoint que explica los detalles del programa junto con una lista de las empresas que colaboraron con la Agencia. Las agencias de inteligencia buscaban un sistema de reconocimiento de patrones que les permitiera identificar personas «de interés» en Internet. Querían rastrear las comunicaciones y movimientos de todos los usuarios y registrar un patrón de conducta. Si, por ejemplo, un terrorista o disidente muestra determinados patrones, todas las personas con patrones similares debían ser identificadas lo antes posible, y vigiladas como posibles terroristas o disidentes. Lo que es evidente es que hay un patrón que se suele repetir de manera regular y predecible. Y toda tecnología desarrollada para luchar contra el terrorismo y por la libertad en otros países acaba formando parte del aparato de vigilancia doméstico.

 

Como ocurrió ante una mezquita de Houston, Texas, en donde se encontraron cara a cara dos manifestaciones antagonistas, hay diferentes grupos antagonistas que parecen diseñados para matarse. Los informes indican que ya no son los rusos sino la «democratización» de sus tácticas de guerrilla computacional. El Kremlin ya no necesita crear división en los países vecinos porque ya lo hacen ellos solos. Todas estas tensiones fermentan en los grupos cerrados de Facebook y en las redes protegidas de WhatsApp, Instagram y Twitter, antes de llegar a la superficie y expandirse por las diferentes plataformas y cabeceras. Por eso vemos contenidos que parecen venir de la nada y estar de pronto en todas partes. Se han elaborado en secreto y se ha orquestado su implementación. Hay grupos privados dentro de las plataformas, pero la mayoría de la gente no sabe que existen. Son evoluciones del mensaje privado de usuario a usuario que ha sido reconvertido en grupo para ayudar a las empresas de marketing a viralizar sus contenidos en supergrupos seleccionados. Permiten una viralidad extrema combinada con el secretismo. Y pronto estarán conectados de manera directa con los grupos secretos de Facebook y de WhatsApp. La empresa de Mark Zuckerberg trabaja para unir WhatsApp, Instagram y Messenger en una infraestructura común, mediante la cual los usuarios de todas las plataformas podrán contactarse entre ellos a través de canales cifrados. Sería el ecosistema definitivo para la vigilancia y manipulación de miles de millones de personas. Pronto seremos muchos más viviendo en mucho menos espacio, compitiendo por menos recursos, en un entorno cada vez más hostil. Y estas infraestructuras de poder centralizado, persistente y oscuro no están diseñadas para ayudarnos a gestionar esta crisis. Están diseñadas para gestionarnos a nosotros durante la crisis. No nos servirán para hacer frente al poder, ya que las herramientas del poder nunca sirven para desmantelarlo. La privacidad es otro asunto espinoso, que cada vez se vuelve más polémico, porque se deja que motores de búsqueda y aprendizaje de IA naveguen por los datos recopilados a partir de los aparatos multimedia personales y de los sensores domésticos o portátiles. Google ha patentado hace poco un oso de peluche robótico, con cámaras en los ojos, micrófonos en las orejas y altavoces en la boca. Podrá comunicarse con los padres y con el niño y, se quiera o no, también con invisibles recopiladores de datos. Hace tiempo que la ciberseguridad es necesaria. Cuanto más se introduce la IA en nuestro mundo, la mayoría de las veces de forma nada transparente, más grave será. Una defensa contra la toma de poder de la Singularidad (IAS) sería encontrar formas de escribir algoritmos que no pudiesen ser pirateados ni alterados. Las aplicaciones militares también suscitan inquietudes. Los robots dragaminas pueden ser beneficiosos, pero ¿y los soldados y armas robóticos? Los drones actuales son gestionados por seres humanos, pero incluso así podrían aumentar los sufrimientos al ampliar la distancia emocional y no solo geográfica, entre el operador humano y su blanco. Debemos esperar que a los drones futuros no les esté permitido decidir quién o qué debería ser el blanco. Incluso confiar en que reconocerán un blanco elegido por seres humanos genera inquietudes éticamente perturbadoras.

 

Las técnicas de manipulación psicológica de la sociedad son casi tan antiguas como la humanidad misma. Pero la primera aplicación consciente de la psicología como arma tuvo lugar en la Alemania nazi, concretamente con la eugenesia, ideada por psiquiatras. Desde entonces, la "ciencia de la mente" se ha transformado en el arte de destruirla, mediante la terapia de aversión, con la mezcla de estímulos y sensaciones desagradables. Actualmente, múltiples tecnologías, como Internet, Inteligencia artificial, nanotecnología, videojuegos, realidad virtual y ampliada, etc…, son de gran ayuda para esta manipulación. Carl Jung creía que la realidad más profunda yacía bajo los aspectos inconscientes, místicos y psicóticos de la mente humana. Jung opinaba que existe un profundo sustrato de la conciencia al que llamaba «inconsciente colectivo». Por ejemplo, las imágenes de cine, la publicidad o la propaganda es algo que aceptamos sin ser conscientes de que están manipulando nuestra conciencia.  La idea principal de Freud en Psicología de las masas y análisis del yo era que "las masas pueden organizarse en torno a estímulos de las emociones. El estímulo más poderoso es el que va dirigido al inconsciente, que tiene el poder de dominar y apartar a un lado la razón". Freud afirmó que las inhibiciones y actitudes morales de un determinado individuo pueden desaparecer cuando forma parte de una masa. Además "la conciencia moral, o el super ego, hace que el hombre reprima, contra natura, sus instintos animales elementales". Y Freud opinaba que esta represión produce neurosis. Es clave para el lavado de cerebro de las masas el crear un entorno organizado y controlado donde «sea posible aplicar estrés y tensión a fin de destruir el juicio moralmente informado y así conseguir que la persona sea más propensa a la sugestión». La élite que gobierna el mundo utiliza tecnologías para manipular nuestra mente. Han sido observados efectos fisiológicos en seres humanos como respuesta a la estimulación con campos electromagnéticos débiles, que son emitidos en ciertas frecuencias, capaces de producir una resonancia sensorial. Muchos monitores de ordenador y aparatos de televisión, cuando muestran imágenes de impulsos, emiten campos electromagnéticos de amplitud suficiente para producir tal resonancia sensorial. La pulsación de la imagen puede ser incluida en el mismo contenido del programa, o también puede ser superpuesta mediante la modulación del flujo del vídeo, ya sea como una señal de radiofrecuencia (RF), o como una señal de vídeo.

 

En la imagen que se muestra en un monitor de ordenador se le pueden grabar pulsos mediante un simple programa informático. En el caso de ciertos monitores, los campos electromagnéticos emitidos pueden producir resonancias sensoriales en los sujetos cercanos, y pueden ser generados incluso si las imágenes mostradas son emitidas de manera subliminal. El general ruso Alexei Savin afirmó que el ser humano es como un sistema de información sobre lo que se puede influir desde el exterior por medio de armas psicotrónicas. Esta influencia no sólo afecta a nuestro cuerpo físico, sino también a nuestro cuerpo energético. La psicotrónica se basa en la utilización de un tipo de energía que se produce supuestamente por la interacción de energías psíquicas y atómicas. Las primeras vienen del psiquismo de los seres vivos y las segundas del bioplasma. Pasa a ser un concepto representativo de las interacciones de la mente con el cuerpo y la energía que este produce. Para la psicotrónica, la mente, la conciencia y la energía están interrelacionadas y se interfieren mutuamente. El coronel norteamericano John Alexander, experto en el campo de la parapsicología y el control mental, afirma que son los servicios secretos de las principales potencias los que nos controlan y que pueden lanzarnos rayos que atraviesan las paredes, a cualquier hora, normalmente de noche. En 1967 el New York Times publicó un artículo titulado "¿Personas controladas por medio de un botón?". La idea es lanzarnos una frecuencia determinada y conseguir que nos comportemos como zombis . Pretenden robotizar a toda la población humana para controlarnos mediante microchips o nanoxips. Una vez que los chips están en nuestro cuerpo, el calor del propio cuerpo los mantiene activos mientras sigamos con vida. En Australia se publicó un artículo sobre la utilización de los satélites y otras tecnologías para alterar nuestra conciencia. Desde estos aparatos pueden afectarse las ondas de nuestro cerebro y cambiarlas. El transhumanismo es un nuevo movimiento que defiende el uso de nuevas tecnologías para mejorar ciertas características de los seres humanos, como su capacidad física y mental . Pero, ¿qué fines reales tiene el transhumanismo? Se trata de un movimiento para modificar todos los aspectos de los seres humanos, es decir, su fisiología y biología, e incluso los pensamientos de cada uno. Aunque aparentemente sólo intenta mejorar nuestra calidad de vida, parece ser más bien un proyecto de control social a gran escala.

 

La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos (DARPA) es el líder en la investigación en el campo de la nanotecnología y de la tecnología escalar, que se estarían aplicando a la robotización y la tortura neurológica de los seres humanos . Esto incluiría el denominado Smart Dust, o polvo inteligente. El concepto en sí fue imaginado por primera vez a finales de los años noventa. Unas diminutas motas de silicio, equipadas con complejos sensores incorporados, procesadores informáticos y comunicadores inalámbricos, lo suficientemente pequeñas para ser prácticamente invisibles y suficientemente ligeras para permanecer suspendidas en el aire durante varias horas seguidas, recogiendo y transmitiendo datos en tiempo real y sin ser detectadas. La manipulación mental es la capacidad de manipular y controlar la mente de las personas. Esto implica poder controlar los pensamientos, la memoria y las demás funcionalidades de la mente, incluyendo manipular las emociones o ver y borrar la memoria humana. Las posibles herramientas de control mental pueden abarcar hipnosis, inducción del sueño, ataques mentales, telepatía, posesión mental, manipulación de la locura, alteración y borrado de la memoria, creación de ilusiones, manipulación de emociones, manipulación del dolor, etc. Determinados tipos de instituciones supuestamente democráticas pueden ser un instrumento mucho más eficiente para implantar una dictadura fascista que los modelos más explícitamente autoritarios. En su libro La transformación de la psiquiatría a través de la guerra, el doctor John Rawlings Rees pedía que se crearan grupos de psiquiatras que desarrollarán métodos de control político, que empujaran a la mayor parte de la población hacia la psicosis, todo ello empleando programas de modificación de la conducta. El objetivo sería que la población fuese sumisa al nuevo orden económico internacional que se implantaría después de la Segunda Guerra Mundial. Esta maquinaria estaría compuesta por algunos de los centros de investigación más prestigiosos del mundo.

 

Las operaciones psíquicas, Psi-Ops, consisten en hacer creer a un grupo de personas cualquier cosa, inculcarle ideas como si fueran propias, y plantear varios argumentos para crear varios frentes y, de este modo, dividirlos y enfrentarlos. Las víctimas de estas operaciones encubiertas suelen fanatizarse, por lo que se les conoce como fanboy ( hombre fanático), alguien que defiende una marca, una idea, un producto de moda, etc… de forma irracional, incoherente y violenta. Cuando detectan un peligro para el sistema, cuando las creencias de unas personas no están alineadas con las que propaga el propio sistema, se lanzan operaciones de este tipo con el fin de dividir y enfrentar a toda la disidencia, para facilitar que la divergencia finalmente sea afín al sistema. Esta es una guerra silenciosa pero también una guerra sucia y despiadada. Las Psi-Ops más comunes se basan en una idea que se quiere propagar a través de diferentes fuentes, en apariencia no relacionadas, con el fin de hacerlo viral. Como ejemplos tenemos las Psi-Ops de la Tierra Plana, del cambio climático, de los ovnis, del creacionismo / evolucionismo, etc… Por otro lado, tenemos que la introducción de las drogas en el mundo de los adolescentes ha servido para controlarlos y manipularlos en una fase vital fundamental. Las drogas resultaron el medio más efectivo para provocar la inacción de la juventud, ya que su uso continuado genera pérdida de autoestima, psicosis, depresiones, temores infundados, apatía, paranoias y otras enfermedades mentales, algunas irreversibles. Pero los jóvenes consumidores no son conscientes de la forma en que son manipulados por los controladores sociales.

En el psicoanálisis profundo el psiquiatra busca acceder a las capas del inconsciente del paciente para sacar información importante, tal como traumas sufridos en la infancia, con el fin de neutralizar los efectos de los mismos, o sustituir ciertas pautas de conducta por otras nuevas. Las redes sociales son una vía fácil de captación mediante técnicas de control mental, que se basan en el estudio exhaustivo del entorno y de sus potenciales víctimas. Internet ha dado lugar a formas sutiles de influencia que pueden manipular todo lo que decimos, pensamos y hacemos. Durante el siglo pasado unos pocos escritores han pronosticado el futuro de la humanidad. En Un mundo feliz (1932), Aldous Huxley imaginó una sociedad "casi perfecta" en la que la infelicidad y la agresión habían sido expulsadas de la humanidad mediante una combinación de ingeniería genética y acondicionamiento psicológico. Y en la novela 1984 George Orwell describe una sociedad en la que el pensamiento era controlado. En Los persuasivos Ocultos (1957) el periodista estadounidense Vance Packard describió como algunos ejecutivos corporativos y políticos de EE.UU. estaban empezando a utilizar métodos sutiles, basados en conocimientos de psiquiatría y ciencias sociales, en muchos casos completamente indetectables, para cambiar el pensamiento, las emociones y la conducta de las personas. Uno de estos métodos son los mensajes subliminales, que consiste en la presentación de mensajes cortos que nos dicen qué hacer, pero que son emitidos tan brevemente que nosotros no somos conscientes de que los hemos visto. En 1958 se generó preocupación pública por un cine en Nueva Jersey, que supuestamente había emitido mensajes subliminales para aumentar las ventas de helados. La estimulación subliminal todavía es ampliamente utilizada en Estados Unidos, ya que es difícil de detectar. Pero Vance Packard había descubierto un problema mucho mayor: Las poderosas corporaciones estaban buscando constantemente una amplia variedad de técnicas de control de las personas, sin el conocimiento de estas. Describió una especie de conciliábulo en el que las empresas vendedoras trabajaban en estrecha colaboración con científicos sociales para determinar, entre otras cosas, cómo conseguir que la gente comprara cosas que no necesitaban. Incluso tenemos, por ejemplo, el uso ingenieros del aroma, que son magos que operan sobre la mente con material invisible, como las fragancias. Pero también tenemos ingenieros del gusto, el tacto, etc… Su trabajo es engañar a nuestro cerebro a través de los cinco sentidos. Los vendedores estaban aprendiendo rápidamente en cómo utilizar las inseguridades de la gente, sus debilidades, etc.., para alterar su pensamiento, emociones y conducta sin que se apercibiesen de que estaban siendo manipulados.

 

Packard prologó su capítulo sobre los políticos con una inquietante cita del economista británico Kenneth Boulding: "Un mundo de dictadura invisible es concebible, utilizando las formas del gobierno democrático". La mayoría de los pensamientos y sentimientos de nuestros adolescentes son manipulados por profesionales del marketing. Los políticos tratan de influenciar a los votantes. Pero, ¿qué pasaría si las nuevas técnicas de control fueran mucho más poderosas e invisibles que las del pasado? Esto sería especialmente grave si los nuevos tipos de control permitieran que un pequeño grupo de personas ejercieran una enorme influencia sobre la mayor parte de la Humanidad. Pues bien, esto ya está sucediendo.Un mensaje subliminal, tal como ya hemos dicho, es un mensaje o señal diseñada para pasar por debajo de los límites normales de percepción. Entre los ejemplos se puede mencionar una imagen transmitida de un modo tan breve que pase desapercibida por la mente consciente pero, aún así, sea percibida subconscientemente e incluso inconscientemente. También tenemos el mensaje en una canción, que sea inaudible para la mente consciente pero "audible" para la mente subconsciente. Una persona puede no percibir el mensaje en forma consciente, pero sí de manera subconsciente o inconsciente. La mente consciente es la mente lógica o racional. Es la que nos permite tomar decisiones en determinadas situaciones en base a las condiciones y el análisis que se pueda hacer sobre ellas. La mente subconsciente es la mente emocional. Es aquella que se deja llevar por los gustos, los deseos y el corazón. Subconscientemente vamos creando fuertes enlaces neuronales hacia ciertas cosas o personas. La mente inconsciente es la más primitiva de todas. Se supone que es aquella que almacena todas aquellas experiencias vividas por nuestra especie en sus millones de años de existencia. Los mensajes subliminales pueden ser desde simples mensajes comerciales para inducir a consumir un determinado producto, como el caso de los helados, hasta mensajes que pueden cambiar la actitud de una persona. Pero los mensajes subliminales no producen un efecto duradero en el comportamiento, a menos que estén presentes de manera continuada. Freud dijo que los estímulos son transformados de manera simbólica antes de surgir en el sueño, sobre todo aquellos estímulos que amenazan al individuo.

