Los siete estados o pasos del yoga 1
El hombre puede aceptar el mundo, en cuyo caso hablamos de pravritta, o rechazarlo, en cuyo caso lo llamamos nivritta.
El primero piensa: "¿Qué es todo eso de la liberación?. Yo prefiero la vida y el samsara".
Al cabo de muchos nacimientos, cuando comprende que la actividad en el mundo es una repetición sin sentido, deja de preferir esta vida y alcanza la liberación.
En ese momento, piensa: "¿Cuál es el significado de esta vida?. La abandonaré". Esto es lo que llamamos nivritta.
1 Aquí no se refiere a los ocho pasos tradicionales del Raja Yoga sino a los llamados yoga-bhúmiká como se verá en el texto.
Cuando ha llegado a este modo de pensar, se pregunta constantemente: "¿Cómo puedo conseguir el desapego y superar el samsara?".
Este pensamiento reiterado va generando en él el desapego hacia los objetos del mundo y la paz y la alegría nacen imperceptiblemente en su corazón.
Deja de interesarse por las actividades mercantiles y se dedica a otros actos meritorios. Cuida su conducta, habla con moderación, se expresa con dulzura y nunca miente.
Está entrando en el primer estado del yoga. Busca el servicio de los hombres santos y estudia todas las escrituras que caen a su alcance. La superación del samsara se convierte en su única preocupación constante. Ahora es un buscador de la verdad y no un egoísta como los demás.
Entonces entra en el segundo estado del yoga, conocido como la investigación o vichara. Busca con impaciencia la compañía de los sabios, versados en las escrituras y en la práctica espiritual. Sabe lo que hay que hacer y lo que hay que evitar. Abandona los actos impuros como la vanidad, la envidia, la codicia y la ilusión en general, y aprende de sus maestros los secretos del yoga.
En consecuencia accede naturalmente al tercer estado yóguico que es la falta de apego hacia las cosas de este mundo, conocida por asamsanga.
Vive en lugares apartados y procura por todos los medios la tranquilización de la mente. Su adhesión a las escrituras y su correcta conducta le permiten acceder a la verdad.
Este desapego puede ser de dos tipos, ordinario o superior 1.
El que cultiva el primer tipo de libertad, piensa: "No soy el agente, ni el que disfruta la acción, por lo tanto no hago mal a nadie y nadie puede causarme daño a mí.
Todo sucede por el karma pasado y por la voluntad de los dioses. No soy responsable del dolor ni del placer, de la fortuna ni de las calamidades. Todo esto, tanto las enfermedades como los trastornos psíquicos, se producen de un modo natural".
Pensando de este modo, investiga la verdad y deja de sentir apego hacia las cosas de este mundo. Por la práctica diligente de este método yóguico dirigida por hombres sabios, se revela la verdad.
Cuando uno comprende la esencia de la verdad que está más allá del samsara, comprende que el individuo no realiza nada en absoluto y el único agente es Dios.
Entonces abandona las vanas palabras sin sentido y permanece en un silencio mental e íntimo.
Este es el desapego superior que es la verdadera libertad.
Ya ha abandonado toda dependencia, superior e inferior, interna y externa, tangible e intangible, consciente e inconsciente. En ese momento brilla como el espacio mismo, sin soporte y sin límites.
Esta es la libertad suprema. Entonces disfruta la paz y la alegría, la virtud y la pureza, la sabiduría y el autoconocimiento.
El primer paso del yoga se produce casualmente, o así lo parece, pero en realidad sólo acaece cuando uno ha llevado una vida pura de acciones generosas. El que accede a él, lo valora en grado sumo y lo preserva con celo, esfuerzo y diligencia.
De ese modo llega al segundo nivel que hemos descrito, la investi-
1 El primero se llama vairágya y el segundo o superior se llama vaitrishnya. V. Yogasutras de Patanjali, 1.1, s. 16. Ed. Bhísma, Madrid, 1992.
gación, y posteriormente, con una práctica entusiasta y diligente, puede ascender al tercer estado, la libertad.
Rama interrumpió en ese punto:
¿Cómo es posible para un ignorante nacido de una familia pecadora que no disfruta de la compañía de los sabios, superar el samsára!. Por otro lado, si uno muere en el primer o segundo estado que has descrito,
¿qué sucede con él?.
Vasishtha respondió con su amabilidad habitual:
Después de muchas existencias, el ignorante despierta casualmente.
Hasta entonces debe experimentar el cruel samsara sin sentido.
