El repetir el Nombre de Dios salvó a Prahlada de la agonía de la tortura. Aprendió el Nombre Sagrado y entendió su dulzura. Lo entonó constantemente y asimiló su sabor ambrosíaco. Cuando el furioso elefante se abalanzó sobre él, no llamó a sus padres físicos para que le rescataran, sólo gritó "Narayana". El Señor es la fuente de la fuerza tanto para los débiles como para los fuertes; Él es el Poder Supremo. Cuando Prahlada tomó el Nombre del Señor, los furiosos elefantes retrocedieron, no hubo fuego que le pudiera tocar ni veneno que le pudiera afectar. El Nombre del Señor era su armadura, su escudo, su aliento, de hecho su vida misma. Para cantar el Divino Nombre no se requiere de gasto alguno, no se necesitan materiales, ni son necesarios lugar o momento especiales. Erudición, casta o credo no importan. Cuando se frota una pieza de fierro sobre un trozo de roca, se genera calor. Así también, con el objeto de generar calor suficiente como para derretir el blando corazón del Señor, repitan el Divino Nombre vigorosa y constantemente, entonces el Señor derramará Su Gracia.
- Divine Discourse,Oct 3, 1965. |