 

Poetzle descubrió que un estímulo o una información captada conscientemente por una persona no aparece en los sueños. Descubrió que el contenido del sueño en apariencia se basaba en los estímulos percibidos a un nivel subconsciente o inconsciente anterior al sueño. El científico indicó que los seres humanos excluyen de sus sueños los datos percibidos de manera consciente. Concluyó diciendo que el contenido de los sueños estaba compuesto en esencia de información percibida subliminalmente. Y el individuo se protege a sí mismo de la información que podría ser amenazante. Esta información amenazadora depositada en el inconsciente debe ser transformada en algo relativamente inofensiva antes de ser admitido en la conciencia. El análisis del sueño durante la psicoterapia se basa en la interpretación del estado transformado, de manera lenta, para que el paciente pueda aprender a vivir con comodidad cuando surgen del inconsciente los recuerdos penosos. Los discípulos de Poetzle dedujeron que los ojos humanos hacen cerca de 100.000 fijaciones (o fotos) diariamente. Sólo una pequeña parte de estas fijaciones se experimenta de forma consciente. De alguna manera el contenido percibido subliminalmente es aislado y transformado para su reproducción posterior en los sueños. El descubrimiento sugiere que los estímulos inducidos de manera subliminal actúan con una "bomba de tiempo" sobre el comportamiento. Poetzle estableció una relación entre los estímulos subliminales, la sugestión post hipnótica y la neurosis compulsiva. Un individuo podría realizar los actos que se le han indicado o programado sin ningún conocimiento de por qué lo está haciendo. En 1957, James Vicary, publicitario estadounidense, mostró el taquistoscopio, una máquina que servía para proyectar en una pantalla mensajes invisibles que podían ser captados por el subconsciente. Durante la proyección de una película aparecían fotogramas con el siguiente mensaje: "Tienes hambre? Come palomitas. Tienes sed? Bebe Coca-Cola". Según Vicary el resultado fue sorprendente, ya que las ventas de estos productos se dispararon. Su teoría fue recogida por el escritor Vance Packard en el libro Las formas ocultas de la propaganda que causó preocupación de las autoridades estadounidenses, pero la CIA comenzó a estudiar su utilización contra el enemigo. Las técnicas científicas para medir y estudiar la reacción conductual de las personas ante determinados mensajes son una herramienta que utilizan las grandes empresas para vender sus productos a escala masiva. Pero, aplicadas en otras áreas, sirven para potenciar a escala masiva candidatos electorales, proyectos políticos, reglas de conductas y normas sociales impuestas por el sistema.

 

En su definición más clásica, el neuromarketing consiste en la "aplicación de técnicas pertenecientes a las neurociencias , en el ámbito del marketing", estudiando y experimentado los efectos interactivos que la comunicación produce en el cerebro humano, con el objetivo de predecir y condicionar la conducta del consumidor. El neuromarketing utiliza mediciones biométricas, como actividad cerebral, ritmo cardíaco, respuesta galvánica de la piel, etc…, a los sujetos estudiados para obtener conclusiones, y sobre la base de estas comprobaciones planificar campañas publicitarias para conseguir el consumo de productos y servicios a gran escala. El principal instrumento que se utiliza en esta disciplina en el campo de experimentación son las Imágenes por Resonancia Magnética Funcional. Valiéndose de estas imágenes los científicos pudieron establecer principios de acción – reacción que experimenta el público ante un hecho comunicacional. Por ello, las grandes agencias del mercado publicitario empezaron a utilizar estas técnicas en sus campañas para vender diferentes marcas y productos. Las investigaciones revelaron que la decisión de comprar o no un producto determinado no es racional, sino que deriva del inconsciente. La resonancia magnética funcional da una clara indicación de lo que sucede en la mente del consumidor y qué reacciones pueden producir ciertos mensajes, a partir de su activación en determinadas áreas del cerebro. Según el Grupo Omnicom, el neuromarketing es una herramienta que, "planifica las campañas de publicidad basándose en los principios de organización mental de los seres humanos. Cada objetivo de comunicación provoca la activación de determinadas zonas del cerebro". Las grandes agencias que utilizan estas técnicas tienen identificados varios modelos de comunicación que se relacionan con determinadas zonas del cerebro humano. Según los expertos, a la hora de planificar las campañas hay que tener cuidado que para cada objetivo comunicativo estimule la parte adecuada del cerebro. Mediante escáneres cerebrales las grandes empresas intentan determinar qué parte del cerebro se activa ante determinada publicidad y mediante qué mensajes se activa la decisión de compra para un determinado producto. En este tipo de investigación de mercado a nivel neurológico, los participantes se tienen que colocar una gorra provista de sensores que registran la actividad cerebral, al tiempo que la persona observa la publicidad de diferentes productos y servicios. El estudio intenta medir la respuesta emocional, la atención y la memoria del participante.

 

La electroencefalografía (EEG), una exploración neurofisiológica que se basa en el registro de la actividad cerebral, permite a los investigadores observar los impulsos eléctricos en el cerebro . La EEG se emplea frecuentemente en el diagnóstico de la epilepsia. La actividad cerebral ahora puede ser digitalizada e instantáneamente representada en gráficos. Los críticos de estas técnicas afirman que, por medio de efectos subliminales, crean dependencia emocional a determinados productos. Según el diario francés Le Monde, las técnicas del neuromarketing son la última versión de la venta de productos mediante la percepción subliminal, que, "impregna un cerebro de publicidad sin que la persona pueda darse cuenta". Pero es una herramienta que trasciende el mercado publicitario. Las técnicas exploratorias indagan en las reacciones emocionales, en los miedos y deseos, que los individuos tienen registrados en sus contenidos mentales y psicológicos, dentro de un sistema social que hace del consumo de productos la principal vía de realización social. Pero así como estas técnicas permiten potenciar el consumismo de productos, también sirven para potenciar a escala masiva candidatos electorales, proyectos políticos, reglas de conductas y normas sociales impuestas por el sistema. Después de unos atentados ocurridos en Londres, las cadenas televisivas y los grandes periódicos escribían títulos como "Los ataques terroristas en Londres producen miedo mundial". Los titulares iban acompañados de imágenes catastróficas, con el caos y el terror reflejados en los rostros de las personas que lograron escapar de los atentados en el metro de Londres. Estas imágenes y titulares fueron repetidos continuamente durante las primeras veinticuatro horas para las grandes cadenas transmitiendo en vivo, mientras los analistas repetían las consignas de "miedo al terrorismo". Diferentes experimentos con técnicas de exploración cerebral, efectuados en Estados Unidos, demostraron que la recreación en imágenes, titulares y sonidos de los actos terroristas producía reacciones de miedo y rechazo paralizante en el cerebro de los participantes. Sobre la base de estos experimentos se elaboraron después las estrategias para la "guerra contraterrorista", impuesta a la población como un recurso para acabar con la "amenaza terrorista".

 

Google decide qué páginas web incluir en los resultados de búsqueda, y cómo clasificarlas. Pero qué algoritmos utiliza es uno de los secretos mejor guardados en el mundo . Google se ha convertido en la principal puerta de entrada a prácticamente todo el conocimiento que estamos buscando, casi al instante y casi siempre en las primera s posiciones de la lista que nos muestra después de que lanzamos nuestra petición de búsqueda. Más del 90 por ciento de nuestros clics se orientan a los 10 elementos que se presentan en la primera página de los resultados y pocas personas miran otras páginas de resultados, aunque el número de posibles resultados a menudo supera los miles, lo que significa que probablemente contienen gran cantidad de información que rechazamos. Los algoritmos de Google decide qué páginas web, entre los millones de páginas web, se incluirán en los resultados de búsqueda y también como se clasificaran. En el 2013, un experimento realizado por el Instituto Americano para la Investigación del Comportamiento y Tecnología, en Vista, California, reveló que la proporción de personas favoreciendo al candidato político mejor clasificado en el motor de búsqueda aumentó un 48,4 %, y eso a pesar de que el 75 % de las personas en los grupos de la prueba parecían haber sido completamente conscientes de que los resultados del motor de búsqueda eran sesgados. Se había descubierto el llamado Efecto de la Manipulación de Motores de Búsqueda, uno de los más influyentes en el comportamiento que se habían descubierto. Google no tiene competencia y la gente confía en sus resultados de búsqueda, dando por supuesto que el algoritmo de búsqueda de Google es objetivo e imparcial. Este alto nivel de confianza, combinado con la falta de competencia, pone a Google en una posición única para influir en las elecciones, al menos en las estadounidenses. Aún más preocupante es que el negocio de la búsqueda no está regulado, por lo que Google podría favorecer a cualquier candidato que quisiera sin violar ninguna ley. Y a medida que Internet va aumentando su penetración a nivel mundial, este poder de Google es cada vez mayor. Google tiene el poder de influir significativamente en las elecciones nacionales en el mundo sin que nadie sepa que está pasando.

 

Los medios de comunicación social, ¿son una amenaza para la democracia? ¿Qué pesaría si estas tecnologías fueran mal utilizadas por las empresas que las utilizan? Robert M. Bond, profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Ohio, en un estudio publicado en Nature en el 2012, describe como en las elecciones del 2010 en Estados Unidos, Facebook envió recordatorios para ir a votar a más de 60 millones de sus usuarios. Los recordatorios provocaron que unas 340.000 personas votaran, mientras que sin el recordatorio de Facebook no lo habrían hecho. Jonathan Zittrain, profesor de derecho internacional en la Universidad de Harvard, señaló en Nueva República que, dada la enorme cantidad de información que ha recopilado sobre sus usuarios, Facebook podría fácilmente enviar estos mensajes sólo a las personas que apoyen un partido o candidato en particular, y que, al hacerlo, podrían fácilmente darle la vuelta a una elección, todo ello sin que nadie supiese que esto había pasado. La legislación, ¿prohíbe a Facebook enviar anuncios selectivamente a determinados usuarios? La respuesta es no. Y, de hecho, la publicidad dirigida selectivamente es la forma en que Facebook hace su negocio. Durante un período de una semana, a 689.000 usuarios de Facebook les enviaron noticias que contenían, o bien un exceso de términos positivos, o un exceso de términos negativos, o ninguno. Los de los términos positivos, posteriormente, utilizaron términos ligeramente más positivos en sus comunicaciones, mientras que los de los términos negativos utilizaron términos un poco más negativos en sus comunicaciones. Esto demostró que los estados emocionales de la gente podrían ser manipulados deliberadamente, a una escala masiva, por una empresa de medios de comunicación social. Los usuarios de Gmail no son generalmente conscientes de que Google almacena y analiza todos los correos electrónicos que escribimos, incluyendo los borradores que nunca se envían, así como todo el correo electrónico entrante que recibimos. Si Google quisiera influir en un proceso electoral, podría identificar sólo aquellos votantes que están indecisos. Entonces podrían facilitar mensajes personalizados, que favorecieran a un determinado candidato, sólo a aquellas personas indecisas. Las formas extremas de seguimiento son elementos esenciales de todas las tiranías y la tecnología lo está haciendo más fácil que nunca, con el seguimiento y la consolidación de los datos de vigilancia y seguimiento.

 

En el 2020 China habrá puesto en marcha un ambicioso sistema de vigilancia, con una gran base de datos con múltiples clasificaciones de todos sus millones de ciudadanos, que estarán registrados para facilitar el acceso a estos datos por parte de los funcionarios. De manera inmediata sabrán si alguien ha cometido algún delito o falta, o si utilizó blogs en Internet que se consideren inapropiados para el régimen. Como dijo Edward Snowden , antiguo empleado de la CIA y la NSA, que huyó a Rusia después de publicar documentos clasificados, nos estamos moviendo rápidamente hacia un mundo en el que los gobiernos y las corporaciones están recogiendo enormes cantidades de datos sobre cada uno de nosotros cada día, con pocas o ninguna legislación eficaz que ponga límites a la utilización de estos datos. Cuando se combina la recogida de datos con el deseo de controlar y manipular, las posibilidades son infinitas. La tecnología ha hecho posible manipulaciones indetectables de poblaciones enteras, más allá de las normas y leyes vigentes. Estamos viviendo en un mundo en el que un pequeño grupo de empresas de alta tecnología, muchas veces trabajando estrechamente con los gobiernos y sus servicios secretos, no sólo están monitorizando la mayor parte de nuestra actividad, sino que también están controlando cada vez más, de forma indetectable, lo que pensamos, sentimos, hacemos y decimos. La tecnología que ahora nos rodea no es una tecnología inofensiva, ya que ha posibilitado manipulaciones no detectables y no rastreables de poblaciones enteras, manipulaciones que no tienen precedentes en la historia humana y que actualmente se encuentran fuera del alcance de las normas y leyes vigentes. Los nuevos manipuladores ocultos son más poderosos y con menos escrúpulos que los que Vance Packard nunca imaginó. En los últimos años hemos sido inundados con supuestas noticias falsas y con desinformación. Debemos comprender que se ha convertido en una ciencia el hecho de distorsionar la realidad y fabricar el consenso público. Edward Bernays (1891 – 1995), publicista, periodista e inventor de la teoría de la propaganda fue el pionero en usar la ingeniería social a través de los medios de comunicación. Bernays se basó en los trabajos de científicos, como el psicólogo social francés Gustave Le Bon, para crear técnicas que apelaban a las emociones subconscientes de la gente, en oposición a la participación de la gente en el debate racional e inteligente. Los principios que Bernays utilizó han influido drásticamente en el crecimiento de nuestra cultura, pero a cambio de irrumpir con las técnicas de control mental y la propaganda.

Los mensajes subliminales son un elemento básico en el control mental. Al ser bombardeados con esta información, oculta a la conciencia, puede ser activada la mente emocional y la persona afectada puede ser llevada a procesos como el miedo o la atracción hacia algo, como podría ser un producto o un político. Una persona puede no darse cuenta conscientemente del por qué empieza a sentirse más atraída por ciertos estilos de vida o productos, pero la atracción es real y se materializa en sus elecciones personales. Los anuncios subliminales son utilizados como una técnica, no sólo para aumentar las ventas sino que también se utilizan para desviar hacia determinados comportamientos. En un documental de 2011, titulado Programming the Nation, Jeff Warrick, cineasta y productor de medios digitales, proporciona ejemplos de cómo los mensajes y otras técnicas subliminales son utilizados en la publicidad y otros medios para reforzar las normas culturales y programas sociales, tales como el consumismo, las opciones de salud, o la exaltación de la violencia. Y estas técnicas podrían estar contribuyendo a una variedad de actuales problemas sociales, políticos y económicos, tales como la obesidad, la anorexia y otros trastornos de la alimentación, o bien a la actual guerra contra el terrorismo. En la película, Warrick explica cómo estas técnicas han condicionado al público en Estados Unidos a aceptar ciertos estilos de vida. Especialmente mediante mensajes subliminales en los anuncios, los programas de televisión, las películas y los noticiarios. Los efectos de dichas técnicas de manipulación se pueden ver en, por ejemplo, la homogeneización de las ciudades y pueblos de Estados Unidos, donde la gente ahora compra las mismas cosas, come la misma comida, viste la misma ropa, y comparte un estrecho espectro de ideas y valores. Y lo mismo está sucediendo en el resto del mundo. Pero para que estas técnicas sean efectivas, la gente no tiene que ser consciente de cómo están actuando para manipular nuestras vidas. Habrá, pues, un gran número de fuentes de información en que los mensajes se pueden variar ligeramente para enmascarar la sensación de control externo.

 

Estamos llegando a un nuevo escalón evolutivo que puede llegar hasta el cerebro humano, que se podrá replicar progresivamente en las máquinas. Pero aún hay dudas de que la industria de la Inteligencia Artificial y colaterales estén en vías de alcanzar este objetivo a corto o medio plazo. Casi cualquier habilidad física y técnica humana pueden mejorarse con las nuevas tecnologías. Pero, sin embargo, la inteligencia, como el resto de habilidades psicosociales, parece que no es tan evidente. La inteligencia es una cualidad que permite saber escoger una buena opción entre varias opciones y, en base a ello, poder orientar el pensamiento y la conducta en una determinada dirección. Todo parece indicar que el desarrollo de los sistemas de Inteligencia Artificial permitirán que ejerzan de futuros entrenadores de la inteligencia humana, relación que será facilitada por la amplitud del conocimiento, la ausencia de sesgos humanos y la ausencia de conflictos de liderazgo entre persona y máquina. Uno de los últimos avances en este campo indica que, si la persona comprende el proceso con el que la Inteligencia Artificial lo está entrenando, podrá confiar en ella, mientras que en caso contrario no confiará. ¿Cuál será el futuro de la industria tecnológica y de los videojuegos, especialmente en cuanto a técnicas de control mental? Y es que la tecnología que interpreta los impulsos de nuestra mente y los traduce en acciones del computador ya ha sido más que probada. Hay aplicaciones de todo tipo, y los más beneficiados, aparte del usuario habitual, son los discapacitados, que ven como sus limitaciones se reducen en gran medida gracias a cables y electrodos conectados a sus cabezas. Con el paso de los años, la ciencia y la tecnología están más interrelacionadas, dando lugar a los avances que ya tenemos hoy en día. Generalmente pensamos que para poder controlar algún aparato con la mente, como un ordenador, necesitamos un montón de electrodos y sensores colocados a lo largo de nuestro cráneo. Esto es parcialmente cierto, ya que estos sensores son los que se encargan de recoger la información que nuestro cerebro transmite en forma de ondas cerebrales. Después los cables y el software se encargan de transformar esta información y traducirla, por ejemplo, en movimientos en un juego de ajedrez.

