El Señor reside no sólo en los corazones de los devotos, sino también en los corazones de los malvados. Una vez, el niño Prahlada se dirigió a su madre, Lilavati, y le dijo: "Madre, hay una sola diferencia entre yo, que soy devoto de Hari, y mi padre, que odia a Hari. Siempre contemplando en la nectarina dulzura del Señor, repitiendo Su nombre y recordándole constantemente, yo estoy inmerso en la bienaventuranza del amor al Señor, como si estuviera embriagado. Mi padre, en su odio hacia Narayana, ha convertido su corazón en una piedra, y Le ha instalado allí". El Señor que residìa en el corazón de Prahlada, quien amaba a Narayana, y el Señor que estaba en el corazón de Hiranyakasipu, quien odiaba a Narayana, eran uno y El mismo. Tenemos que vivir en la fe, para experimentar la felicidad. Percibiendo que la Divinidad es omnipresente, los devotos hacen sublimes sus vidas, al cantar las glorias del Señor y reposar siempre en Su nombre. | - Divine Discourse 15 Sep 1986. |