Había una vez una anciana en París. Era invierno, y Diciembre estaba a la vuelta de la esquina. Mucha personas pobres dormían en las calles, temblando de frío. Ella fue por las calles, cubriéndoles con frazadas. Completó la tarea sin ningún ruido ni aspavientos. Con el tiempo, la gente de la ciudad llegó a saber de ella. Se preguntaban por qué esta humilde anciana, a quien le resultaba difícil su propio mantenimiento, acudía a ayudar a los demás. Cuando unos niños le preguntaron "Abuela ¿por qué caminas con la cabeza baja? ¡Eres un gran personaje!", ella respondió humildemente: "Dios nos da de todo, con muchas manos, y yo sólo doy con una mano. ¿No es una vergüenza para mí?" Muchas grandes personas, en todo el mundo, nos han demostrado los elevados ideales de la caridad. - Divine Discourse, 'My Dear Students', Vol 2, Ch 4. |