 

Se conocen cuatro tipos de ondas cerebrales. Estas ondas no son más que las señales eléctricas de nuestra actividad mental. La primera onda es la llamada Beta, que aparece cuando hacemos un uso intensivo de nuestro cerebro al estudiar o concentrarnos en algo. Posee una frecuencia que oscila entre los 15 y 40 hercios, unidad de frecuencia para medir ondas y vibraciones electromagnéticas. La Beta es, sin duda, la más intensa de las cuatro. La segunda onda es la Alfa, que aparece justo al contrario que las Beta, es decir, con la inactividad. Tienen una mayor amplitud y los ciclos son de entre 9 y 14 hercios. Cuando acabamos de hacer un ejercicio, aparece el estado Alfa, del mismo modo que cuando estamos relajados o tranquilos. La tercera es la onda Theta, con una mayor amplitud de onda y una frecuencia de entre 5 y 8 hercios. Estamos en esta fase mental cuando entramos en un estado profundo de meditación. Otra forma de interpretarla es cuando una persona está soñando despierta o imaginando algo. Las mejores ideas nos llegan cuando estamos en el estado Theta. Finalmente, y no por ello menos importante, nos encontramos con el tipo de onda Delta. Esta es la que menos frecuencia tiene, entre 1.5 y 4 hercios, y aparece cuando tenemos un sueño profundo. Cuando despertamos de un sueño prolongado, experimentamos el paso de la fase Delta a la Theta, después al Alfa y finalmente a la Beta. Es necesario entender estos tipos de ondas cerebrales antes de abordar las aplicaciones que el software y las máquinas pueden hacer con este tipo de ondas. Por ejemplo, Sega, empresa japonesa desarrolladora de software y hardware en el campo del entretenimiento, y la empresa especializada NeuroSky , lanzaron hace unos años el Epoc, un dispositivo con forma de casco que permitía leer nuestras ondas cerebrales. Contaba con unos sensores, un giroscopio, unos captadores y el software necesario. Los sensores se encargan de recoger la información, y los captadores de interpretarla. Así, el casco detecta cualquier estado de ánimo e incluso expresiones faciales. Square Enix, compañía japonesa desarrolladora y distribuidora de videojuegos, especialmente conocida por sus videojuegos de rol, también está desarrollando esta tecnología, e IBM ya presentó un nuevo juego totalmente funcional. Se trataba de un videojuego de disparos en primera persona, en el que las acciones las pensaba el jugador y se mostraban en pantalla . Por ejemplo, iba por un camino y llegaba ante una puerta cerrada. Después de buscar la cerradura, que era una palanca, se activaba sólo pensando en esto. En este tipo de videojuegos hay una relación directa entre el pensamiento del jugador y la acción que se muestra en la pantalla.

 

Pero apenas estamos viendo la punta del iceberg, porque los captadores y electrodos leen la información de nuestra mente y la transmiten al aparato o consola en una única dirección. El siguiente paso es que esta dirección sea en ambos sentidos. De este modo, no sólo le diremos con la mente al videojuego que, por ejemplo, queremos pelear con nuestro rival, sino que el juego nos transmitirá sensaciones que parecerán reales. !Imaginemos una utilización maliciosa de esta tecnología! Nadie sabe qué futuro nos ofrece el control mental. No se sabe si las principales compañías de videojuegos lo utilizarán en un futuro o si se integrará en los sistemas operativos. Lo que sí es cierto es que se están dando unos pasos de gigante en este campo, y que cada vez más la ficción se está haciendo realidad. El objetivo sería definir, registrar y archivar en superordenadores todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la población mundial. Varios grupos de sociólogos, psicólogos, psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y fundaciones, trabajan en estrecha colaboración, presididos por la oligarquía mundial. Se proponen implantar cambios en nuestra manera de vivir, sin nuestro consentimiento y sin que seamos conscientes. El objetivo último sería extirpar el sentido de «identidad» del ser humano, para poder ser fácilmente manipulable. El terror psicológico sería una parte importante del nuevo totalitarismo. Se trata de un método de gobierno mucho más eficaz que el terror por la fuerza, que expone el sistema a una mayor resistencia. Se trataría de tener la mayoría de la población en un estado continuo de ansiedad interior, a través de continuos desastres económicos, decretos de comercio transnacional, amenazas de terrorismo, etc.., Funciona para los objetivos totalitarios, ya que obliga a las personas a que estén ocupadas en asegurar su propia supervivencia o en competir por ella, en lugar de colaborar en la construcción de una reacción eficaz. El control mental es un conjunto de técnicas encaminadas a la modificación de los procesos mentales de los individuos, en que su uso perverso consiste en la manipulación de las mentes. Las organizaciones represoras descubrieron que con técnicas desorientadoras, frío, mala alimentación y presión constante podían implantar en sus torturados cualquier idea que quisieran, a fin de que después declararan esta idea implantada ante jueces y tribunales. A todas estas técnicas se las suele englobar dentro del término conocido como lavado de cerebro. El problema del lavado de cerebro era que, cuando cesaba, las ideas implantadas también desaparecían y eran sustituidas con rapidez por las ideas previas. Se percibió la necesidad de otras técnicas más persistentes en el tiempo. Por otro lado, la tortura produce graves secuelas psicológicas y sociales en el propio torturador.

 

La principal consecuencia de un proceso de control mental absoluto exitoso es la implantación de la personalidad deseada sobre la personalidad anterior. Pero la personalidad inicial nunca es destruida y acabará por imponerse si se dan las condiciones adecuadas. Pero es difícil desprogramar a personas que no tienen una clara personalidad anterior que recuperar. Un ejemplo lo tenemos en la serie de películas sobre Jason Bourne, un tipo de superespía que está investigando su pasado difuso y que trata de reconstruir la memoria de las actividades asesinas que ha llevado a cabo. MK-Ultra fue un programa secreto en el que participaron personas, muchas de él y es involuntariamente. Muchos documentos relacionados con MK-Ultra fueron destruidos en 1973 por órdenes de la CIA, pero algunos no fueron destruidos y salieron a la luz a finales de la década de 1970. Por ejemplo, se descubrió un documento de 1954 que relataba un experimento en el que fueron hipnotizados dos mujeres. Cuando la primera mujer estaba dormida bajo hipnosis, la otra mujer recibió la orden de disparar contra ella. Esta otra mujer, también en trance hipnótico, recogió una pistola, intencionalmente sin balas, apuntó a la otra mujer y apretó el gatillo antes de caer en un sueño profundo. Al despertar las dos mujeres, ninguna de las dos recordaba nada sobre los hechos acaecidos. Un especialista dijo que, con entrenamiento adecuado, se podía inducir a personas a hacer cualquier cosa, incluyendo el asesinato. Todo parece indicar que la conclusión de la élite que gobierna el mundo es que la única forma de conseguir el control mental efectivo es mediante la tecnología, para poder tener el control absoluto de nuestras mentes. Los implantes cerebrales parece que son los mejores métodos para obtener el control absoluto de la gente. La ciencia que rodea la mente dispone de importantes dispositivos neuronales a nano escala y su impacto puede ser terrible. Pueden llegar a leer nuestros pensamientos, de ver a través de nuestros ojos y mantener conversaciones basadas en nuestros pensamientos. Pueden estimular nuestras mentes mediante imágenes o películas. La nano tecnología permite decodificar neurotransmisores en nuestro cerebro y comunicarse con nuestra mente. Según la CNN, en pocos años tendremos implantados chips en nuestros cerebros, capaces de modificar nuestra conducta. Muy pocas son las personas que son conscientes de los avances tecnológicos para la interacción de la mente con los ordenadores. Con esta tecnología se podrá hackear nuestra memoria e insertarnos falsos recuerdos.

 

Nos podrán programar para manipular nuestras emociones. La vigilancia remota neuronal es una tecnología que permitirá ver a través de nuestros ojos o percibir nuestros pensamientos en tiempo real. La vigilancia remota neuronal permite un enlace de nuestro cerebro con las computadoras. Los chips que lo hacen posible pueden ser programados para inducir sensaciones de falsa felicidad en los ciudadanos, como en Un Mundo Feliz, de Huxley. Pueden inyectar nanochips en nuestra sangre mediante vacunaciones en masa que, mediante el torrente sanguíneo, pasen al cerebro para fijarse a una frecuencia determinada. Posteriormente, del mismo modo, nos podrán inyectar varios nano robots a través de la sangre, para que estemos permanentemente conectados. Con ello se podrán grabar, descargar, transferir o modificar recuerdos entre mente y ordenadores, mediante los chips implantados. Esto es un paso hacia un control mental absoluto. Por otro lado tenemos la Telepatía Sintética, que consiste en aprovechar la telepatía por parte de la ciencia, mediante el análisis de la actividad muscular relacionada con el cerebro a la hora de tener un pensamiento. En el centro médico de la universidad de Duke han implantado electrodos en el cerebro de primates. Estos primates fueron entrenados para mover brazos robóticos con el pensamiento, consiguiendo así un control mental a cientos de kilómetros de distancia. Con la Telepatía Sintética podrían leer nuestros pensamientos y nos podríamos comunicar sólo con el pensamiento. Podría ser algo genial si no fuera por el peligro que se utilice para controlarnos. E l control mental ha tomado una dimensión científica, tecnológica y psicológica que amenaza con llevarnos a un estado de dictadura tecnocrática a escala mundial. La ensayista de derechas Charlotte Iserbyt , en su libro El sopor deliberado de América, describe un plan de las instituciones globalizadoras para que robots humanos serviles estén al servicio de la élite. Edward Bernays, inventor de la teoría de la propaganda, en su libro Propaganda (1928) dice que la "propaganda es la rama ejecutiva del gobierno invisible". La prensa, el cine, la televisión y las noticias pueden integrar un mensaje conjunto, que parece verdadero porque proviene de diversas fuentes. Y todo ello sin mencionar los mensajes subliminales. Alan Watt, teórico de la conspiración, explica que la programación predictiva, que se inició en Hollywood, es una forma sutil de condicionamiento de la sociedad, que se practica desde medios de comunicación influyentes. Se usa la propaganda para entrar hasta el subconsciente, por lo que con el tiempo y a base de repeticiones de lo que se quiera fijar en la mente, se acabe familiarizando al receptor con lo que se quiera inculcar.

 

La estrategia es "divide y vencerás". Las técnicas consisten en inhibir la tendencia de la gente a cooperar y enseñarles a formar equipos para dominar y ganar. Diferentes aditivos e ingredientes en los alimentos, con cierto nivel de toxicidad, son utilizados para alterar la química cerebral y generar docilidad y apatía. En el tema de las drogas puede tratarse de cualquier sustancia adictiva, ya que los que quieren controlar las mentes humanas deben asegurarse de que seamos adictos a algo. Una reciente información resaltó los planes de DARPA para implantar unos cascos para la estimulación magnética transcraneal, un medio de control mental para mantener en tensión permanente a militares en actividades bélicas. Otra técnica es la del espectro electromagnético. Una verdadera red electromagnética nos rodea a todos. Mediante una serie de modernos dispositivos se puede producir un impacto directo en la función cerebral. Se estuvo investigando con un casco que podía inducir visiones que alterasen el campo electromagnético del cerebro. La actual tupida red electromagnética nos ha rodeado de ondas que presentan el potencial de alterar la mente. Las potentes antenas de telefonía móvil están disponibles para que los controladores mentales puedan intervenir más directamente en nuestras mentes. La velocidad media de un parpadeo ocular es de 300 a 400 milisegundos. Sin embargo, estímulos externos pueden contribuir a modificarla. Las pruebas de velocidad de parpadeo muestran que las ondas alfa del cerebro se alteran, produciendo una forma de hipnosis. Y las luces de la televisión o una pantalla de ordenador pueden transmitir información codificada de Internet, así como a centellear más rápido de lo que el ojo puede captar. Y el destello del ordenador es menor que el parpadeo humano, pero a través de videojuegos, redes sociales, con la sobrecarga del cerebro con información, así como el veloz ritmo de la comunicación actual, inducen un estado de trastorno por déficit de la atención. Jugar con videojuegos durante períodos prolongados de tiempo puede implicar un menor flujo de sangre hacia el cerebro, alterando el control emocional de la persona que juega. Algunos juegos de rol en escenarios violentos desensibilizan la conexión con la realidad.

 

El uso de nanobots, robots a escala nanométrica, este à en camino. La modificación directa del cerebro humano mediante nanobots se llama neuroingeniería. Una amplia gama de técnicas de control mental provienen de la inversión del gobierno estadounidense en el Proyecto Brain y la equivalente europeo, el Proyecto Human Brain. Se están creando los dispositivos para una interfaz cerebro – computadora, con la posibilidad de implantar y borrar recuerdos, así como descargando o recargando el contenido de nuestro cerebro. En ciertos medios esotéricos se dice que la conciencia no está en el cerebro y, por lo tanto, siempre hay una protección, como parecen demostrar las experiencias cercanas a la muerte, por lo que la mente consciente podría frustrar los ataques externos. Pero algunos neurocientíficos afirman haber encontrado una prueba de que la conciencia depende de la estructura del cerebro. Afirman que una especie de interruptor de encendido / apagado de la conciencia puede ser influenciado por estimulación eléctrica. Francis Crick , descubridor de la doble hélice del ADN, investigó cómo se forma la conciencia en el ser humano. Junto con Christof Koch, Crick desarrolló la hipótesis de que el claustrum, un grupo de células bajo el neocórtex, juega un papel preponderante. Koch y Crick creen que el claustrum es el director de orquesta de la conciencia. Una serie de neuroimágenes muestran que el claustrum es el equivalente a una central donde se cruzan la mayoría de las regiones del cerebro mediante señales. La conciencia integra una enorme cantidad de percepciones y estímulos que conforman la realidad y los hace un todo coherente. La estructura del claustrum parece indicar que tiene una función importante ligada a la conciencia. Pero la conciencia no se deja ubicar porque posiblemente surge de la interacción entre todos los componentes de la mente, pero de ninguna en concreto. El neurólogo Koubeissi piensa que la región del claustrum tiene un papel fundamental en el desencadenamiento de la experiencia consciente, como la clave para arrancar un coche.

 

Los robots, ¿tienen conciencia? Si fuera así, la conciencia, como una máquina, podría ser construida o destruida físicamente. Y, sin embargo, un amplio cuerpo de investigación científica y espiritual parece sugerir que la conciencia humana no es algo exclusivamente material. Pero los científicos están reconociendo que hay algo "especial" que hace que todo funcione. Si está operando desde dentro del cerebro, entonces se podrá modificar mediante el control mental directo. Pero si la conciencia viniera de fuera del cerebro, sería libre para actuar y comunicarse sin limitación de tiempo y espacio, por lo que podría hacer frente a los intentos de control absoluto. Si alguien dice que oyó voces en su cabeza, habría que prestarle atención. Es posible que las misteriosas voces sean reales. La tecnología necesaria para introducir voces ajenas a la mente de otros está disponible desde hace más de medio siglo. El efecto auditivo para microondas, también conocido como efecto de audición de microondas o efecto Frey, consta de clics inducidos por frecuencias de microondas pulsadas / moduladas. Los clics se generan directamente dentro de la cabeza humana sin necesidad de ningún dispositivo electrónico receptor. El efecto fue reportado primero por las personas que trabajaban, durante la II Guerra Mundial, en las proximidades de transpondedores de radar. Pero estos sonidos inducidos no son audibles por otras personas cercanas. Más tarde se descubrió el efecto auditivo de microondas, inducibles mediante bajas longitudes de onda del espectro electromagnético. El neurocientífico estadounidense Allan H. Frey estudió este fenómeno y fue el primero en publicar información sobre la naturaleza de los efectos auditivos para microondas. La investigación de la NASA al respecto mostró que este efecto se produce como resultado de la expansión térmica de las partes del oído humano alrededor de la cóclea, incluso con densidad de energía baja. Más tarde, se encontró que la señal modulada podía producir sonidos o palabras que parecían de origen intracraneal. Los pulsos de microondas pueden ser escuchados por el personal irradiado, que percibe sensaciones auditivas. La aplicación de la tecnología de audición de microondas podría facilitar la transmisión de un mensaje privado. Según la BBC, el asesino de la ministra sueca Anna Lind decía que lo hizo debido a voces en su cabeza, y que Jesús le incitaba a cometer el asesinato. Y en la historia encontramos muchos casos de asesinos que afirmaron recibir órdenes de voces e su cabeza.

