Cuando joven, el corazón humano es muy blando. Responde al sufrimiento y al dolor en los congéneres. Es el ejemplo de los mayores, las lecciones que reciben de los padres, la compañía que frecuentan y la mala formación que reciben en la escuela y la sociedad lo que endurece sus corazones hasta petrificarlos. Los padres no deben discutir los errores de otros frente a los niños ni mostrar su resquemor o envidia frente a sus tiernas mentes. A los niños debiera enseñárseles el compartir el pesar y la alegría de otros; y de no sentir nunca celos ante la felicidad o el éxito de otros. En lugar de darle cabida al sentimiento de la envidia, enséñenles a emular el duro trabajo de los exitosos, a orar por inteligencia o por una memoria más aguda. Mantengan blandos esos jóvenes corazones.
- Divine Discourse, Apr 18 1966. |