Un cojo y un ciego se habían hecho amigos, e iban de lugar en lugar con el cojo montado sobre los hombros del ciego. Un día, el cojo vio un campo de pepinos amarillos, y le sugirió al ciego que tomaran unos cuantos para comer hasta saciarse. El ciego preguntó: "Hermano, ¿han puesto cerco al sembrado?" El cojo contestó "No". El ciego dijo: "Entonces sigamos adelante; sabes, hay una variedad dulce y otra amarga – si estas verduras se han dejado sin protección, deben ser amargas." El ciego, mediante su intelecto, pudo descubrir que eran amargas, sin haberlas probado. Usó la inteligencia para percibir la verdad más rápida y claramente. Hagan del intelecto el amo de sus mentes, y no fracasarán; sólo fracasarán si los sentidos se hacen amos de la mente. Clarifiquen su inteligencia a través de la disciplina espiritual.
- Divine Discourse, Feb 20, 1964. |