Elon Musk, CEO de las empresas Space X y Tesla, entre otros, ha anunciado que pronto se podrá conectar el cerebro humano con un ordenador. Elon Musk fundó Neuralink en 2017. El propósito de esta empresa es desarrollar una interfaz cerebro – máquina que interconecte a los humanos con los ordenadores, inicialmente en el caso de pacientes con parálisis. Pero en última instancia Neuralink aspira a conseguir "la simbiosis con la inteligencia artificial", en palabras de Elon Musk. De momento Neuralink ha probado su interfaz con ratas de laboratorio, pero está previsto pedir autorización para iniciar ensayos con humanos. Este desarrollo registra la actividad cerebral de una rata mediante pequeños electrodos implantados quirúrgicamente en su cerebro. Este tipo de implantes intracraneales actualmente permiten controlar ordenadores y prótesis robotizadas, incluso sin necesidad de cirugía, directamente con la mente, mediante el pensamiento. La interfaz de Neuralink permitirá a pacientes incapacitados controlar ordenadores directamente con la mente. Pero aparte de su uso beneficioso se podrá utilizar con otros fines perversos. Unos 500 hospitales de Estados Unidos han acordado implantar el sistema de Identificación de Pacientes VeriMed, que consiste en un escáner de identificación de frecuencia de radio (RFID), un microchip RFID implantado, y una base de datos de pacientes segura, que está siendo utilizado para ayudar a identificar rápidamente y proveer acceso a informaciones sobre la salud de los pacientes.

 

Dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no nos podemos permitir más modelos fallidos, guerras mundiales ni revoluciones sangrientas. Esta vez, los modelos fallidos podrían terminar en guerras nucleares, monstruosos diseños genéticos y un colapso completo de la biosfera, como resultado del previsible cambio climático. En consecuencia, tenemos que hacerlo mejor de lo que lo hicimos cuando nos enfrentamos a la revolución industrial. Por otro lado, podemos preguntarnos: ¿qué hacer si, a pesar de todos nuestros esfuerzos, la pérdida de empleo supera con mucho a la creación? Evitar la pérdida general de puestos de trabajo es una estrategia probablemente insostenible, porque supone abandonar el inmenso potencial positivo de la IA y la robótica. Algunos podrían aducir que los humanos nunca llegarán a ser irrelevantes desde el punto de vista económico, porque aunque no puedan competir con la IA en el puesto de trabajo, siempre se les necesitará como consumidores. Sin embargo, no está en absoluto asegurado que la economía futura nos necesite sólo como consumidores. Las máquinas y los ordenadores también podrían ser consumidores. De hecho, ya hoy en día ordenadores y algoritmos están empezando a funcionar como clientes además de como productores. En la Bolsa de valores, por ejemplo, los algoritmos de IA se están convirtiendo en los compradores más importantes de bonos, acciones y mercancías. De igual manera, en el negocio de la publicidad el cliente más importante de todos es un algoritmo: el algoritmo de búsqueda de Google. Para enfrentarnos a las disrupciones tecnológicas y económicas del siglo XXI necesitamos desarrollar nuevos modelos sociales y económicos tan pronto como sea posible. Estos modelos deberían guiarse por el principio de proteger a los humanos y no los puestos de trabajo. Un nuevo modelo, que despierta cada vez más interés, es la renta básica universal (RBU). La RBU propone que los gobiernos graven a los más ricos, si puede evitarse la evasión fiscal, y a las empresas que controlan los algoritmos y los robots, y que utilicen el dinero recaudado para pagar a cada persona un salario que cubra sus necesidades básicas. Esto atenuaría la pérdida de empleo de los más pobres y sus más graves problemas económicos, al tiempo que protegería a los ricos de la ira popular. Es discutible si es mejor proporcionar a las personas una renta básica universal o servicios básicos universales, como se plantea en el comunismo. Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes y no hay motivos para que no coexistan.

 

Pero, con independencia del sistema que elijamos, el problema real es definir qué significan en realidad «universal» y «básico». Cuando la gente habla de una ayuda básica universal, ya sea en forma de renta y/o de servicios, generalmente se refiere a una ayuda básica nacional o municipal. Hasta la fecha, todas las iniciativas de RBU han sido estrictamente nacionales o municipales. En lugar de que el crecimiento económico mejore las condiciones en todo el mundo, habrá riquezas nuevas e inmensas creadas en los centros de alta tecnología, como Silicon Valley, mientras que muchos países en vías de desarrollo caerán. En el pasado, el trabajo barato y no cualificado ha servido de puente seguro para salvar la brecha económica global, e incluso si un país avanzaba poco a poco, podía esperar llegar finalmente a una cierta seguridad económica. Dar los pasos adecuados era más importante que hacer avances rápidos. Pero ahora el puente se tambalea, y podría derrumbarse pronto. Los que ya lo han cruzado, progresando de un trabajo de bajo nivel a trabajar en industrias de alta especialización, estarán probablemente bien. Pero los que se demoren podrían encontrarse inmovilizados en el lado equivocado de la brecha, sin ninguna posibilidad de cruzarla. La ayuda básica universal pretende satisfacer necesidades humanas básicas, pero no hay una definición aceptada al respecto. Desde una perspectiva puramente biológica, un ser humano necesita sólo 1.500 – 2.500 calorías diarias para sobrevivir. Lo que pase de esta cantidad sería un lujo. Pero, además de este límite de pobreza biológica, todas las culturas en la historia han definido necesidades adicionales como «básicas». Pero si las masas de parados no obtienen recursos económicos, es difícil pensar de qué manera pueden esperar disfrutar de tales ventajas. En consecuencia, la brecha entre ricos y pobres, los que dependan de la renta básica universal, puede hacerse no simplemente mayor, sino en verdad infranqueable. Si conseguimos combinar una red de seguridad económica universal con comunidades fuertes y la búsqueda de una vida plena, perder nuestros puestos de trabajo frente a los algoritmos podría ser en verdad una bendición. Sin embargo, perder el control de nuestra existencia es una situación hipotética mucho más temible. Aunque el peligro sea de desempleo masivo, lo que debería preocupar mucho más es el paso de la autoridad de los humanos a la de los algoritmos, lo que podría acabar con la poca fe que queda en el relato liberal y abrir el camino a la aparición de dictaduras digitales.

 

El objetivo de la IA es mimetizar un cerebro real simulando sus componentes individuales (neuronas), junto con sus conexiones y su capacidad de procesar la información. Se espera que el conocimiento científico adquirido tenga muchas aplicaciones, incluyendo los tratamientos para patologías mentales, desde el Alzheimer a la esquizofrenia. Esta ingeniería inversa requerirá cálculos neuromórficos para modelar los procesos sub-celulares como el paso de iones a través de la membrana celular. El cálculo neuromórfico, sistema de integración a muy gran escala que contienen circuitos analógicos para imitar estructuras neurobiológicas ubicadas en el sistema nervioso, depende del conocimiento sobre la anatomía y fisiología de varios tipos de neuronas. Pero la simulación cerebral también necesita evidencia detallada sobre conexiones neuronales específicas y su funcionalidad, incluida su coordinación. Buena parte de esto requerirá una mejora en el escaneado cerebral mediante neuro procesadores miniaturizados que observen a las neuronas individuales de manera continua. Hay varios proyectos en curso, que sus patrocinadores suelen comparar con el Proyecto Genoma Humano. Por ejemplo, en 2013 la Unión Europea anunció el Proyecto Cerebro Humano, con un coste de mil millones de libras. Ese mismo año, el presidente Barack Obama anunció BRAIN, un proyecto de diez años financiado con tres mil millones de dólares del gobierno de Estados Unidos más una significativa cantidad de dinero privado. Su objetivo primero es generar un mapa dinámico de la conectividad del cerebro del ratón y luego emular el cerebro humano. Los gobiernos también financiaron otros intentos anteriores de emular una parte del cerebro. En 2005, Suiza patrocinó el proyecto Blue Brain, en principio para simular la columna cortical de una rata, pero con el objetivo a largo plazo de simular los millones de columnas del neocórtex humano. En 2008, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) norteamericana destinó casi cuarenta millones de dólares a SyNAPSE, que en 2014 ya usaba chips con 5,4 mil millones de transistores, cada uno de ellos con un millón de unidades (neuronas) y 256 millones de sinapsis. Y Alemania y Japón colaboran en el uso de NEST (Tecnología de Simulación Neuronal) para desarrollar el ordenador K; en 2012, le llevaba cuarenta minutos simular un segundo del 1% de la actividad cerebral real, en la que participan 173 mil millones de "neuronas" y 10,4 billones de "sinapsis".

 

En todo el mundo se están dando innumerables intentos de cartografiar cerebros mucho más pequeños, como el cerebro de las abejas, que pueden proporcionar a los neurocientíficos observaciones que ayuden a llevarlo a escala humana. Dados los progresos de hardware que ya se han alcanzado, la predicción del inventor norteamericano Raymond Kurzweil de que pronto existirán ordenadores que igualen la capacidad de procesamiento del cerebro humano es plausible, pero su convencimiento de que serán equiparables a la inteligencia humana alrededor del 2030 ya es otra cuestión. Lo que es crucial en este caso es la máquina virtual en la que funciona un algoritmo de IA. Algunas máquinas virtuales se pueden implementar solo en un hardware tremendamente potente. Para equiparar a la inteligencia humana tendrán que ser informativamente impactantes, de una manera que los psicólogos computacionales todavía no terminan de entender. Supongamos que cada neurona del cerebro humano sea, en algún momento, cartografiada. Esto en sí no nos dirá lo que está haciendo. Ya tenemos un mapa muy detallado del córtex visual entre neuroanatomía y función psicológica, pero no del neocórtex en general. Concretamente, no sabemos mucho de lo que hace el córtex frontal, esto es, qué máquinas virtuales se implementan en él. El Proyecto Cerebro Humano, por ejemplo, ha adoptado un planteamiento decididamente ascendente: observar la anatomía y la bioquímica y copiarlas. Las cuestiones que van de arriba hacia abajo en la escala jerárquica sobre funciones fisiológicas que puede que se sustenten en el cerebro quedan al margen. Incluso si se consiguiera un modelo anatómico completo y se observaran con todo detalle los mensajes químicos, no se podría responder a esas cuestiones que van de lo general a lo concreto. Para responder haría falta una gran variedad de conceptos computacionales. Además, una cuestión clave es la arquitectura computacional de la mente-cerebro en su conjunto. La planificación de las acciones de criaturas con motivaciones múltiples requiere la programación de mecanismos complejos, como los que proporcionan las emociones. Y parece evidente la enorme complejidad de los procesos corticales. Hasta una actividad cotidiana como comer con tenedor y cuchillo requiere que se integren muchas máquinas virtuales, algunas que se encarguen de los objetos físicos, como músculos, dedos, utensilios, o varios tipos de sensores, mientras que otras se encarguen de las intenciones, planes, expectativas, deseos, convenciones sociales y preferencias. Para entender cómo es posible esa actividad, necesitamos, además de datos neurocientíficos sobre el cerebro, teorías computacionales detalladas sobre los procesos psicológicos involucrados. En suma, nos puede enseñar mucho sobre el cerebro y puede ayudar a que los científicos de la IA desarrollen más aplicaciones prácticas, pero la idea de que a mitad del siglo XXI se habrá explicado la inteligencia humana es poco probable.

 

Durante miles de años la gente creyó que la autoridad procedía de leyes divinas y no del ser humano, y que, por tanto, teníamos que santificar la palabra de Dios y no la libertad humana. Sólo en los últimos siglos el origen de la autoridad pasó de las deidades celestiales a los humanos de carne y hueso. La autoridad puede cambiar de nuevo pronto, pero de los humanos a los algoritmos de IA. Del mismo modo que la autoridad divina estaba legitimada por mitologías religiosas y la autoridad humana estaba justificada principalmente por el relato liberal, así la revolución tecnológica que se acerca podría establecer la autoridad de los algoritmos deIA, al tiempo que socavaría la idea misma de la libertad individual. Los algoritmos de IA pueden crear dictaduras digitales en que todo el poder esté concentrado en las manos de una pequeña élite al tiempo que la mayor parte de la gente sufra no ya explotación, sino algo mucho peor: irrelevancia. El poder total mundial no es capaz de concebir límites para sí mismo por lo que nos encontramos en un cruce vital. Y del camino que tomemos dependerá que vivamos como seres libres o como esclavos subyugados y deshumanizados. Pero estamos asistiendo al esfuerzo conjunto de personas muy poderosas y que tienen a las mentes más brillantes a su servicio, y que están conspirando contra nosotros con el fin de controlarnos. Pero la libertad estimula el alma humana, mientras que el miedo la paraliza. Podemos leer una profecía indicativa de lo que actualmente está pasando en el Apocalipsis 13: "Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguna pudiera comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. el que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, porque es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis". Bertrand Russell en El impacto de la ciencia en la sociedad ya nos puso sobre aviso: «Cuando la técnica (de la psicología de masas) haya sido perfeccionada, todo gobierno que lleve una generación entera dirigiendo la política educativa podrá controlar a sus súbditos sin ser cuestionado, sin necesidad de ejércitos ni policías».

 

Las decisiones médicas más importantes de nuestra vida cada vez dependerán menos de nuestras sensaciones de enfermedad o bienestar, ni siquiera de las predicciones, en base a la información, de nuestro médico, sino de los cálculos de algoritmos de IA que comprenderan nuestro cuerpo mucho mejor que nosotros. Dentro de unas pocas décadas, algoritmos de IA, alimentados por un flujo constante de datos biométricos, podrán controlar nuestra salud a toda hora y todos los días de la semana. Pero a mediados del siglo XXI, gracias a sensores biométricos y algoritmos de IA, podrán diagnosticar y tratar las enfermedades mucho antes de que generen dolor o produzcan discapacidad. Como resultado, siempre nos encontraremos sufriendo alguna «enfermedad», por pequeña que sea, y siguiendo esta o aquella recomendación algorítmica. Si nos negamos a seguirla quizás nuestro seguro médico quede invalidado o nuestro jefe nos despida. Y es probable que lo que ya está empezando a pasar en medicina pase cada vez en más ámbitos. La invención clave es el sensor biométrico, que la gente puede llevar sobre su cuerpo o en el interior del cuerpo, y que convierte procesos biológicos en información electrónica que los ordenadores con IA pueden almacenar y analizar. Dadas las suficientes datos biométricos y la suficiente potencia de cómputo, los sistemas externos de procesamiento de datos pueden acceder a todos nuestros deseos, decisiones y opiniones. Son capaces de saber con exactitud quiénes somos. Pero el algoritmo incluso puede ir mucho más allá. Hoy en día algunos ingenieros están desarrollando programas informáticos capaces de detectar las emociones humanas sobre la base del movimiento de nuestros ojos y músculos faciales. Añadamos una buena cámara y este programa sabrá qué escenas de la televisión nos hicieron reír, qué escenas nos entristecieron y qué escenas nos aburrieron. A continuación, conectamos el algoritmo a sensores biométricos, y sabrá de qué manera cada fotograma ha influido en nuestro ritmo cardíaco, nuestra tensión sanguínea y nuestra actividad cerebral.

 

A pesar de haber sido declarados casi inútiles, se suelen hacer pronósticos sobre la post-singularidad de la IA bastante a menudo. Hay multitud de ejemplos descabellados en la literatura de ciencia ficción. Los que creen en la Singularidad (IAS) se dividen en dos campos: los pesimistas y los optimistas, como Kurzweil. Por lo general están de acuerdo en que el paso de la IAF a la IAS sucederá antes de que termine el siglo XXI, pero disienten en cómo de peligrosa será la IAS. Por ejemplo, algunos vaticinan unos robots malvados que harán todo lo que esté a su alcance para desbaratar la vida y las esperanzas humanas, algo que ya podemos ver en la ciencia ficción y en las películas de Hollywood. La idea de que podríamos "desenchufarlos" si fuese necesario se niega específicamente. Las IAS, nos dicen, serían lo bastante astutas para convertir eso en imposible. Otros arguyen que las IAS no tendrán intenciones malévolas, pero que de todas maneras serán peligrosísimas. No introduciríamos en ellas odio a los seres humanos y no hay ninguna razón por la que debieran desarrollarlo ellas. Más bien les seremos indiferentes, como nos son indiferentes a nosotros la mayoría de las especies no humanas. Pero su indiferencia, si nuestros intereses entran en conflicto con sus objetivos, podrían causar que el Homo Sapiens terminara como una especie en vías de extinción. O también se puede pensar en la estrategia general sugerida a veces para protegerse contra las amenazas de la Singularidad, como sería la contención. En este caso, se le impide a la IAS actuar directamente sobre el mundo, aunque pueda percibir directamente el mundo y se usa solo para responder preguntas. No obstante, internet está incluido en el mundo y las IAS podrían provocar cambios indirectos aportando contenidos, como hechos, falsedades, virus informáticos, etc… Otra forma de pesimismo a propósito de la Singularidad (IAS) predice que las máquinas nos pondrán a hacer el trabajo sucio, aunque vaya contra los intereses de la humanidad. Esta visión desdeña la idea de que podríamos "contener" los sistemas de IAS separándolos del mundo. Una máquina superinteligente, dicen, podría recurrir al chantaje o a la amenaza para convencer a alguno de los pocos seres humanos con los que se relacione para que haga cosas que ella no puede hacer directamente.

