La pena y la alegría, el dolor y el placer, se alternan como la quincena oscura y la clara, por decreto de Dios, para fomentar la ecuanimidad y conducir al ser humano hacia la realidad que está más allá de ambas. Si no procuras transformarte, y en cambio culpas a Dios por tus penas, estás errando. Culpas a Dios porque te proclamas devoto antes de tiempo, y pretendes gracia a raudales. La gracia no puede reclamarse sin más ni más. ¡Antes, Dios tiene que aceptarte! Usa tu capacidad de discernimiento para separar de lo valioso la escoria, y desecharla. Dedícate al servicio desinteresado; huye de las malas personas y gánate la amistad de los buenos y nobles, quienes te limpiarán y sanarán. El ser humano es consumido por el tiempo; Dios es amo del tiempo. Luego, refúgiate en Dios. Que Dios sea tu gurú, tu camino y tu Señor. |
- Divine Discourse, 2 July 1985. |