Cuando el desapego brota en su corazón, el samsara se debilita notablemente.
Hasta una práctica imperfecta de este yoga, debilita y destruye los pecados anteriores. Si uno muere mientras está realizando esta práctica, sube al cielo y luego vuelve a renacer en circunstancias favorables para continuar su práctica.
Y de este modo continúa subiendo la escalera del yoga hasta el final.
Estos tres estados que hemos descrito antes, se identifican con el estado de vigilia porque en ellos todavía hay división de la conciencia. Pero el que los práctica se convierte en una persona admirable, que sirve de inspiración a los ignorantes.
El que se dedica a acciones correctas y abandona la conducta maliciosa, es un ser admirable.
Esta cualidad está en estado de semilla en el primer nivel, crece en el segundo y alcanza su madurez en el tercero.
El que muere después de haber llegado a este estado y ha cultivado hasta ese extremo los nobles sentimientos, disfruta los deleites del cielo durante un largo tiempo y posteriormente nace como un yogui.
Por la práctica diligente de estos tres primeros pasos del yoga se destruye la ignorancia y la luz de la sabiduría ilumina nuestro corazón.
En el cuarto estado del yoga, el yogui capta el uno en todas las cosas con una mente libre de la división sujeto-objetiva. La división ha cesado y la unidad es firme y consistente, por lo que el mundo aparece como si fuera un sueño.
En el quinto estado sólo queda la realidad indivisa y suele compararse por ello con el sueño profundo. El que alcanza este estado, siempre está ensimismado, aunque se ocupe de trabajos externos.
Después de este estado, alcanza un sexto nivel que es el que se conoce como turíya. En este nivel comprende que no es real ni irreal, que no hay ego ni ausencia de ego.
Comprende que está más allá de la unidad y la dualidad y todas sus dudas desaparecen. Vive como una lámpara pintada en un cuadro, vacío por dentro y por fuera, como un recipiente vacío en el espacio, pero al mismo tiempo lleno dentro y fuera como una jarra sumergida en el mar.
Los que alcanzan el séptimo estado son seres liberados sin cuerpo. Su estado no puede describirse con palabras, aunque ha sido descrito en muchas ocasiones.
El que recorre estos siete estados no sufre dolor alguno.
Pero en el bosque hay un terrible elefante que no cesa de causar estragos. El hombre sólo puede alcanzar el éxito después de eliminar a este perverso elefante. Este elefante es el deseo, que merodea por el bosque del cuerpo y se siente enloquecido por la sensualidad.
No descansa ni un momento a causa de las tendencias mentales o vásaná.
Este temible elefante destroza todas las cosas de este mundo y se conoce por múltiples nombres: deseo, vásaná, mente, pensamiento, sentimiento, apego, etc... Debe ser abatido con la lanza del coraje y la determinación, nacida de la profunda comprensión de la unidad.
El deseo se manifiesta mientras uno cree en la existencia objetiva. Esto es precisamente el samsára: el sentimiento de que los objetos existen y son algo.
Su cesación es la liberación o moksha.
Esta es la esencia del jñána o sabiduría. El reconocimiento de los objetos da lugar al deseo de poseerlos (o de evitarlos).
El no reconocimiento de los objetos pone fin al deseo y cuando el deseo concluye, el jíva abandona su autolimitación.
Por tanto, un gran hombre debe abandonar todos los pensamientos sobre lo que ha experienciado y sobre lo que va a experienciar en el futuro.
Proclamo con todas mis fuerzas que el mejor estado es el estado libre de pensamientos, carente de conceptos o ideas. Este estado es infinitamente superior al dominio del mundo.
Es el estado de no pensamiento 1 que se conoce como yoga.
¡Permanece siempre en ese estado, actuando o sin actuar!.
Mientras los pensamientos de yo y mío persistan, el sufrimiento no puede cesar. Cuando tales pensamientos han cesado, el sufrimiento se desvanece como una gota de rocío bajo el sol.
Después de saber esto, puedes hacer lo que te plazca.
Después de expresar de este modo la quintaesencia de la sabiduría, Vasishtha guardó silencio y el príncipe Rama quedó literalmente aplastado por la gran energía cósmica (shakti-páta) y permaneció sumido en un océano de felicidad durante largo rato.
Dejó de hacer preguntas y de reclamar respuestas, y se dedicó a entenderlas y realizarlas plenamente, sumido como estaba en el más elevado nivel del autoconocimiento.
Texto enviado por: SILVINO RAMON FRETES