Esta inquietud en particular asume que la IAS habrá aprendido lo bastante sobre psicología humana como para saber qué chantajes o amenazas tienen probabilidad de funcionar, y quizá también sabría qué individuos tienen probabilidad de ser más vulnerables a un cierto tipo de persuasión. A la objeción de que esta variable no es creíble, contestan que un vulgar soborno monetario o una amenaza de muerte funcionarían con casi cualquiera, así que la IAS no necesitaría una gran perspicacia psicológica ni necesitaría comprender en términos humanos lo que son en realidad la persuasión, el soborno y la amenaza. Bastaría con que supiera que es probable que introducir ciertos textos de lenguaje natural en un ser humano influya en su comportamiento de forma muy predecible. Algunas de las predicciones optimistas plantean retos aún mayores. Quizá las más llamativas sean las predicciones de Raymond Kurzweil, científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, de que viviremos en un mundo virtual y se eliminará la muerte personal. La muerte del cuerpo, si bien se retrasaría mucho mediante la biociencia asistida por la IAS, continuaría sucediendo; pero antes de la muerte podría descargarse la personalidad y los recuerdos de cada persona en un ordenador. Esta asunción filosófica de que una persona podría existir ya fuese en silicio o en neuroproteína, se refleja en el subtítulo de un libro de Kurzweil, titulado Cuando los humanos trascendamos la biología. Kurzweil expresaba su visión sobre la Singularidad, también llamada transhumanismo, en que describía un mundo que contuviera a personas que fueran en parte, o incluso por entero, no-biológicas. Estos ciborgs transhumanistas, se dice, tendrán distintos implantes computerizados conectados directamente al cerebro, así como prótesis para las extremidades y/o los órganos de los sentidos. Se desterrarán la ceguera y la sordera, porque las señales visuales y auditivas se interpretarán mediante el sentido del tacto. No menos importante, la cognición racional, al igual que los estados de ánimo, se potenciaran con drogas de diseño específicas. Vaya, como lo que indica Aldous Huxley en Un mundo feliz. Las primeras versiones de dichas tecnologías auxiliares ya están entre nosotros. Si proliferan como sugiere Kurzweil, nuestro concepto de humanidad cambiará profundamente. En vez de ser vistas como prótesis o añadidos útiles para el cuerpo humano, se verán como partes del cuerpo transhumanas. Las drogas psicotrópicas figurarán junto a sustancias naturales como la dopamina con relación al "cerebro". Y la inteligencia, fuerza o belleza superiores de los individuos modificados genéticamente se verán como rasgos naturales. Se cuestionarán las opiniones políticas sobre el igualitarismo y la democracia. Hasta se podría desarrollar una nueva subespecie a partir de ancestros humanos lo suficientemente ricos como para explotar estas posibilidades.

 

En suma, se espera que la evolución tecnológica reemplace a la evolución biológica. Kurzweil ve la Singularidad como "la culminación de la fusión de nuestros pensamientos y existencia humanos con nuestra tecnología, que dará lugar a un mundo en el que no habrá distinción […] entre humano y máquina o entre realidad física y virtual". Vamos, la ciencia ficción convertida en realidad. El transhumanismo es un ejemplo extremo de cómo la IA puede cambiar las ideas sobre la naturaleza humana. Una filosofía menos extrema que asimilase la tecnología al concepto mismo de mente sería "la mente extendida", que considera que la mente se extiende por todo el mundo para abarcar los procesos cognitivos que dependen de ella. Aunque la noción de mente extendida ha sido muy influyente, el transhumanismo no. Algunos filósofos, críticos culturales y artistas la han aprobado con entusiasmo. Sin embargo, no todos los que creen en la Singularidad (IAS) la aceptan. Sabemos que los progresos en biomedicina salvan miles de vidas y, por lo tanto, contribuyen al bienestar general, mientras que los descubrimientos en física cuántica y en computación determinan los canales de comunicación que estamos utilizando actualmente. Nada hace pensar que el futuro próximo tenga que ser muy diferente. Pero las nuevas técnicas de edición genética, que podrían permitir modificar el ADN de embriones humanos, así como el desarrollo de la inteligencia artificial y la nanotecnología en máquinas, que cada vez llevan a cabo tareas más complejas, abren un abanico de posibilidades impensables hace pocos años. Estos y otros adelantos científicos continuarán modelando nuestro futuro con un impacto creciente, hecho que requiere una inteligente y cauta gestión de estas posibilidades. Creo que la combinación de la biotecnología, la nano tecnología y la Inteligencia Artificial, entre otras tecnologías, es el gran reto tecnológico del siglo XXI. Para decidir cómo se utiliza la edición genética o si se ponen límites a la inteligencia artificial y a la nanotecnología, hace falta una sociedad muy informada y con una ética científica sólida. La biotecnología se refiere a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos, o sus derivados, para la creación o modificación de productos o procesos en usos específicos. La biotecnología, comprende investigación de base y aplicada que integra distintos enfoques derivados de la tecnología y aplicación de las ciencias biológicas. La ingeniería genética puede definirse como "La manipulación deliberada de la información genética, con miras al análisis genético, o al mejoramiento de una especie".

 

La generación del ADN recombinante puede tener diferentes fines, siendo el más común determinar la función que tendría un gen en un organismo. Por ejemplo, si asumimos que tenemos un fragmento de ADN y creemos que es responsable de la producción del color rojo en flores, podemos insertar ese fragmento en una planta que produce flores blancas. Si al dejarla crecer, esta planta genera flores rojas, entonces sabremos que ese gen es el responsable de conferir el color rojo. Hay algunos investigadores que creen que la humanidad actual fue creada por algún tipo de manipulación genética extraterrestre. Hoy en día, con los avances en genética y los conocimientos sobre el código ADN, hemos visto que ello es posible. Aaron Traywick (1989 – 2018) fue un activista estadounidense de lo que podríamos llamar extensión de la vida, que se generó en las comunidades de transhumanismo y biohacking. Buscó desarrollar terapias génicas para hacer tratamientos baratos y disponibles para enfermedades incurables como el SIDA y el virus del herpes simple. Su falta de formación médica y sus métodos poco convencionales, como la de transmitir en directo mientras estaba inyectándose una "terapia genética experimental no probada", generó una crítica generalizada. Aaron Traywick saltó a las portadas del mundo de la ciencia por una atrevida jugada. El biohacker y CEO de la compañía de biotecnología Ascendance Biomedical se inyectó una terapia genética experimental y nunca probada en humanos. Al cabo de cierto tiempo Traywick apareció muerto. Aaron Traywick logró llamar la atención de medio mundo sobre el movimiento de biohacking. Durante una conferencia, el emprendedor se bajó los pantalones y se inyectó en la pierna una terapia génica desarrollada por su compañía, cuyo objetivo era curar para siempre el herpes. El tratamiento no había pasado por el circuito habitual de ensayos clínicos a que obliga la ley. Al elegir voluntariamente convertirse en conejillo de indias de su nueva terapia, Traywick no solo lograba dar un golpe de efecto sino que también evitaba enfrentarse a una posible sanción.  Tal como ya hemos dicho el transhumanismo es un movimiento cultural e intelectual internacional que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo de tecnología que ayude a mejorar las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico.

 

Los pensadores transhumanistas estudian los posibles beneficios y perjuicios de las nuevas tecnologías tendentes a superar las limitaciones humanas, así como también la tecno ética adecuada a la hora de desarrollar y utilizar esas tecnologías. Estos pensadores sostienen que los seres humanos pueden llegar a ser capaces de transformarse en seres con extensas capacidades, merecedores de la etiqueta de post humanos. Influenciada por la ciencia ficción, la visión transhumanista de una futura y diferente humanidad ha atraído a muchos partidarios y detractores. El transhumanismo ha sido descrito por Francis Fukuyama, un influyente politólogo estadounidense de origen japonés, como «la idea más peligrosa del mundo», mientras que Ronald Bailey, editor de ciencias de la revista Reason, considera que es un «movimiento que personifica las más audaces, valientes, imaginativas e idealistas aspiraciones de la humanidad». Algunos autores consideran que la humanidad ya es transhumana, porque los progresos médicos en los últimos tiempos habría alterado de manera significativa, en su opinión, nuestra especie. Según Nick Bostrom, filósofo sueco de la Universidad de Oxford, los impulsos transcendentales del transhumanismo se han expresado desde la misma búsqueda de la inmortalidad relatada en La Epopeya de Gilgamesh, así como también en la búsqueda legendaria de la fuente de la eterna juventud, el elixir de la vida, y otros esfuerzos para tratar de vencer al envejecimiento y la muerte. El biólogo Julian Huxley es generalmente considerado como el fundador del transhumanismo, término acuñando en un artículo escrito en 1957: "Hasta ahora la vida humana ha sido, en general, como Hobbes la describió, 'desagradable, brutal y corta'. La gran mayoría de los seres humanos (si no han muerto jóvenes) han sido afectados con la miseria. Podemos sostener justificadamente la creencia de que existen estas posibilidades y que las actuales limitaciones y frustraciones de nuestra existencia podrían ser en gran medida sobrellevadas. La especie humana puede, si lo desea, trascenderse a sí misma, y no sólo de forma esporádica e individual, sino en su totalidad, como Humanidad".

 

En la década de 1940 un psicólogo de Harvard llamado Burrhus Frederic Skinner metió un ratón en una caja. Dentro había una palanca que activaba una compuerta por la que caía comida. Después de un tiempo dando vueltas sin saber qué hacer, el animal tropezó con la palanca y se llevó una agradable sorpresa. Pronto se aficionó a tirar de la palanca. En su cuaderno de notas, Skinner describió su rutina como un drama de tres actos: ver la palanca (reclamo), tirar de ella (acción) y comerse la comida (recompensa). Lo llamó « circuito de refuerzo continuo», y en la caja «caja de condicionamiento operante», pero en todo el mundo se conoce como «caja de Skinner». Cuando el ratón estaba ya acostumbrado a la buena vida, Skinner decidió cambiar su suerte. Ahora el ratón tiraba de la palanca, pero unas veces había come y otras veces no. Sin patrón ni concierto, sin lógica ni razón, la palanca a veces llevaba comida y otras veces no llevaba nada. El retorcido psicólogo bautizó el nuevo circuito como «refuerzo de intervalo variable» y descubrió algo muy extraño: la falta de recompensa no desactivaba el condicionamiento. Más bien al contrario; casi se diría que no saber si habría o no premio lo reforzaba aún más. El ratón tiraba de la palanca tanto si le daba de comer como si no. Su pequeño cerebro había incorporado el tirar de la palanca como algo que le causaba placer en sí mismo y lo había desconectado de la recompensa original. Aún peor: ver la palanca y no tirar de ella causaba ansiedad al animal. Skinner cambió la palanca de lugar, cambió el ratón de caja, pero el resultado era el mismo: su comportamiento era automático, independientemente de las circunstancias. Cuando aparecía la palanca tiraba de ella sin pensar. La única manera de desprogramar el ratón era cambiar el premio por un castigo. Por ejemplo, una descarga eléctrica. Sólo que la mente del ratón no funcionaba exactamente así. Y, al parecer, la nuestra tampoco. Una vez establecido, el condicionamiento original es muy resistente al cambio. El pobre ratón no dejaba de tirar de la palanca, por mucha descarga que recibiera. El refuerzo de intervalo variable le había generado un hábito. O peor: una adicción. Si somos capaces de engancharnos a algo que nos proporciona placer, ¿por qué no podemos desengancharnos cuando deja de hacerlo? Aparentemente, una vez que se graba en nuestra corteza cerebral, es difícil que se borre.

 

El doctor B.J. Fogg, director del Laboratorio de Tecnología Persuasiva de la Universidad de Stanford, lo fundó en 1998 «para crear máquinas que puedan cambiar lo que la gente piensa y lo que hace, y hacerlo de manera automática». Aunque sus métodos son herederos directos de Skinner, su referéncia es Aristóteles, el hombre que dijo «somos lo que hacemos una y otra vez». Fogg estableció que las personas se sienten obligadas a devolver los favores de manera justa, o sentirse en deuda con la persona que les ha hecho un favor. Se trata de una técnica de persuasión muy conocida entre los comerciales. Fogg enseña que el comportamiento es un sistema y, por tanto, se puede sistematizar. El modelo Fogg del comportamiento establece que, para implantar un hábito de manera efectiva, deben ocurrir tres cosas al mismo tiempo: motivación, habilidad y señal. El sujeto debe querer hacerlo, debe poder hacerlo y debe haber algo que le impulse a hacerlo. Este último se llama trigger (desencadenante, activador o señal). La motivación social tiene que ver con nuestro lugar en el mundo y con la necesidad de ser aceptados. Este motivador es un instrumento muy poderoso, porque ser aceptado por la comunidad en la que vives es clave para la supervivencia. Este motivador es el favorito de las plataformas y aplicaciones digitales. Es la gran clave maestra de las redes sociales. Hoy día con la realidad de las tecnologías sociales han florecido los métodos para motivar a la gente a través de la aceptación o el rechazo social. Recibimos una notificación y desbloquemos la pantalla del móvil, donde encontramos nuestra recompensa a través de los likes, mensajes de otros, comentarios, etc.., que actúan como una dosis de dopamina que nos hace sentir mejor, o que te lanzan a enviar un mensaje supuestamente ingenioso. En Facebook o Instagram no hay ningún botón de do not like, ya que así siempre tendremos más recompensas que castigos. «Sólo controlando cuándo y cómo le das a la gente las pequeñas dosis de dopamina, puedes llevarlos de usar la aplicación un par de veces a la semana a usarla docenas de veces por semana».

 

Es el viejo condicionamiento operativo del profesor Skinner, pero alimentado con big data y optimizado con inteligencia artificial. Como ocurre con las máquinas tragaperras, hay un algoritmo opaco que analiza los datos de los usuarios para predecir el momento perfecto para mandar una notificación. Abrimos nuestras redes sociales sin que nos llegue nada, como un tipo de activador interno, desbloqueamos nuestros móviles una media de más de cien veces al día y no sabemos por qué. Las notificaciones nos recuerdan constantemente que están pasando cosas sin que nosotros nos enteremos, mientras que los números de notificaciones nos advierten que hay otros que sí que se enteran y que van por delante nuestro. Las notificaciones y la cuantificación son dos elementos de diseño que juegan con la ansiedad del usuario, ofreciendo una herramienta sencilla para controlar el mundo. Basta con ser ingenioso, fotogénico y carismático, saberte los memes antes de que se conviertan en virales y estar donde hay que estar. Para ello sólo debemos tener las aplicaciones correctas, seguir a las personas correctas y estar atento a las notificaciones. Nada más. Son diseños que vampirizan las ansiedades de un mundo sin trabajo, sin esperanza y sin futuro. Antes de las redes sociales lo más adictivo que había eran los videojuegos, que "relatan" una historia con una misión, cuyo objetivo se consigue sólo después de superar un número de retos, acertijos o enfrentamientos que se suceden en dificultad ascendente. Este fenómeno se llama recursión, que es cuando una función específica, para resolver un gran problema, usa unos problemas más pequeños una y otra vez como solución para situaciones cada vez más complejas. Cada éxito en el camino es celebrado inmediatamente con música, puntos, vidas, etc…, y sobre todo la apertura de la siguiente pantalla. Por eso, cuando más juegamos mejor lo hacemos y cuanto mejor lo hacemos, más queremos jugar. Hay pocas cosas más adictivas en la vida que sentir que eres cada vez mejor en algo, sobre todo cuando hay un universo entero que te felicita cada vez que lo consigues y no hay nadie que se burle cuando no lo consigues. A este respecto, ¿sabéis para qué sirve la palanca de las máquinas tragaperras? Esta palanca de la que tiras para activar el juego y apostar. Porque las máquinas dejaron de ser mecánicas hace bastante tiempo, y no hay ninguna conexión real entre la palanca de la máquina y el resultado final. Es una caja de Skinner falsa, donde el ratón (el ser humano) tira de la palanca y su acción en el mundo físico tiene una consecuencia inmediata. Todos estos refuerzos no aparecen de forma aleatoria ni en combinaciones absurdas, sino que aparecen exactamente cuando estás a punto de dejarlo. Obedecen a algoritmos que se alimentan de la información de todas las numerosas máquinas tragaperras del mismo fabricante que están funcionando cada minuto del día. La industria del juego produce quinientos mil millones de dólares al año y las máquinas tragaperras son el juego de azar más rentable del mundo, precisamente porque no deja nada al azar. Tienen un generador de números aleatorios (RNG) para producir secuencias de números sin orden aparente, pero no sabemos cómo funciona ya que los algoritmos son opacos. Sabemos que es el diseño más adictivo de la industria más adictiva. Por eso lo copiaron los arquitectos de las redes sociales. Las aplicaciones más populares del mundo recrean literalmente la palanca de las tragaperras, ya que también es lo que hacemos con el dedo gordo cuando lo deslizamos hacia abajo para actualizar el contenido de la aplicación en un móvil.

