Cuando la muerte llama, ni los mejores médicos pueden salvar a una persona. Necesariamente, todos tienen que responder al llamado, ya sea un novio o una novia en el asiento ceremonial de la boda, o en un peregrinaje a un lugar sagrado. La muerte no tolera demoras, la muerte no acepta excusas. Las lágrimas no conmueven su corazón, ni las amenazas pueden alejarla. Por lo tanto, planta en el suelo bien preparado de tu corazón, la semilla de cualquiera de Sus mil nombres, el que más te atraiga. Que brote allí, en el silencio. Riégale con amor y servicio al prójimo; protégele de las plagas y el ganado, que son las emociones y pasiones que te arrastran hacia afuera. Esto lo puedes hacer instalando la cerca de la repetición del nombre divino, y la meditación (japa y dhyana). Luego podrás levantar la cosecha de bienaventuranza (Anandam).
- Divine Discourse, Oct 8, 1964. |