Llenan sus días de un trabajo constante, inmersos en perpetua ansiedad y preocupación, se encuentran exageradamente ocupados, sin tiempo para una silenciosa contemplación de la obra de Dios. Son perturbados por extraños e inexplicables recelos y corren atropelladamente tras de vacuas comodidades, cegados por el odio y la codicia. Cogidos entre estos afanes y agitaciones, olvidan a veces cual es el ancla que les salvaría – la disciplina de la mente. Inicien tan pronto como sea posible en la vida esta disciplina espiritual, no sigan posponiéndola. Porque nadie sabe cuando llegará a su fin su lapso de vida. Reflexionen al respecto. Golpeen y las puertas de la Gracia s abrirán. Abran la puerta, los rayos del Sol que esperan afuera de ella, entrarán silenciosamente e inundarán su habitación de amor y de luz. - Divine Discourse, Mar 27, 1966. |