 

A medida que los científicos conozcan cada vez mejor la manera en que los humanos tomamos decisiones, es probable que la tentación de basarse en algoritmos para decidir aumente. Acceder a la toma de decisiones de los humanos no sólo hará que los algoritmos de IA sean más fiables, sino que los seres humanos sean menos fiables. A medida que gobiernos y empresas consigan acceder al sistema operativo humano, estaremos expuestos a una andanada de manipulación, publicidad y propaganda dirigidos con gran precisión. Nuestras opiniones y emociones podrían resultar tan fáciles de manipular que nos viéramos obligados a fiarnos únicamente de los algoritmos. En algunos países y en determinadas situaciones, tal vez a la gente no se le dé ninguna otra opción, y por lo tanto se vea obligada a obedecer las decisiones de los algoritmos de IA. Pero incluso en sociedades supuestamente libres, los algoritmos pueden ir ganando autoridad debido a que aprenderemos por experiencia a confiar en ellos en cada vez más cuestiones. Y poco a poco perderemos nuestra capacidad para tomar decisiones por nosotros mismos. Pensemos simplemente en la manera en que, en las dos últimas décadas, miles de millones de personas han llegado a confiar en el algoritmo de búsqueda de Google. ¿Qué pasará con esta forma de entender la vida si cada vez confiamos más en los algoritmos de IA para que tome las decisiones por nosotros? Una vez que empecemos a contar con la IA para decidir qué estudiar, donde trabajar y con quién casarnos, la vida humana dejará de basarse en la toma de decisiones. Asimismo, las elecciones democráticas y los mercados libres tendrán poco sentido. Lo mismo ocurrirá con la mayoría de las religiones y obras de arte. Cuando la autoridad se transfiera de los humanos a los algoritmos, quizás ya no veremos el mundo como un lugar de individuos autónomos que se esfuerzan por tomar las decisiones correctas. En lugar de eso, podríamos percibir todo el universo como un flujo de datos, concebir los organismos como poco más que algoritmos bioquímicos y creer que la vocación cósmica de la humanidad es crear un sistema de procesamiento de datos que todo el abarque y, después, fusionarse con él. Hoy en día ya nos estamos convirtiendo en minúsculos elementos dentro de un gigantesco sistema de procesamiento de datos que nadie entiende en realidad. Diariamente absorbemos innumerables bits de datos mediante correos electrónicos, tuits y artículos. No sabemos exactamente dónde encajamos en el gran esquema de las cosas, ni como nuestros bits de datos se conectan con los bits producidos por miles de millones de otros humanos y de ordenadores. No tenemos tiempo de descubrirlo, porque estamos demasiado ocupados contestando a todos los correos electrónicos y mensajes.

Quizás pensemos que los algoritmos nunca podrán tomar decisiones importantes para nosotros, ya que las decisiones importantes suelen implicar una dimensión ética, y suponemos que los algoritmos no entienden de ética. Pero no hay ninguna razón para suponer que no serán capaces de superar al ser humano medio incluso en ética. Ya hoy en día, cuando dispositivos como los teléfonos inteligentes y los vehículos autónomos toman decisiones que solían ser monopolio humano, empiezan a encontrarse con el mismo tipo de problemas éticos que han atormentado a los humanos durante milenios. La IA suele asustar a la gente ya que no cree que sea siempre obediente a los seres humanos, ya que hemos visto muchas películas de ciencia ficción sobre robots que se rebelan contra sus amos humanos y que corren descontrolados por las calles matando a todo el mundo. Pero el problema real con los robots posiblemente sea justo lo contrario. Debemos temerles porque probablemente obedecerán siempre a sus dueños y nunca se rebelarán. No hay nada malo en la obediencia, por supuesto, mientras los robots sirvan a dueños benignos. Incluso en la guerra, basarse en robots asesinos puede asegurar que, por primera vez en la historia, las leyes de la guerra se respeten de verdad en el campo de batalla. Pero el peligro no se limita a las máquinas asesinas. Los sistemas de vigilancia pueden ser igualmente peligrosos. En manos de un gobierno benévolo, los algoritmos de vigilancia potentes quizás sean lo mejor que le haya pasado nunca a la humanidad. Pero estos algoritmos de IA podrían asimismo dar poder a un futuro Gran Hermano, por lo que podemos acabar sometidos a un régimen de vigilancia orwelliana, en el que cada uno de los individuos fuera controlado todo el tiempo. De hecho, podríamos acabar de una manera que ni siquiera Orwell hubiera imaginado, con un régimen de vigilancia global que efectúe el seguimiento no sólo de todas nuestras actividades y nuestras manifestaciones externas, sino que también consiga incluso meterse bajo nuestra piel para conocer nuestras experiencias internas.

 

Una noticia positiva es que, al menos en las próximas décadas, parece que no tendremos que vernos inmersos en la pesadilla de la ciencia ficción en que la IA adquiera conciencia y decida esclavizar o aniquilar la humanidad. Tal como ya hemos dicho, cada vez nos basaremos más en los algoritmos para que tomen decisiones por nosotros, pero es improbable que estos comiencen conscientemente a manipularnos. Se supone que no tendrán ninguna conciencia, tal como la entendemos actualmente. De ahí que a pesar del inmenso poder de la Inteligencia artificial, por ahora su uso seguirá dependiendo en cierta medida de la conciencia humana. El peligro es que, si invertimos demasiado en desarrollar la IA y demasiado poco en desarrollar la conciencia humana, una Inteligencia artificial y robots muy sofisticados se fortalecerán en relación al ser humano, que iría quedando más relegado. Pero es improbable que nos enfrentamos a una rebelión de robots en las décadas venideras, aunque podríamos tener que lidiar con multitud de bots que saben cómo utilizar nuestras debilidades emocionales, y utilizar esta sorprendente capacidad para intentar vendernos cosas, ya sea un automóvil, un político o una ideología completa. Los bots podrían identificar nuestros temores, odios y deseos más profundos, y utilizar esta ventaja. Ya se nos ha dado una muestra de ello en elecciones y referéndums en todo el mundo, cuando los piratas informáticos han descubierto cómo manipular a los votantes individuales, analizando los datos sobre ellos y explotando sus prejuicios. El auge de la IA podría eliminar el valor económico y político de la mayoría de los humanos. Al mismo tiempo, las mejoras en biotecnología quizás posibiliten que la desigualdad económica se traduzca en desigualdad biológica. Los súper ricos tendrán por fin algo que hacer que valga de verdad la pena con su extraordinaria riqueza. Mientras que hasta ahora podían comprar poco más que un determinado estatus, pronto podrán comprar la vida misma. Si los nuevos tratamientos para prolongar la vida y mejorar las condiciones físicas y cognitivas acaban siendo caros, la humanidad podría dividirse en castas biológicas. A lo largo de la historia, los ricos y la aristocracia siempre pensaron que sus capacidades eran superiores a las de todos los demás, por lo que tenían el control. Por lo que sabemos, esto no era cierto. Pero podría serlo.

 

Si queremos evitar la concentración de toda la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite, la clave está en regular la propiedad de los datos, aunque se me antoja muy difícil de conseguir en una sociedad globalizada. En tiempos antiguos, la tierra era el bien más importante del mundo, por lo que había que luchar por controlar la tierra y evitar que se concentrara demasiado en unas pocas manos. En la época moderna, las máquinas y fábricas resultaron más importantes que la tierra, y las luchas políticas se centraron en controlar estos medios vitales de producción. Como muchas máquinas se concentraban en unas pocas manos, la sociedad se dividía entre capitalistas y proletarios. En el siglo XXI, sin embargo, los datos sustituyen a la tierra y la maquinaria como los bienes más importantes y habrá una lucha para controlar el flujo de datos. Si los datos, como sucede actualmente, se concentran en unas pocas manos, la humanidad se dividirá en diferentes clases. La lucha por poseer y controlar los datos ya ha comenzado, encabezada por gigantes como Google, Facebook, Alibaba, Amazon, Baidu y Tencent, entre otras. Hasta ahora, muchos de estos gigantes parecen haber adoptado el modelo de negocio típico de los «mercaderes de la atención». Captan nuestra atención al proporcionar de forma gratuita información, servicios y diversión, y luego revenden nuestra atención a los anunciantes. Pero las miras de los gigantes de los datos, y quiénes están detrás de ellos, apuntan probablemente mucho más allá que cualquier mercader de la atención que haya existido. Su verdadero negocio no es en absoluto vender anuncios. Más bien, al captar nuestra atención consiguen acumular cantidades inmensas de datos sobre nosotros, que valen más que cualquier ingreso publicitario. No somos sus clientes, somos su producto. Los seres humanos tenemos cuerpo y sensaciones, pero durante el último siglo la tecnología nos ha ido distanciando de nuestro cuerpo. Hemos ido perdiendo nuestra capacidad de prestar atención a lo que olemos, saboreamos o tocamos, o en quiénes están físicamente próximos a nosotros. En lugar de eso, nos absorben nuestros teléfonos inteligentes, tablets y ordenadores. Estamos más interesados en lo que ocurre en el ciberespacio que en lo que está pasando a nuestro lado.

 

Desde hace algunos años, debido a la compleja situación actual, la ciencia de la geopolítica está adquiriendo una importancia que había perdido en cierto modo tras la segunda guerra mundial. Todo ello incide en la manera en que se utilizan las nuevas tecnologías. Nos podemos preguntar de qué manera se relacionan los países y qué estrategias de poder utilizan en sus relaciones con otros países. La geopolítica se ha transformado en un instrumento de poder, encaminado tanto a controlar el mundo o los mayores ámbitos mundiales posibles, como a evitar caer subyugado por otro país o serlo en demasía. Por ello se hace preciso conocer cómo los poderosos han manejado, y manejan, el mundo a su alrededor, incluyendo la tecnología. Ciertas estrategias han sido aplicadas desde hace siglos, mientras que otras son más recientes, pero nada hace pensar que se vayan a dejar de aplicar en el futuro, aunque sea con algunas variantes. Dentro de este marco, las estrategias geopolíticas no son más que la aplicación práctica de ese poder, así como la materialización y concreción de cómo se ha decidido actuar e influir en la esfera internacional. Solo conociendo estas realidades geopolíticas llegaremos a la certeza de que queda mucho camino por recorrer para conseguir un mundo en el que primen los intereses de los seres humanos y no de las élites. Según la visión clásica, los acontecimientos políticos se podían comprender, interpretar y hasta justificar por su vinculación a posiciones geográficas y antecedentes históricos. Se acepta la existencia de una serie de constantes geopolíticas que conforman el marco de desarrollo de sucesos que se repiten desde tiempos pasados hasta el presente. Pero la geopolítica actual exige una perspectiva más amplia y profunda. La innegable globalización y la creciente interdependencia de los países provocan que la geopolítica haya pasado de estar exclusivamente limitada a un territorio dado a referirse a toda la Tierra. En consecuencia, hasta los países más pequeños están obligados hoy en día a establecer su geopolítica, pues poco habrá de lo que pase en el resto del mundo que no les afecte. E incluso afecta ya al espacio exterior del planeta, pues la necesidad de buscar nuevas fuentes de recursos y energía, o simplemente lugares a donde enviar una población creciente en una cada vez más sobre explotada superficie terrestre, hace que la moderna geopolítica también se interese por dimensiones extraterrestres. Los intereses comunes son tan perecederos que enseguida pasan a ser sustituidos por otros, por lo que alianzas, amistades y enemistades fluyen con sorprendente rapidez. Se vive en un permanente estado de rivalidad, en el que todas las partes compiten para hacerse un hueco y conseguir que primen sus propios intereses. Ni siquiera los peligros o amenazas que se podrían considerar comunes, como pueden ser las derivadas del posible cambio climático, ejercen una influencia real.

 

El ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 justificó importantes cambios en la legislación norteamericana. Seis meses después del atentado, la Patriot Act puso todas las infraestructuras de comunicaciones norteamericanas en manos de las agencias de inteligencia, incluida la incipiente industria de servicios online y su enorme banco de datos. El Departamento de Defensa quería extender sus largos tentáculos hasta el último rincón de la vida del último usuario activo de internet. No tuvieron que hacer mucho esfuerzo. Gracias a las redes sociales tenían todo el trabajo hecho. Larry Page y Sergei Brin lanzaron su buscador Google en 1998. Todos los servicios de la empresa son excepcionales ya que son útiles, fáciles de usar y ofrecen una nueva relación con el mundo. También es cierto que está diseñado para la extracción masiva de datos, ya que todo lo que busca, escribe, envía, calcula, recibe, pincha, comparte, lee, borra o adjunta el usuario es registrado y aprendido por los algoritmos de Google y almacenado en sus servidores para su eterna explotación. Si el plan de Google con Google Street View era conectar las identidades digitales que tenían en sus bases de datos con las personas reales en los mapas, incluyendo sus casas, sus coches, sus wifis y sus vecinos, no les salió muy caro, pero podían haberse ahorrado ese dinero, ya que Google no necesita rastrear las calles para saber los nombres, direcciones, teléfonos y contraseñas de las personas, así como las casas y las oficinas que salen en los mapas. Para ello tiene Android, un sistema operativo que viene preinstalado en el 74,92% de los móviles de todo el mundo. Un dispositivo que el usuario mantiene encendido en todo momento, lleva encima a todas partes y tiene dos cámaras, un micrófono, una media de catorce sensores y al menos cuatro sistemas de geolocalización. El dato más valioso sobre una persona ya no son sus correos personales sino su posición geográfica. Sabiendo dónde está en cada momento de su vida sabremos donde vive, donde trabaja, cuando sale a correr, con quien se relaciona, cuantas horas duerme, donde viaja, cómo se transporta de un lugar a otro, en frente de qué escaparates se para, en qué tienda del mercado compra, cuál es su terraza favorita, si recicla, si se droga, si toma anticonceptivos o si va a la iglesia, si va a conciertos al aire libre, si come en restaurantes de comida rápida o es más bien un gourmet. Sabemos que le gusta y a quién intenta evitar, cuánto tiempo pasa con cada uno y en donde, y con quien almuerza, come y cena. Sabemos si bebe, si tiene un/una amante, si se hace el enfermo, si apuesta. Sabemos cosas que la propia persona no sabe, como sus rutinas inconscientes y sus correlaciones sutiles. Un teléfono inteligente le cuenta todas estas cosas a las aplicaciones que incluye, una mina de oro para la industria de la atención.

 

Pero lo que la gente podría necesitar en realidad son las herramientas para conectarse a sus propias experiencias y sentimientos. En nombre de «compartir experiencias», se anima a la gente a entender lo que les pasa en base a cómo los ven los demás. Si pasa algo emocionante, el instinto de los usuarios de Facebook es sacar sus teléfonos inteligentes, hacer una foto, publicarla en línea y esperar los likes. En el proceso, apenas se dan cuenta de lo que han sentido ellos mismos. De hecho, lo que sienten está determinado cada vez más por las reacciones de otros usuarios conectados. Es probable que las personas, separadas de su cuerpo, sentidos y ambiente físico, se sientan alienadas y desorientadas. Los expertos suelen atribuir estos sentidos de alienación a la reducción de los vínculos religiosos y nacionales, pero perder el contacto con el propio cuerpo, incluyendo los propios sentimientos, probablemente sea más importante. Una diferencia aún más fundamental distingue los grupos humanos de las especies animales. La teoría de la evolución nos dice que las especies animales se subdividen, de vez en cuando, pero nunca se fusionan. Hace varios millones de años chimpancés y gorilas tenían antepasados comunes, pero esta supuesta especie ancestral se dividió en dos poblaciones que siguieron caminos evolutivos separados. Una vez acontecido no había manera de volver atrás. Por lo que se sabe, los individuos pertenecientes a especies diferentes no pueden tener descendientes. En cambio, las tribus humanas tendieron a unirse con el tiempo en grupos cada vez más grandes. Pero las uniones no siempre duran, como estos días sabemos por el Brexit, que podría iniciar una cierta debacle simultánea tanto del Reino Unido como de la Unión Europea. Pero a la larga, la dirección de la historia nos lleva a la globalización. Hace diez mil años la humanidad estaba dividida en incontables tribus aisladas. que se iban fusionando en grupos cada vez más grandes, implicando tener cada vez menos civilizaciones diferentes. En las generaciones recientes, las pocas civilizaciones que perduraban han sido uniéndose en una única civilización global. Las divisiones políticas, étnicas, culturales y económicas resisten, pero no socavan la unidad fundamental. De hecho, algunas divisiones sólo son posibles por una estructura común dominante. El mundo de principios de siglo XXI ha ido mucho más allá en formar vínculos entre grupos diferentes. En todo el globo, las personas no sólo están en contacto entre sí, sino que comparten cada vez más creencias y prácticas idénticas.

 

Todos los teléfonos utilizan el sistema GPS (Global Positioning System), o los equivalentes rusos o chinos, que se comunica con tres satélites que triangular la señal para decir exactamente donde están ubicados. Este sistema es independiente de internet, y por eso podemos continuar viendo nuestro puntito en el mapa aunque no tengamos conexión o nos hayamos quedado sin datos. Otra de las técnicas que usan las autoridades se basa en un dispositivo llamado StingRay, con una antena para rastrear todos los móviles que tiene alrededor. Es como un «man-in-the-middle attack», una técnica que usan los hackers para interceptar información desprotegida interponiéndose entre un dispositivo y un router. La policía lo lleva en los helicópteros y furgonetas para determinar, en tiempo real, quién hay en una manifestación, para encontrar a una persona dentro de un edificio o saber quién hay antes de entrar. Google ha presentado patentes para determinar el estado mental y físico del usuario usando datos del micrófono, como el volumen de la voz, el ritmo de la respiración o el sonido de un llanto. Amazon ha patentado un algoritmo que analiza la voz en tiempo real, buscando palabras y expresiones que indiquen preferencia, interés o rechazo por cualquier cosa que se pueda transformar en productos o servicios. Son los planes de un modelo publicitario basado en una intrusión extrema y una manipulación sutil. Las aplicaciones que tienen acceso a las cámaras de un móvil pueden encender y apagar cualquiera de las cámaras sin permiso, y hacer fotos y vídeos sin permiso, mandarlos a un servidor sin permiso y hacer retransmisiones en streaming. También pueden enviar fotos y vídeos de un rostro al servidor para que un algoritmo de reconocimiento facial los compare con otros de una base de datos, o para crear un modelo 3D de este rostro para una base de datos de reconocimiento facial. También puede tomar fotos de las yemas de los dedos que tocan la pantalla. Todas las aplicaciones de identificación biométrica recogen, analizan y almacenan nuestros datos biométricos. El consejero general de la NSA, Stewart Baker, confesó que «las metadatos te cuentan absolutamente todo sobre la vida de alguien. Si tienes suficientes metadatos no necesitas contenido». En la era del Big Data, curiosamente el contenido es lo menos valioso, ya que el metadato es el rey.

 

Los papeles de Edward Snowden eran escandalosos porque demostraban que los ciudadanos norteamericanos habían sido espiados por su propio Gobierno en su propia casa, vulnerando derechos fundamentales protegidos por la Constitución. El aparato de espionaje gubernamental había sido usado anteriormente para desprestigiar movimientos civiles a través de sus líderes. Los sistemas de imagen por satélite son parte de un circuito cerrado de vigilancia a nivel planetario en manos de un puñado de empresas que trabajan para diferentes gobiernos. Sus grandes ojos rotantes no sólo vigilan lo que ocurre dentro de sus fronteras, sino que registran todo lo que ocurre en la superficie terrestre, incluyendo océanos, producción agrícola y ganadera, extracción de crudo y minerales, infraestructuras, ciudades, fábricas, transportes, refugios y personas. Cada área del planeta es localizable en el espacio y en el tiempo, y accesible con la ayuda de un buscador. La sinergia entre las empresas tecnológicas y las agencias federales funciona en ambas direcciones: aunque la empresa no pueda legalmente utilizar los datos clasificados de manera directa, el procesamiento de estos datos proporciona nuevos niveles de precisión a sus algoritmos comerciales, que afinan sus habilidades predictivas para otros clientes.

Hace mil años el planeta Tierra tenía decenas de modelos políticos diferentes, incluyendo los reinos, los principados o condados feudales, las ciudades estado independientes, las pequeñas teocracias, el califato musulmán, que afirmaba tener soberanía universal, sultanatos y emiratos, entre otros muchos. Al miso tiempo, los judíos se presentaban como el pueblo elegido por Dios. En Asia teníamos los imperios chinos, que creían ser la única entidad política legítima, mientras que distintas confederaciones tribales luchaban entre sí. Hoy día, en cambio, básicamente tenemos un único paradigma político que es aceptado en todas partes. El planeta está dividido en unos 200 estados soberanos, que en general están de acuerdo en los mismos protocolos diplomáticos y en leyes internacionales comunes. En la época pre moderna, los humanos probaron no sólo diversos sistemas políticos, sino también una gran variedad de modelos económicos. Los terratenientes rusos, los maharajás hindúes, los mandarines chinos y los jefes tribales amerindios tenían ideas muy diferentes sobre el dinero, el comercio, los impuestos y el empleo. En la actualidad, en cambio, casi todo el mundo cree, con pequeñas variaciones, en la misma idea del mercado global, incluyendo a los países oficialmente comunistas, por lo que todos somos piezas de una única línea de producción global. Nuestras rutinas cotidianas y nuestras riquezas económicas dependen de las mismas teorías económicas, las mismas compañías y bancos y los mismos flujos de capital. Los acuerdos de usuario que nunca leemos (llamados End User Licence Agreement) y que siempre aceptamos como condición previa para acceder al servicio deseado, no sólo garantizan a la empresa de servicios el acceso indiscriminado a nuestros correos y conversaciones, sino que también se reservan el derecho a compartirlo con terceros y venderlo al mejor postor. Esto incluye otras empresas que estudian nuestro comportamiento para formular patrones de todo tipo, principalmente de consumo, pero también de tipo político y socioeconómico.

 

Es muy difícil mantener el anonimato en Internet. Ni utilizando la red TOR ni algún cifrado, por sofisticado que sea, puede protegernos si usamos el mismo nombre que hemos usado para otras cosas o somos geolocalizables a través de nuestro móvil. Tampoco podemos usar un nombre con el que nos sintamos identificados, ni el de nuestro personaje favorito ni el de nuestra mascota. No debemos hacer chistes ni contar una historia que ya hemos contado antes a alguien que sabe quién somos, aunque no la veamos desde hace muchos años. Hay que ser neutro y riguroso. Y, a veces, hasta todo esto no es suficiente. La pista más peligrosa es el estilo de escritura, una de esas cosas aparentemente invisibles para nosotros u otros seres humanos, pero que son visibles para un algoritmo de inteligencia artificial. Todos tenemos un estilo, aunque pensemos lo contrario. Y una advertencia: no utilizar sistemas sofisticados de encriptación o la red TOR si no estamos en condiciones de mantener el anonimato, ya que entraríamos automáticamente en listas negras. El estilo es una preferencia por ciertas palabras y no otras, para ciertos tiempos verbales, la costumbre de encadenar una palabra específica seguida de un tiempo verbal específico, o una manera especial de puntuar. A menudo basta leer un texto para adivinar a qué generación pertenece el autor, que los adopta precisamente para diferenciarse de las anteriores. Los llamamos estilos porque son parte de nuestra personalidad, de nuestro genio individual, pero los ingenieros les dicen patrones, que es el idioma favorito de las máquinas. Dicho de otro modo, el estilo no es más que un uso característico y reiterativo del lenguaje. Y hay software específico , dentro de la inteligencia artificial, capaz de peinar la red en busca de estos patrones y volver con nuestro nombre y apellidos en menos de lo que tardamos en comprar un billete a New York. Se explica el caso de un disidente que de manera anónima enviaba determinados mensajes. Lo descubrieron porque era profesor de universidad y un algoritmo de inteligencia artificial descubrió los mismos patrones entre una tesis doctoral que había escrito y los mensajes anónimos.

 

Hay un miedo común en el género humano hacia una posible guerra nuclear. Dos años después de la crisis de los misiles cubanos, la aniquilación nuclear era una amenaza posible. Expertos y profanos temían por igual que la humanidad no tuviera la sensatez de evitar la destrucción y creían que sólo era cuestión de tiempo que la Guerra Fría se volviera caliente y abrasadora. En realidad, la humanidad se enfrentó con éxito al reto nuclear. Norteamericanos, soviéticos, europeos y chinos cambiaron la forma en que se ha realizado la geopolítica durante milenios, por lo que la Guerra Fría llegó a su fin con poco derramamiento de sangre, y un nuevo mundo internacional promovió una era de aparente paz, al menos directamente entre las superpotencias. Pero, además de la guerra nuclear, en las décadas venideras la humanidad se enfrentará a una nueva amenaza que apenas se vislumbraba hace unas decenas: el colapso ecológico. El cambio climático puede que esté muy lejos de las preocupaciones de la gente que se encuentra en una emergencia de vida o muerte, pero puede que, al fin, haga que los suburbios de grandes ciudades sean inhabitables, lo que provoque que nuevas y grandes olas de refugiados se muevan a través del Mediterráneo, y que conduzca a una crisis mundial, sobre todo en la atención sanitaria. Casi todos los científicos están de acuerdo en que el calentamiento global es un hecho, pero no hay consenso en relación con la reacción económica más conveniente ante tal amenaza. Los humanos están desestabilizando la biosfera global en múltiples frentes. Cada vez tomamos más recursos del entorno, al tiempo que vertemos en él cantidades ingentes de desechos y venenos, lo que provoca cambios en la composición de tierra, del agua y de la atmósfera. Apenas somos conscientes siquiera de las múltiples maneras en que alteramos el delicado equilibrio ecológico formado a lo largo de millones de años. Es presumible que la misma dinámica dé impida cualquier antídoto a nivel nacional para una de las grandes amenazas de siglo XXI: la disrupción tecnológica. Como hemos indicado, la fusión de la infotecnología y la biotecnología abre la puerta a numerosas hipotéticas situaciones sobre el tema del fin del mundo, que van de las dictaduras digitales a la creación de una clase inútil global. Pero no hay respuesta a nivel nacional para estas amenazas. Con la disrupción tecnológica pasa lo mismo que con el cambio climático: el estado nación no sirve para enfrentarse a esta amenaza, ya que la investigación y el desarrollo no son monopolio de ningún país, y ni siquiera una superpotencia como Estados Unidos es capaz de monopolizarla.

 

Cada uno de estos problemas, la guerra nuclear, el colapso ecológico y la disrupción tecnológica, es suficiente para amenazar el futuro de la civilización humana. Pero en su conjunto constituyen una crisis existencial sin precedentes, especialmente porque es probable que se refuercen y se agraven mutuamente. Por ejemplo, aunque la crisis ecológica amenaza la supervivencia de la civilización humana como la hemos conocido, es improbable que frene el desarrollo de la IA y de la bioingeniería. No parece previsible que el aumento del nivel de los océanos, la reducción de los recursos alimentarios y las migraciones en masa distraigan la atención de los algoritmos de IA. A medida que la crisis ecológica se intensifique, probablemente el desarrollo de tecnologías de elevado riesgo y de crecientes beneficios no hará más que acelerarse. En tiempos anteriores las religiones eran responsables de solucionar una amplia gama de problemas en ámbitos tan prosaicos como la agricultura. Calendarios divinos determinaban cuando plantar y cosechar, mientras que rituales en el templo aseguraban la lluvia y protegían contra las plagas. Si se presentaba una crisis agrícola a causa de una sequía o una plaga de langostas, los agricultores se dirigían a los sacerdotes para que intercedieran ante los dioses. También la medicina fue víctima del ámbito religioso. Casi todos los profetas, gurús y chamanes hacían además de curanderos. La ciencia nos da respuestas claras a las cuestiones técnicas, como curar una determinada enfermedad, pero entre los científicos hay un considerable desacuerdo sobre las cuestiones políticas. Esto no significa, sin embargo, que las religiones tradicionales puedan ayudarnos a resolver los problemas. Las antiguas escrituras no son una buena guía para la economía moderna, y las principales brechas, por ejemplo, entre capitalistas y socialistas, no se corresponden con las divisiones entre las religiones tradicionales. Aunque el islamismo, el hinduismo y el cristianismo sean decoraciones de vivos colores sobre una estructura económica moderna, la gente suele identificarse con el decorado, y las identidades de la gente constituyen una fuerza histórica crucial. El poder humano depende de la cooperación de las masas que, a su vez, depende de fabricar identidades para las masas; y casi todas las identidades de las masas se basan en relatos de ficción, no en hechos científicos, ni siquiera en necesidades económicas. Por este motivo, en cuanto se desarrolle la tecnología, hay que esperar que los debates sobre las identidades y los rituales religiosos continúen influyendo en el uso de las nuevas tecnologías, y que vayan a seguir teniendo el poder de incendiar el mundo. Religiones, ritos y rituales seguirán siendo importantes mientras el poder de la humanidad resida en la cooperación de las masas y mientras la cooperación de las masas resida en la creencia en ficciones compartidas. Desgraciadamente, todo esto hace en realidad que las religiones tradicionales sean parte del problema de la humanidad, no el remedio. Las religiones ejercen todavía un gran poder político, ya que pueden fundamentar identidades nacionales e incluso desatar una Tercera Guerra Mundial.

 

Hace menos de un siglo los europeos daban por hecho que algunas razas, especialmente la raza blanca, eran intrínsecamente superiores a otras. Después de la Segunda Guerra Mundial el racismo se veía no sólo como algo pésimo desde el punto de vista moral, sino que también estaba desacreditado desde el punto de vista científico. Los científicos de la vida, y en particular los genetistas, han dado pruebas científicas muy sólidas que las diferencias biológicas entre los distintos seres humanos son nimias. Sin embargo, al mismo tiempo, antropólogos, sociólogos, historiadores, economistas del comportamiento y neurocientíficos han acumulado gran cantidad de datos sobre la existencia de diferencias importantes entre las distintas culturas humanas. ¿Por qué les resulta tan difícil a las grandes potencias emprender guerras directas en la actualidad? Una razón es el cambio en la naturaleza de la economía. En el pasado, los activos económicos eran sobre todo materiales, por lo que resultaba bastante fácil enriquecerse mediante la conquista. Si se derrotaba a los enemigos en el campo de batalla, podía sacar provecho saqueando sus ciudades, vendiendo sus civiles en los mercados de esclavos y ocupando sus campos agrícolas y sus minas. Los romanos prosperaron vendiendo a sus prisioneros como esclavos mientras que los estadounidenses de siglo XIX prosperaron ocupando las minas de oro de California y los ranchos ganaderos de Texas. Pero en el siglo XXI de esta manera sólo pueden obtenerse exiguos beneficios. Hoy en día los principales activos económicos consisten en el conocimiento técnico e institucional más que en los campos de trigo, las minas o incluso los campos petrolíferos, y el conocimiento no se conquista mediante la guerra. Si la condición previa para una guerra victoriosa es la ausencia de enemigos que estén dispuestos a resistir al agresor, las oportunidades quedarán seriamente limitadas. Sin embargo, si los terroristas adquieren armas de destrucción masiva, la naturaleza no sólo del terrorismo, sino también del Estado y de la política global, cambiará de manera radical. Si organizaciones minúsculas que representan a unos pocos fanáticos pudiesen destruir ciudades enteras y matar millones de personas, ya no habría una esfera pública libre de violencia política. De hecho, los estados, de vez en cuando pierden los estribos y reaccionan de una manera demasiado vehemente, por lo que caen en el juego de los terroristas. ¿Por qué son tan sensibles los Estados a las provocaciones terroristas? La respuesta es que la legitimidad del Estado moderno se basa en su promesa de mantener la esfera pública libre de violencia política. Un régimen puede soportar catástrofes terribles, e incluso ignorarlas, siempre que su legitimidad no se menoscabe. Por otra parte, un régimen puede hundirse a causa de un problema menor, si se considera que socava su legitimidad.

 

¿Hemos entrado oficialmente en la era de la post verdad? Estos días se nos dice repetidamente que vivimos en una nueva y espantosa era de «post verdad», y que estamos rodeados de mentiras y ficciones. Sea como sea el bando que apoyamos, parece que en realidad estamos viviendo en una terrible era de post verdad cuando no sólo incidentes particulares concretos, sino historias y naciones enteras, pueden falsificarse. También están los temas de falsa bandera, para justificar guerras y otras acciones. Está demostrado que en todos los conflictos entre colectivos humanos es habitual el empleo de una amplia variedad de estratagemas y engaños. En tiempos de guerra, como decía Winston Churchill, la verdad debe ser protegida por una barrera de mentiras. En este contexto de pugnas y rivalidades, uno de los recursos empleados ha sido la realización de operaciones encubiertas dirigidas a culpabilizar de ellas a terceros. Son las operaciones de falsa bandera, cuya denominación procede del contexto militar, de cuando se izaban banderas de un país diferente para confundir al enemigo. Las compañías militares y de seguridad privada, cuyos integrantes son conocidos como «contratistas», se utilizan para realizar acciones que un Estado no puede o no quiere hacer directamente con sus propios recursos. Estas empresas suelen pertenecer o estar ligadas a grupos de poder político y económico. Acostumbran a tener su domicilio social en paraísos fiscales, cambiándolo frecuentemente para evadir la fiscalización. Las compañías militares y de seguridad privada generan decenas de miles de millones de dólares anuales y son compradoras de armamento y tecnología militar de vanguardia, una bendición para las multinacionales armamentísticas. Los contratistas normalmente proceden de ejércitos, servicios de inteligencia y fuerzas policiales. Las ventajas que estas compañías militares y de seguridad privada ofrecen a los Estados respecto a las fuerzas regulares son básicamente una mayor rentabilidad económica y desligar a los Estados contratantes de lo que dichas compañías hagan. En conclusión, las compañías militares y de seguridad privada son un intermediario que obedece a los intereses económicos y políticos de los Estados sin conocimiento de la opinión pública y sin que el gobierno deba asumir las responsabilidades.

 

En realidad los seres humanos siempre hemos vivido en la era de la post verdad. El Homo sapiens es una especie de la post verdad, ya que su poder depende de crear ficciones y creer en ellas. Somos los únicos mamíferos que podemos cooperar con numerosos extraños porque sólo nosotros podemos inventar relatos de ficción, difundirlos y convencer a millones de personas para que crean en ellos. Mientras todos creamos en las mismas ficciones, todos obedeceremos las mismas leyes y, por tanto, podremos cooperar de manera eficaz. Las religiones antiguas no han sido las únicas que se sirvieron de la ficción para consolidar la cooperación. En épocas más recientes, cada nación ha creado su propia mitología nacional, mientras que movimientos como el comunismo, el fascismo y el liberalismo generaron complicados credos que se reforzaban a sí mismos. Aunque en la época de Facebook y Twitter a veces es difícil decidir qué versión de los acontecimientos creer, al menos ya no es posible que un régimen mate a millones de ciudadanos sin que el mundo lo sepa. Además de las religiones y las ideologías, las marcas comerciales también se basan en la ficción y las noticias falsas. La creación de marcas y de su valor suele implicar contar una y otra vez el mismo relato ficticio hasta que la gente se convence de que es verdadero. Como especie, los seres humanos preferimos el poder a la verdad. Invertimos mucho más tiempo y esfuerzo en intentar controlar el mundo que en intentar entenderlo, e incluso cuando tratamos de entenderlo, en general lo hacemos con la esperanza de que comprenderlo hará más fácil controlarlo. De manera que si soñamos con una sociedad en que la verdad reine de manera suprema y no se haga caso a los mitos, tiene poco que esperar del Homo sapiens. Todo esto no significa que las noticias falsas no sean un problema grave, o que políticos y sacerdotes tengan licencia para mentir con malicia. También sería completamente erróneo llegar a la conclusión de que todo son noticias falsas y que cualquier intento de descubrir la verdad está condenado al fracaso, ya que se supone que no hay ninguna diferencia entre el periodismo serio y la propaganda. Pero en todas las noticias falsas subyacen hechos reales y sufrimiento real.

 

Si no existe un enemigo, los poderes tienen que inventarlo. Desde tiempos inmemoriales, todos los grupos humanos parecen haber sentido la necesidad de tener un adversario, el cual les ha permitido fortalecer la unidad interna de su grupo y tener un objetivo claro contra el que dirigir su odio. Cuando a una sociedad se la convence de que pende sobre ella una amenaza contra el orden establecido o contra su propia existencia, se genera un mecanismo tendente a reforzar la solidaridad entre sus miembros y su subordinación a la clase dirigente, así como a la aceptación de medidas colectivas excepcionales, incluido el recorte de derechos y libertades, que nunca hubieran consentido sin este enemigo amenazante, sea otro país, el terrorismo, otra etnia u otro grupo religioso. Bien gestionada por los líderes, esta estrategia puede conseguir que hasta el pueblo más pacífico acuda voluntariamente a la llamada a la guerra en nombre de la defensa de la patria, aunque la finalidad real perseguida por sus organizadores sea bien distinta. Los intereses de la poderosa industria militar han sido habitualmente criticados por incitar a la permanente creación de un enemigo, como un medio para optimizar sus beneficios. Chris Hedges, veterano corresponsal de guerra norteamericano y premio Pulitzer, afirma que la permanente economía de guerra se sustenta en infundir temor, como en los comunistas durante la Guerra Fría y en los yihadistas actualmente. Una constante a lo largo de los tiempos ha sido la voluntad del poder hegemónico de buscar, imponer y mantener el equilibrio de fuerzas en sus zonas de interés, de modo que ningún adversario destaque sobre otro y así poder dominarlos a todos. Hay una frase de Lenin muy reveladora: "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad". Si siempre ha sido primordial, cada vez es más importante ganar la opinión pública, conquistar las mentes y corazones de la gente, y vencer en la guerra de las ideas. Una manera de convencer a la sociedad de algo en concreto es repetir la idea hasta la saciedad. Así lo entendía Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de la Alemania nazi entre 1933 y 1945, a quien se atribuye la célebre frase: «Miente, miente que algo quedará; cuanto más grande sea la mentira, más gente se la creerá», a la que se añade: «Afirma una mentira cien veces, y al cabo todo el mundo la creerá como un hecho fidedigno».

Y los medios de comunicación y las redes sociales son los principales canales a través del cual se repiten las mentiras que llegan a la sociedad. Al fin y al cabo, la libertad de prensa muchas veces no es más que la libertad de los principales accionistas del medio y quienes lo respaldan, como avisaba Lenin. Es un señuelo para manipular en su nombre, y con el mayor de los descaros, a las poblaciones. La propaganda como desinformación ha sido utilizada por muchos gobiernos, tanto los considerados democráticos como los que no. Recurrente a lo largo de la historia, supone la manipulación de la opinión pública para establecer una opinión favorable al gobierno. La Unión Soviética hizo de la propaganda y la desinformación sus principales herramientas para gobernar. Tan extendido está su empleo que se atribuye al que fue director de la CIA entre 1981 y 1987, William J. Casey, esta cínica frase: «Sabremos que nuestro programa de desinformación se ha completado cuando todo lo que se crea el público americano sea falso». El uso de la desinformación como herramienta manipuladora se potencia en situaciones de guerra, mientras que la guerra por medio de la propaganda es un instrumento encaminado a dominar la mente de la masa y estimular a la propia opinión pública, utilizando al enemigo para despertar los instintos tribales latentes en los seres humanos. Con las nuevas tecnologías y la subordinación de la información a la máxima del «aquí y ahora», las sociedades se enfrentan a un «lavado de cerebro» debido a la avalancha de información que reciben sin analizar y sin contextualizar, lo que da como resultado una opinión pública desinformada, que se guía por lo que aparece en los medios y redes sociales. Lo mismo sucede con la multitud de encuestas, estadísticas y sondeos de opinión, cuyos resultados son fácilmente manipulables. Y cuando casualmente se descubre la verdad y no se puede desmentir una información que daña la imagen propia, se reacciona atacando a la fuente. Es lo que se ha hecho con Wikileaks por revelar los correos electrónicos de Hillary Clinton, pues ha tenido más relevancia llegar a saber quién había sido el causante que la preocupación por conocer su contenido.

 

Caer es lo que hace Alicia en el País de las Maravillas cuando cae por el agujero de conejo, la metáfora más utilizada para describir lo que sucede cuando enciendes el teléfono y despiertas del trance media hora después. Alicia flota en suspensión animada, con tiempo suficiente para empezar a hacer cosas como leer o tomar el té, pero sin detenerse lo suficiente para terminarlas. Este es el estado en el que nos mantiene el capitalismo superacelerado, una especie de parálisis en la que consumimos sin control, suspendidos en un trance angustiado del que tratamos de despertar consumiendo más y más cosas. Hay millones de imágenes flotando ante nuestros ojos, pero nada a lo que agarrarnos ni tampoco un suelo bajo nuestros pies. Flotamos desorientados y vulnerables, en un estado de catalepsia similar a la hipnosis en el que, paradójicamente, somos especialmente receptivos. Es en este estado que consumimos grandes cantidades de contenido, elegido para nosotros por una maquinaria de micro segmentación selectiva, en que los mecanismos son oscuros e interesados. Es un reality show infinito, producido por algoritmos, del que no podemos huir. La activista e investigadora turca Zeynep Tufekci descubrió que si usaba Youtube para seguir campañas de políticos de derechas, el algoritmo la arrastraba cada vez más a la derecha, hasta llegar a los neonazis y a las nuevas generaciones del Ku Klux Klan. Pero si seguía a un candidato de izquierdas, la llevaba al extremo opuesto, como el marxismo. Y esta radicalización pasaba con todos los temas. Youtube podría ser uno de los instrumentos que más influyen en la radicalización del siglo XXI. Gracias a la información que ha obtenido de millones de usuarios que han pasado miles de millones de horas viendo vídeos en los hogares, universidades, oficinas, aviones, trenes, etc…, el algoritmo de Youtube ha aprendido que algunas cosas son más entretenidas que otras. Y que hay emociones que producen más participación que las otras. Las emociones son la herramienta especial de las redes sociales, y se analizan todo lo que pueden en su laboratorio de miles de millones de cobayas humanos.

 

A los productores de fake news les sale a cuenta porque es un buen retorno con mínima inversión. Suelen robar el contenido de otras redes sociales o de canales legítimos de noticias y no requieren investigación o comprobación de fuentes y datos, porque son mentira. Las fake news están diseñadas para indignar y la indignación es la heroína de las redes sociales. Es de las cosas más virales ya que genera más dopamina que nada porque nos convence que somos buenas personas y, encima, que tenemos razón. Para el algoritmo de Youtube es simplemente generar participación, su objetivo principal. Así que favorece los contenidos que producen esta borrachera en el mayor número de usuarios y la alimenta de manera precisa y cuantificable, proporcionándote nombres y caras de todas las personas que aplauden y comparten nuestra indignación y también de todas las que no lo hacen. Según el neurólogo Ramsay Brown: «Las compañías tecnológicas necesitan tus globos oculares pegados a la pantalla el mayor tiempo humanamente posible. Y han comenzado una carrera armamentística para mantenerte aquí». El capitalismo de la atención no tiene tiempo para la política, ni para los valores ni para los niños ni para ninguna otra cosa que no sea la participación. La gente que fabricaba máquinas de videojuegos o programas de televisión estaban haciendo contenidos, y no estaban tan preocupados con atrapar nuestra atención. La comparación más apropiada es el diseño de máquinas tragaperras. Porque la máquina tragaperras está específicamente diseñada para mantenernos pegados a ella el mayor tiempo posible. Otro aspecto es la viralidad y la velocidad con la que han impuesto hábitos nuevos entre la población. Y la capacidad de adaptación de un público que renuncia a comprender los cambios o incluso identificarlos, porque suceden demasiado rápido. Los móviles evolucionan a velocidad supersónica, haciendo que sea imposible comprender el impacto que tienen en nuestra vida y mucho menos gestionarlo. Cada vez que Facebook introduce una nueva función en la plataforma nos parece un cambio trivial, pero afecta a millones de personas en todo el mundo. La industria aún no sabe cómo controlar las emociones, pero se ha especializado en detectar, magnificar o producir las que más beneficio generan, tales como la indignación, el miedo, la soledad, la competitividad o la envidia. Este es el problema de nuestro tiempo: los mejores cerebros de nuestra generación están buscando maneras de que hagamos más likes.

 

Un tema que la ciencia ficción ha explorado con una intuición mucho más aguda se refiere al peligro de que se use la tecnología para manipular y controlar a los seres humanos. Quizás todos vivimos dentro de una gran simulación informática, al estilo de Matrix. ¿Es posible que seamos unos meros actores en un videojuego de los "dioses" y estemos viviendo dentro de una sofisticada simulación por computadora? Matrix seguramente es la película más filosófica que se haya hecho nunca. Cada paso de su vertiginoso argumento puede ser puesto en conexión con algún problema filosófico. Si el mundo que conocemos no es más que un sueño virtual nuestro, ¿se convierte el sueño en realidad? Si tuviéramos la posibilidad de salir de ese mundo soñado para regresar a otro más real pero menos agradable, tomando la pastilla roja, ¿sería un fracaso moral no hacerlo? ¿Puede vivir la mente sin el cuerpo o el cuerpo sin la mente? La vida diaria que percibimos con nuestros cinco sentidos, no sería realidad. La física cuántica ha mostrado que el espacio y tiempo son ilusiones de la percepción. Por lo tanto, nuestros cuerpos no pueden ser realidad si ocupan un espacio. Esto contradeciría nuestros relatos nacionales, religiosos y ideológicos. Pero nuestras experiencias mentales seguirían siendo reales. Matrix presenta un mundo donde casi todos los seres humanos se encuentran presos en el ciberespacio, y todo lo que experimentan está creado por un algoritmo maestro. Se supone que los humanos atrapados dentro de la matriz poseen un yo auténtico, que no ha sido tocado por las manipulaciones tecnológicas, y que más allá de la matriz espera una realidad auténtica, a la que los héroes pueden acceder si lo intentan esforzándose suficiente. La matriz no es más que una barrera artificial que separa nuestro yo interior auténtico del mundo exterior auténtico. La tesis subyacente en el libro es que los humanos son algoritmos bioquímicos. La ciencia puede piratear el algoritmo humano y entonces se puede usar la tecnología para manipularlo.

 

En este mundo nuevo, el Gobierno Mundial emplea biotecnología e ingeniería social avanzadas para asegurarse de que todos estén siempre contentos y nadie tenga ningún motivo para rebelarse, una mezcla de 1984 y Un mundo feliz. La humanidad se enfrenta a revoluciones sin precedentes en que todos nuestros relatos antiguos se hunden. Pero hasta el momento no ha surgido ningún relato nuevo para sustituirlos. ¿Cómo prepararnos y preparar a las futuras generaciones para un mundo de transformaciones sin precedentes y de grandes incertidumbres? Por supuesto, los seres humanos nunca pudieron predecir el futuro con exactitud. Pero hoy es más difícil de lo que ha sido nunca, porque una vez que la tecnología nos permita modificar cuerpos, cerebros y mentes, ya no podremos estar seguros de nada, ni siquiera de lo que parecía fijo y eterno. ¿Qué deberíamos enseñar? Muchos pedagogos expertos indican que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. De manera más amplia, deberían restar importancia a las habilidades técnicas y hacer hincapié en las habilidades de uso general para la vida. Lo más importante de todo será la capacidad de adaptarse al cambio, de aprender nuevas cosas y de mantener el equilibrio mental en situaciones con las que no estemos familiarizados. Debido a la velocidad creciente del cambio, nunca podrás estar seguro de si lo que te dicen los adultos es sabiduría intemporal o prejuicio anticuado. Así pues, ¿en qué puedes confiar? ¿quizás en la tecnología? Es una apuesta más arriesgada todavía. La tecnología puede ayudarte mucho, pero si acaba ejerciendo un gran poder sobre tu vida, podrías convertirte en un rehén de sus planes.

 

¿Quiénes somos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? Los seres humanos nos hemos formulado estas preguntas desde tiempo inmemorial. Cada generación necesita una respuesta nueva, porque lo que sabemos y lo que no sabemos va cambiando. Cuando las personas formulan las grandes preguntas de la vida, en general no tienen el menor interés en saber cuando entra el aire por sus orificios nasales y cuando sale. Lo que desean es saber cosas tales como qué ocurre cuando nos morimos. Pero el enigma real de la vida no es qué ocurre cuando nos morimos, sino que ocurre antes. Si queremos comprender la muerte, necesitamos comprender la vida. A la ciencia le resulta difícil descifrar los misterios de la mente en gran parte porque todavía se carece de herramientas eficientes. Muchas personas, incluidos muchos científicos, tienden a confundir la mente con el cerebro, pero en realidad son cosas muy diferentes. El cerebro es una red de neuronas, sinapsis y sustancias bioquímicas, mientras que la mente sería un flujo de experiencias subjetivas de emociones, como dolor, placer o amor. Con los avances  en la tecnología desde los cuchillos de sílex se evolucionó gradualmente hasta los misiles nucleares, por lo que se volvió más peligroso desestabilizar el orden social . Asimismo, mientras las pinturas rupestres evolucionaron gradualmente hacia las emisiones televisivas, se volvió mucho más fácil engañar a la gente. En el futuro próximo, los algoritmos de IA podrían completar este proceso , haciendo imposible que la gente observe la realidad sobre sí misma. Probablemente serán los algoritmos los que decidan por nosotros quienes somos y lo que deberíamos saber sobre nosotros. Durante un cierto tiempo aún tendremos la posibilidad de elegir. Si hacemos el esfuerzo, aunque podemos investigar quiénes somos en realidad. Pero si queremos aprovechar de verdad esta oportunidad, será mejor que lo hagamos cuanto antes.

 

Fuentes:

  • Yuval Noah Harari – 21 lecciones para el siglo XXI
  • Yuval Noah Harari – Homo Deus: Breve historia del mañana
  • Marta Peirano – El enemigo conoce el sistema
  • Daniel Estulin – El Instituto Tavistock
  • Margaret A Boden – Inteligencia Artificial
  • Pedro Baños – Así se domina el mundo
  • Emilio Muñoz – Biotecnología y sociedad: Encuentros Y Desencuentros
  • Sarah Romero – La revolución del biohacking
  • Stuart Russell y Peter Norvig – Inteligencia artificial: Un enfoque moderno
  • Alejandro Madruga – Inteligencia artificial, el futuro del hombre
  • Nick Bostrom – Superinteligencia: Caminos, peligros, estrategias
  • Pablo Rodríguez y Jorge Rizzo – Inteligencia artificial: Cómo cambiará el mundo y tu vida
  • Ray Kurzweil – La Singularidad está cerca: Cuando los humanos transcendamos la biología
  • Jeremy Rifkin – El fin del trabajo: Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era
  • José Mª Angulo Usategui, Susana Romero, Ignacio Angulo – Introducción a la robótica
  • Jerry Kaplan – Abstenerse humanos: guía para la riqueza y el trabajo en la era de la inteligencia artificial
  • Aldous Huxley – Un mundo feliz
  • Gorge Orwell – 1984


ULTIMAS 108 PUBLICACIONES

Dynamic Glitter Text Generator at TextSpace.net